El gobierno sigue sin dar respuestas ni a los mercados, ni a los agentes económicos ni tampoco a los acreedores.
Con la casi exclusiva atención puesta en el manejo de la deuda, la administración de “los Fernández” apunta sólo a una tarea imposible: obtener una quita importante de la deuda en su relación con el FMI y los acreedores.
Sobre la hipótesis de jugar todo a ganador, el gobierno cree que podrá obtener un descuento por parte de los acreedores externos.
Pero los bonistas no sólo buscan cobrar su acreencias sino también tener algún tipo de garantías sobre lo que van a percibir. Esto significa que los bonistas antes de aceptar cualquier iniciativa querrán ver un programa económico.
Sin embargo, los Fernández una vez más optaron por lanzar su iniciativa propia consistente en lo mismo de la estrategia del canje de 2005: aceptar la propuesta o someterse a un “paga Dios”.
Sin un programa económico que respalde su propuesta, el gobierno irá a la mesa de negociaciones sin estrategia más que el reperfilamiento.
Eso es suicida. No solo porque los fondos de inversión no tienen apuro en sentarse sino por la paridad técnica de sus títulos que en el peor de los casos llegaría a menos de 25 centavos, sería rápidamente adquirida por los fondos buitres y llevada ante los tribunales, repitiendo el desgraciado ciclo de comienzos de siglo.
Los fondos de inversión buscan cobrar las amortizaciones de los cupones y los intereses tal como fue pactado. Podrán en el mejor de los casos esperar para el capital siempre y cuando la Argentina garantice que se van a pagar los intereses en término y que no haya quita.
Pero nadie garantiza que la Argentina pueda disponer de crédito en el exterior si insiste en la tesitura de reperfilar los pagos sin presentar un plan económico. En ese caso, ni el FMI avalaría semejante comportamiento.
El fracaso en la renegociación del bono dual en el mercado interno, implica lisa y llanamente que el gobierno cerró la última ventanilla de acceso al crédito disponible.
En definitiva, la comunidad financiera internacional espera racionalidad. Nada es imposible si va acompañado de un programa económico sustentable que permita dar viabilidad al país y lo ponga en funcionamiento y en crecimiento.
Lo bueno es que en el mundo sobra liquidez.