“Más que la verdad, el demagogo dice lo que el público quiere oír”. José Ramón Ayllón
Hace horas, Alberto Fernández presentó su plan de lucha contra el hambre en la Argentina. Como siempre, se anuncia una propuesta que “suena” dulce a los oídos, pero que es un engaño desde lo conceptual y desde lo moral.
El video de presentación de dicha propuesta, comienza señalando que un número importante de niños y niñas padecen inseguridad alimentaria severa. Definición para nada inocente, ya que la seguridad (física y jurídica) es la única razón de ser del Estado que es indiscutible. Al colocar la alimentación en ese estándar, se justifica el accionar del estado como recaudador y distribuidor de alimentos.
Así el video continúa con frases que chorrean demagogia: “El hambre en argentina es una inmoralidad que no podemos aceptar”, “derecho a la alimentación”, “comer no puede ser un privilegio”.
Nadie en su sano juicio puede desear que niños sufran hambre, pero de ahí a dar un salto lógico y convertir al alimento en un derecho que se puede exigir sin contraprestación (un derecho no exige de uno más que el respetárselo a un tercero), o sea, que la comida no debe pagarse, es una manipulación perversa. Además, asegurar que los que comen son privilegiados, es ningunear a quien trabaja y gana su pan, es desconocer su mérito y acusarlo de ser un acomodado.
“La comida tiene que ser barata y accesible”. Error, la comida no es cara, los pesos que recibe la gente por su trabajo (con los que compran comida) no valen nada y eso es por culpa de los políticos, que sólo saben hacer un estado deficitario que financian con impuestos e inflación.
Pero los polititruchos creen que son los Mesías que nos van a salvar. Van a instaurar “políticas de estado que aseguren la soberanía y la seguridad alimentaria”, van a crear un “consejo federal argentina contra el hambre, un observatorio nacional argentina contra el hambre y así van a mejorar la alimentación y la nutrición de la población”. Excelente. Como el estado no es lo suficientemente gigantesco ¡Vamos a agrandarlo más! Además, se ve que los políticos se creen seres superiores y por eso tienen la autoridad moral para enseñarles a los argentinos cómo y qué comer. No necesitamos que se metan en nuestra mesa y menos aún en nuestros bolsillos.
Luego habló Daniel Arroyo, quien será el coordinador de este “brillante” plan. Para empezar dijo: “buenos días a todos, a todas…. Acompañando a todos aquellos que hacen mucho…”. Buscando ser “inclusivo”, para ser políticamente correcto, sólo uso el “femenino” en el saludo, luego (como corresponde) lo hizo como lo indica en correcto uso del lenguaje. Un payaso.
Luego continuó: “Hay un problema de hambre, malnutrición y falta de educación nutricional saludable, un chico come mal aprende mal y si aprende mal se reproduce la pobreza”. ¡Que iluminado!, parece que nunca escucho al Dr. Abel Albino, quien trabaja en esto y lo repite ¡desde hace casi 25 años!, le van a cobrar los derechos de autor a don Arroyo.
Después propuso arrasar con las libertades de los supermercadistas y almaceneros, ordenándoles cómo arreglar sus escaparates (ley de góndolas), para que se expongan las marcas “cuchuflito y pinonga”, tan apreciadas por su candidata a vicepresidente. Paradójico ¿no?
Planteó el “reintegro del IVA específicamente a los planes sociales”, por lo tanto, si trabajas como burro y no te alcanza el dinero no sos un privilegiado que no paga IVA. Interesante, hablaban al principio que comer era un privilegio cuando ellos van a entregar privilegios a los que ellos quieran. ¿Vas entendiendo?
Además, esos grupos de privilegiados que ellos elijan, van a tener una “tarjeta de alimentos” con la que los políticos les van a regalar alimentos que se van a pagar con tus impuestos. ¿Seguís entendiendo?
Finalmente habló de la tercer generación de pobres en las familias postergadas y que eso es pobreza estructural. Tiene razón. Pero esa pobreza no es de dinero, es una pobreza cultural, ética y moral que los propios políticos han sembrado; han destruido la autoestima y la dignidad de las familias y las que han esclavizado con la limosna de los planes sociales.
A continuación habló Alberto Fernández. Critico el centralismo porteño y dijo que terminar con la Argentina marginal (no federal) era su obsesión y la de Cristina… ¿se puede ser más cínico?
Luego dijo que “el mundo fue dividiéndose entre poderosos y débiles y los débiles cada vez mas condenados a la miseria”. Más allá de semejante e ignorante (no es ignorante claramente) barrabasada (la humanidad nunca en su historia tuvo menor índice de miseria que en la actualidad), lo cierto es que esconde que nuestro micro mundo (la Argentina) está dividida por ellos, entre los que aportan y los que viven de los que aportan.
Seguidamente, destilando populismo concentrado afirmó: “Los que mas se esfuerzan por los pobres son los que menos tienen, los mas solidarios son los mas pobres, cuando vas a los merenderos esos merenderos están en manos de gente muy pobre que se esfuerza por sus vecinos”. ¿Acaso el muy valioso trabajo de quienes manejan los merenderos, sería posible sin el aporte de miles de particulares y empresas que donan dinero y alimentos? Demagogo.
O quizás piensa que esos que donan son los privilegiados y que sus donaciones no son tal cosa, son su deber moral, tienen la obligación de satisfacer el derecho alimenticio de los más necesitados y por supuesto que ellos, los políticos, los dioses del Olimpo, los distribuirán y al frente de todo esto estará el presidente Fernández, Daniel Arroyo lo adelantó: “un gran programa que dependa de la Presidencia de la Nación”.
Y como frutilla de la torta… la entrega “desinteresada” de este proyecto por parte de Alberto: “Esta no es una propuesta de campaña, se puede empezar hoy, no se tiene que esperar ningún resultado electoral. ¿Por qué los diputados y senadores no se ponen a trabajar ya? Está claro que si llego a ser electo me voy a poner al frente de la campaña contra el hambre en Argentina”, todo un filántropo. Tragicómico.
Como apostilla, del otro lado, lo que también resultó tragicómico fue el beso en el pie de una mujer por parte de Macri. Veo estas cosas y pienso en Sarmiento, Avellaneda, Saenz Peña… que lejos estamos, cuánto hemos caído.