El doctor Nelson Castro estaba recorriendo las calles de la ciudad de La Paz en una cobertura especial para TN desde Bolivia.
Mientras intentaba entrevistar a un integrante de las fuerzas de seguridad que manejaba un patrullero, una mujer que formaba parte de las manifestaciones de repudio al presidente Evo Morales le gritó al uniformado "evitemos que nuestros hijos terminen pidiendo limosna en el extranjero. Evitemos ser una nueva Venezuela".
Con simplicidad y contundencia, esta señora de clase media había logrado plasmar el mensaje que ni Mauricio Macri ni los suyos pudo explicitar de cara al comicio presidencial.
En lugar de alertar y alarmar a las masas de votantes, el primer mandatario argentino decidió ponerse en "modo pastor evangélico" y salió a tirar buenas ondas de la mano del "Sí, se puede".
Dicho por un político que no pudo cumplir casi ninguna de las promesas esgrimidas en la campaña de 2015 el slogan suena, al menos, desubicado.
Cambiemos pudo recurrir al desastre venezolano (que ya dejó más de cuatro millones de exiliados) o al santacruceño (donde fundieron una de las provincias más ricas y menos pobladas de la Argentina).
Hace 36 años, Alfonsín le pasó por encima a la vieja guardia peronista vinculada a la dictadura y los arrinconó con la denuncia de un pacto militar-sindical que nunca necesitó probar.
Don Raúl sabía que era "plata o mierda" y se la jugó a fondo, alcanzando más del cincuenta por ciento de los votos.
Los peronistas algo aprendieron. Ya no queman cajones en la avenida 9 de Julio, ya no recitan más el "vamos por todo" o el "téngale miedo a Dios y un poquito también a mì".
Usan la piel de cordero para caer pronto sobre sus víctimas de siempre.
¿Macri es pelotudo o se hace?
Lamentablemente, forma parte de un gran sketch, de una mise en scene, de un fulbito para la tribuna que nos entrega a las fauces de una maquinaria fenomenal de corrupción y narcotráfico.