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La solidaridad solo puede ser voluntaria

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Liberalismo en tiempos de Coronavirus
Liberalismo en tiempos de Coronavirus

Sin egoísmo racional, tanto la solidaridad como la caridad son impracticables. La solidaridad es un acto de profundo egoísmo racional.

 

¡Es tiempo de ser solidarios y dejar de ser egoístas! ¿Seguro?

Sin dudas el primer impulso que tenemos es a estar de acuerdo con esta idea, pero si queremos ser eficaces en la superación de momentos críticos como el actual, de nada sirve ponernos emotivos. Es tiempo de tener la cabeza caliente y el corazón frio. El margen de maniobra que tenemos como país es pequeño y el equivocarnos resultaría muy costoso en dinero y principalmente en vidas. Las buenas y nobles intenciones pueden convertirse en muy malas ideas.

Primero lo primero. Solidaridad y egoísmo no son contrapuestos. Al menos desde la noción del egoísmo racional, concepto que no tiene nada que ver con la avaricia, la codicia o la arrogancia.

Podemos definir al egoísmo racional como el amor propio o la auto estima desarrollada en su justa medida y que se expresa en la búsqueda del interés personal.

La externalización del egoísmo racional es la modestia (palabra que proviene de medida, la exacta ponderación), su vicio por defecto, es la humildad (que viene de humus, postrado en la tierra) y su perversión por exceso la soberbia (quien se auto percibe por sobre el resto).

La solidaridad sólo puede ser voluntaria, su imposición u obligatoriedad desvirtúa su naturaleza y la transforma en un eufemismo que disfraza de “bondadosa” a la arrogancia y al despotismo de quien la impone (gobernante).

Por ello, la base ética y moral del ejercicio de la solidaridad se encuentra en la filantropía (amor al hombre). La solidaridad es la realización práctica de la filantropía.

La filantropía (y su efector la solidaridad) es el sentimiento del que se ve humano y por ende, similar a otro humano; por ello, nada de lo humano le es ajeno a su persona (Terencio II A.C.) y es en esa comprensión, que practica la empatía y la solidaridad para con el otro.

La solidaridad, desde la filantropía y más precisamente desde el egoísmo racional, se basa en el poder mirarse uno mismo reflejado en el otro, como si fuese un espejo, y en ese reflejo, entender que mi propio bienestar está condicionado por el bienestar del prójimo. La ética que guía nuestros actos nos inclina a realizar lo correcto. Si no poseemos valores éticos no seremos egoístas racionales (más bien seremos pasionales), no seremos filantrópicos y por ende, no seremos solidarios (valor moral).

La filantropía no es auto sacrificio, no es un tema de desprendimiento absoluto. Valorar y tener consideración para con otro no significa sacrificarse, sino más bien auto valorarse para poder valorar al otro.

Nada es gratis y todos nuestros actos están sometidos a este principio, incluso los solidarios. Pero debemos diferenciar lo que es el costo (inversión no exclusivamente económica) incluido en las acciones que llevamos adelante en la búsqueda de un bien superior (el beneficio pretendido necesariamente será mayor que el costo invertido), y otra muy distinta es la cultura del sacrificio, la que alienta a resignar un bien de valor superior por otro inferior.

Sin egoísmo racional, tanto la solidaridad como la caridad son impracticables. La solidaridad es un acto de profundo egoísmo racional.

¿Y dónde encaja lo del Liberalismo en tiempos de Coronavirus? En comprender que la solidaridad no puede ser impuesta.

Debemos darnos cuenta que la única regla de convivencia necesaria, es el respeto por los derechos del otro. Debemos entender que vulnerar esos derechos, no solo es injusto, sino que golpea con más fuerza a los más necesitados. Medidas que afectan el derecho de propiedad (por ejemplo los precios máximos) terminan indefectiblemente en desabastecimiento y en el desarrollo de un mercado negro inseguro y muchísimo más caro.

Coaptar el libre tránsito de quienes están sanos, en lugar de sancionar de modo exprés y con todo el peso de la ley a quienes deben estar en cuarentena por ser posibles portadores; no solo es injusto, sino que generará una caída brutal de la actividad económica, un parate en la prestación de bienes y servicios, con una consiguiente pérdida de ingresos que afectará principalmente a los trabajadores en negro, a los cuentapropistas y a los dueños de PYMES.

La caída de la actividad económica va a generar muchísima más pobreza, muchos pobres pasarán a ser indigentes y la pobreza se expresa en la imposibilidad de comprar abrigo, remedios o alimentos. Todo eso implica más enfermedades, menos posibilidades de enfrentarlas y más muertes, y las posibilidades de reacciones desesperadas e ilegales por parte de los más afectados, es una posibilidad cierta.

