En su primer acto de desesperación, la administración de los Fernández echó mano a un aumento de la presión fiscal y a medidas que no resultan adecuadas para la emergencia y menos aun, para generar confianza.
Está claro que el intento se construye con el claro objetivo de llevar a los acreedores y al FMI un programa económico que muestre números en equilibrio para poder ensayar una renegociación de la deuda.
Es todo muy endeble en el diseño del joven ministro Guzmán. Se trabaja sobre la hipótesis de que el campo va a liquidar la cosecha y sobre esa conjetura se calculan los ingresos futuros. ¿Y si el campo no liquida todo y espera sentado sobre los silos bolsa? Adiós hipótesis y adiós renegociación de la deuda.
Las retenciones al campo van directamente en contra de la inversión y de la mayor productividad. ¿Por qué? Porque la inversión dependerá de la ganancia futura. Con la suba de retenciones, desaparece la rentabilidad, en especial en las zonas de frontera agrícola, es decir, los más pobres y los más alejados de los puertos. Estos productores quedan desplazados y sin posibilidades de invertir.
En las zonas núcleo, la situación es distinta por los rendimientos. Pero estos dependen de cuántos agroquímicos se aplican y estos hay que pagarlos en dólares. Lo más probable que ocurra es que los chacareros de la Pampa Húmeda no inviertan en fertilizantes y que la siembra dependa exclusivamente de la madre naturaleza con menores rindes por hectárea.
El resultado de aumentar las retenciones es claramente una menor producción de granos, menos exportaciones y menor ingreso de divisas, es decir, todo lo contrario a lo buscado, pero con un agravante. Con menos ingreso de divisas corre riesgo el repago de la deuda, lo cual vuelve las cosas a su inicio.
Además, resulta anti inversión el cambio de bienes personales. Como todo impuesto contra el patrimonio, tiende a alejar a los inversores hacia otras latitudes. Otro elemento que va en sentido contrario al objetivo de reactivar es el impuesto al turismo.
Un tributo sobre los gastos de los turistas argentinos que viajan al exterior implica que tampoco los turistas extranjeros van a venir al país, provocando menores ingresos de divisas y menor demanda de bienes y servicios en el país, con la consecuente caída de la actividad.
Por donde se lo mire, el programa Guzmán tiene poca vida y sólo sirve para generar una brutal transferencia de recursos de los sectores productivos hacia los sectores más ineficientes.