El monumental ajuste impositivo contenido en la ley de Emergencia, sumado a los aumentos de gravámenes que postulan las provincias y municipios y los incrementos que se derivan de los aumentos de algunas tarifas y precios, dan como resultado un tsunami tributario de envergadura.
En una perfecta combinación entre estos paquetes impositivos y sumados a las facultades otorgadas por el Consenso Fiscal, el cocktail es explosivo.
El incremento sobre el impuesto a los Bienes Personales, caerá sobre los aumentos de los tributos inmobiliarios y a los automotores en las provincias, lo cual potencia las tasas de ABL en los municipios.
Pero las provincias se reservaron la suba de Ingresos Brutos y Sellos para todas las actividades económicas que van de la mano con muchas tasas municipales como seguridad e higiene. Unos tributos potencian a otros y aumentan las bases imponibles.
Del impuesto a los bienes personales dependen las valuaciones de las provincias que utilizan para aplicar sobre el inmobiliario y que pueden superar las bases imponibles. Lo mismo para la valuación de los automotores.
Es decir, ambos tributos se potencian y recaen sobre el bolsillo de la población. El oficialismo argumenta que “el ajuste es solidario y lo tienen que pagar los que más tienen”. Los que más tienen no son necesariamente los que tienen más patrimonio.
Una persona que trabajó toda su vida puede tener un buen patrimonio porque lo hizo durante toda su vida activa. Sin embargo, puede que en la actualidad no tenga la liquidez y los ingresos para hacer frente a los tributos que se aplican sobre el patrimonio.
¿Qué tiene que hacer esa persona? ¿Desprenderse de su patrimonio porque no puede pagar los impuestos que se le ocurren a las mentes febriles de la clase dirigente? ¿Desarraigarse del lugar donde vivió gran parte de su vida porque no puede pagar semejantes impuestos?
Y todo porque hay que atender una seudo emergencia que tiene como rehenes a quienes trabajaron durante toda su vida, para mantener a quienes no lo hicieron. En las fábulas oficialistas, las hormigas tienen que mantener in eternum a la cigarra. Una maldición que solo anida en la liturgia totalitaria.