Por supuesto que es mucho más fácil y es políticamente correcto decir que todos debemos quedarnos en casa para combatir el Coronavirus. Y a pesar de considerar contraproducentes estas decisiones, debemos cumplir la cuarentena y las medidas económicas porque esta es la estrategia sanitaria que se está llevando adelante e incumplirla aisladamente es una postura aun peor que cumplirla.

Pero ello no implica que uno pueda estar en desacuerdo con estas medidas y que procure anticipar los efectos que las mismas van a ocasionar en nuestra sociedad. “Entendería” esta estrategia si fuésemos un país rico que tiene un “colchón” que le permite asumir las pérdidas. Pero la Argentina actual no sólo no tiene “colchón” ni “cama” ni “dormitorio”, sino que tiene un déficit terrorífico y una deuda inusitada.

Repito, creo que las medidas tomadas por el gobierno, no solo son ineficaces sino contraproducentes. El tiempo dirá quién tiene razón, espero, de todo corazón, estar equivocado.

 
 

7 comentarios Dejá tu comentario

  1. Se me ocurren otras formas de solidaridad menos humanistas. Vos vas en un avion o en un barco. Por más que viajes en primera o turista, o seas un perro en la bodega, si el avión se cae o el barco se hunde, son todos solidarios, quieran o no, con total indiferencia por los sentimientos razón ética o ideología. A veces la solidaridad, como también la culpa, no son ni un sentimiento ni una intención, son un estado de las cosas.

  2. Hay que ver las compensaciones Rogelio. Para empezar vamos atener cincuenta mil argentinos menos viajando por el mundo todo el año. Eso son muchas divisas. Mientras no se enferme la soja....

  3. En cuanto al interés personal, hay demasiadas teorías idealistas sobre eso y pocas verdades objetivas. Están los que postulan que somos las marionetas de un dios con barba y túnica y por otro lado están los que postulan que somos marionetas de una sociedad que es dios, inventada por otros tipos con barba. O sea, están por todos lados. Más allá de la retórica y sus componentes que son la razón, las costumbres y la pasión, la realidad objetiva es indiferente al arte del convencimiento. La realidad objetiva es que el humano crece en relación a otros y la moral se desarrolla ante la presencia y la existencia del otro. Las teorías humanistas presentan a la moral como un fenómeno de conciencia o espiritual, como una especie de hormona de la que cada uno es dueño y señor. En realidad hay tantas formas de moral como acuerdos de convivencia, como pactos o convenciones sociales haya. Y aclaro que digo "sociales" en el sentido de individuos asociados y no de socialismo. No es el propio espíritu sino un pacto con los demás lo que determina qué es moral y qué no lo es. Incluso ente los primates el egoísmo más exitoso requiere llevarse bien con los demás o al menos con unos cuantos.

  4. ¿"La economía"? Seamos objetivos. Una gran parte de la actividad se paró y va a seguir parada por mucho tiempo. Hablamos del turismo, los espectáculos públicos, restaurantes, parques temáticos de todo tipo, cines, teatros, deportes. Desde el boliche del barrio a los Juegos Olímpicos, todos mal. Eso nos lleva a reflexionar en una sociedad global que habla de capitalismo pero vive, o vivía, atada a fenómenos sociales que no están ligados al capital y la producción industrial sino al idealismo de la publicidad, los eventos sociales y las guerras comerciales. Es más, este tipo de problemas como la pandemia que se acaba de escapar de China, no son causados por la tecnología sino por la creencia idealista de que hay personas cuyo valor "esencial" está por encima de los controles que se come la gilada. Para que coman los filósofos de cafetín, la sorpresa es que esta es una crisis mundial producto de una ideología y una cultura de la arrogancia, de la soberbia y de la impunidad, pero no de la tecnología. Vamos a la parte productiva. Las grandes empresas industriales están en condiciones de manejar su cuarentena y sus medidas de seguridad biológica y son capaces de tomar las medidas necesarias por su cuenta. La industria más perjudicada es la de la construcción, porque es in situ. Las grandes superficies de oficina se pueden reconvertir en trabajo desde casa sin problemas. En la argentina, hay que reconocer que ya estábamos preparados para la pandemia, muchas pymes son tan familiares que las máquinas son operadas por los dueños y no tienen empleados. Estos casi no se van a dar cuenta del cambio. Los empleados públicos van a seguir como siempre, cobrando un sueldo sin hacer nada útil. Los que están jodidos son los profesionales independientes y los servicios. Loa médicos, escribanos, abogados, van a tener que tomar muchas precauciones nunca vistas. El comercio va a tener que adecuarse a normas extremas, como siempre van a esperar que el Estado les diga lo que tienen que hacer. Obviamente la cosa viene por el lado del e-commerce y la entrega a domicilio. Los ferreteros, corralones, peluqueros, mecánicos, entrenadores de todos los deportes, clubes gimnasios, etc, están f-r-i-t-o-s. Si se acostumbran el colegio e línea va a ser mejor que perder tiempo viajando y juntándose en un aula. Los que juegan en línea 16 horas por día ni se enteraron.

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