Primero lo primero, el contexto: la Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene reportado 132 mil casos de coronavirus en el mundo. La mayoría (81 mil) están en China, lugar en donde la tasa de contagio ya cedió. El foco ahora está en Europa, particularmente Italia, Francia, España y Alemania que, si bien no tienen muchos casos (15 mil Italia y 3 mil cada uno de los otros tres países), la tasa diaria de contagio es de entre 20% y 30%.
En ese contexto, debe mencionarse que el cese de la expansión de la enfermedad en China coincidió con el paro de actividades económicas y sociales y el encerramiento compulsivo de la población en sus domicilios. Este antecedente fue tomado por los países europeos más afectados imitando la medida.
En la Argentina los casos reportados a la OMS son solo 31. Pero, ante el riesgo de la expansión, autoridades de diversos organismos públicos proponen ir en la misma dirección: recluir a la población a partir de paralizar las actividades productivas, sociales y recreativas.
¿Cuál puede ser el resultado en Argentina de paralizar la actividad económica a los fines de recluir a la población? Para echar alguna luz sobre el tema, un informe de consultora IDESA pide mirar las vías por las que provienen los ingresos laborales de los hogares en la Argentina. Según los datos de la encuesta de hogares del INDEC se observa que:
-El 55% de los hogares tiene como jefe a un empleado en relación de dependencia registrado de los cuales el 16% son pobres.
-El 22% de los hogares tiene como jefe a un asalariado no registrado de los cuales el 43% son pobres
-El 23% de los hogares tiene como jefe a un cuentapropista y el 35% son pobres.
Estos datos muestran que sólo la mitad de las familias tiene como jefe de hogar a alguien que trabaja en relación de dependencia registrado: “En estos casos la reclusión tiene viabilidad en la medida que el empleador continúe pagando los salarios. Para ello, como ocurre en los países desarrollados, el Estado debería contemplar subsidios, especialmente para las empresas más pequeñas. Pero la otra mitad de los hogares viven del trabajo en la informalidad y/o el empleo por su cuenta con lo cual recluirse en su hogar implica cesar de tener ingresos. Con el agravante de que muchos de ellos son pobres, de manera que la falta de ingresos, sea por reclusión o por caída de la actividad económica, les hará de manera casi inmediata más daño a la salud que el coronavirus”, sostiene IDESA.
La Organización Mundial de la Salud en sus directivas no recomienda el cese de actividades y la reclusión de la población para reducir el contagio de coronavirus: “Señala explícitamente que no es realista ni deseable aspirar a un riesgo cero. Las autoridades sanitarias deben determinar qué es un riesgo aceptable y qué medidas deben tomarse para reducir esos riesgos. Dice también que medidas efectivas son las de informar a la población para que extreme las medidas individuales de prevención como lavado de manos y limpieza regular con desinfectantes de objetos y superficies en lugares de trabajo y acceso público. Para el caso de espectáculos y reuniones masivas, señala que las partes interesadas junto con las autoridades sanitarias deben evaluar los riesgos y tomar las medidas preventivas”, de acuerdo a la misma consultora.
En salud, se debe sopesar el costo de la enfermedad con el costo del remedio: “En este sentido, no hay que perder de vista que el coronavirus se manifiesta en una gripe que en el 80% de los casos se presenta como leve a moderada, en el 14% como severa y en el 6% como crítica, siendo ésta última la que puede llevar a la muerte y se da mayoritariamente en adultos mayores y personas con enfermedades crónicas pre-existentes. Parar la actividad económica y aislar a la población en prevención de una minoría es un remedio que tiene costos sociales mucho más elevados que el beneficio de evitar la enfermedad”, culmina IDESA.