Mauricio Macri estaba sorprendido. Lo dijo entrelíneas y lo manifestó a través del lenguaje “no verbal”. Estupefacto, impactado, anonadado. No alcanzan los calificativos.
Esperaba una gran convocatoria, sí, pero no a tal escala. De pronto, la “marcha del millón” superó la pretendida cifra. Según fuentes del propio gobierno, hubo más de 800 mil personas solo en la Ciudad de Buenos Aires.
A ese número hay que sumarle lo ocurrido en el interior del país, donde gran cantidad de personas se movilizaron, en una suerte de réplica a escala. Tucumán, Mendoza, San Luis y Bahía Blanca fueron algunos de los distritos en los que el “SíSePuede” se hizo fuerte.
Sin embargo, lo más relevante es aquello que intenta responder la consigna de este sábado: ¿Se puede dar vuelta la elección? El macrismo, o al menos el núcleo más duro de ese movimiento, cree que sí. Pero, ¿es posible? Mejor dicho, ¿es probable?
Lo ocurrido esta tarde no es parámetro para medirlo, porque la gente que se manifestó por las calles es parte del círculo medular de Cambiemos. Aquellos que ya han votado a Macri en las PASO y que volverán a hacerlo.
El jefe de Estado lo sabe. Por eso, pidió a sus acólitos que salgan "a convencer a los que todavía están dudando". Son los únicos que pueden llegar a “hacer la diferencia”. Los que permitirían al presidente “acariciar” el sueño del balotaje.
Que ello ocurra es altamente improbable. Porque la cantidad de indecisos es cada vez menor y la diferencia entre Macri y Alberto no solo no se achica, sino que se agranda.
Ninguna especulación: más de 15 encuestadores dan fe de ello. Por si acaso, dos de ellos —Córdoba y Federico González— ya han demostrado su brutal precisión en el marco de las PASO.
Hoy por hoy, el compañero de Cristina Kirchner supera el 50% de intención de voto. Suficiente para evitar la segunda vuelta.
Por eso, aunque Macri lograra sumar un 4 o 5% más de votantes, no lograría torcer el destino que intenta esquivar a fuerza de marchas y puntuales visitas a convenientes provincias.
En el fondo, él lo sabe. Porque Macri puede tener todos los defectos del mundo, pero no es tonto.
Entonces, cuando se pone el foco en esto último, aparecen otros interrogantes: ¿Y si todo esto de las marchas y demás movidas es parte de una jugada estrategia para no mostrarse débil camino a su salida del poder? ¿Y si se trata de un eficaz mensaje al kirchnerismo, un llamado de atención que anticipa que el macrismo ejercerá una aguda oposición al eventual gobierno de Alberto y Cristina?
La versión nació del riñón de gobierno, aunque no se sabe si se trata de un dato fáctico o una mera especulación. Sí llamó la atención que los mismos que repiten esa posibilidad —principalmente desde el conspirativo espacio de Marcos Peña— juran que Macri volverá en 2023 a ocupar el Sillón de Rivadavia.
Como dice la frase de Marx, “la historia se repite dos veces….”, y bla, bla, bla.