En las últimas horas, el gobernador de Mendoza, Rodolfo Suarez, anunció que impulsa la derogación de la ley 9.209 que permitía el uso de sustancias químicas como el cianuro para la explotación minera, y que modificaba la antigua ley 7722.
Según explicaron desde la gobernación, “se enviará a la Legislatura el proyecto de derogación para ser tratado el lunes”.
Tras una reunión con los intendentes, en el marco del espacio de diálogo abierto tras las polémicas, Suarez consideró que la norma no tenía el consenso de la mayoría de los mendocinos.
"La licencia social no existe en la provincia de Mendoza", afirmó y señaló que prometió que "iba a escuchar a los mendocinos".
El temor del gobernador, que lo hizo recular, venía por varios lugares, pero especialmente por uno en particular: siete departamentos San Rafael, San Carlos, Maipú, Lavalle, La Paz, Tunuyán y Santa Rosa habían notificado su decisión de suspender sus fiestas de Vendimias hasta que no se lograra la derogación.
Con su gesto, Suarez demostró que no tiene poder alguno. Si lo tuvo alguna vez, ya no lo ostenta más. También dejó en claro que no tiene cintura política ni manifestantes que lo apoyen.
¿Cómo hará ahora para discutir la paritaria docente de Mendoza, la más complicada de todas? ¿Qué hará si los maestros salen a la calle como lo hicieron los manifestantes antimineros? ¿También concederá lo que le pidan, lo que sea?
Suarez tendría que haber actuado de otra manera antes de mandar la ley a la Legislatura provincial. Hacer una consulta popular o algo similar, luego negociar con los intendentes y, en tercer lugar, hacerse de un grupo de manifestantes que lo apoyara.
Pero no hizo nada de eso. Se manejó solo y sin consultar ni a sus hombres más cercanos. Así le fue.
En estas horas, luego de lo ocurrido, Suarez se ha convertido en el hazmerreir de la política mendocina. “Es el nuevo Cobos”, decían los peronistas, en referencia al exgobernador mendocino que tenía una tibieza enfermante a la hora de gobernar y siempre terminaba cediendo.
Un verdadero papelón, sobre todo cuando Suarez tenía argumentos más que sólidos para sostener el impulso a la minería en una provincia destruida económicamente. De esto no se vuelve, eso está claro.