Donald Trump venía embalado como para desfilar en las elecciones norteamericanas. Si hasta se daba el lujo de “alentar” los triunfos que en las primarias conseguía el demócrata Bernie Sanders, convencido de que sería su rival más accesible. Esta última semana ese senador bajó su candidatura, y Joe Biden -exvicepresidente de Obama en sus dos períodos- será seguramente quien enfrente a Trump en las presidenciales. Pero el actual mandatario ya no la tiene tan segura.
Ocurrió el coronavirus. Fue el cisne negro que el presidente norteamericano no vio venir, cuando minimizaba la importancia de la pandemia. Para noviembre próximo, fecha prevista para las elecciones, se espera que una segunda ola del virus pueda abatirse sobre ese país. Con todo, Trump cambió su postura inicial respecto del problema y de cómo vaya a comportarse en el futuro y cuáles sean los resultados dependerá su eventual reelección.
Cuando se escriba el guión de la película de esta pandemia, el líder británico Boris Johnson tendrá un papel central. Le dio al tema el giro dramático que todo filme debe tener: negacionista de entrada, terminó contrayendo el virus y pelea ahora por su vida en terapia intensiva.
El presidente argentino no piensa en esa futura película. Lo suyo es foto a foto, y si bien su gobierno arrancó con mal pie, cuando Ginés González minimizó al Covit-19, puede hacer alarde de haber reaccionado a tiempo y adoptado las decisiones necesarias para aplanar la curva en la medida de lo posible. De eso habló Alberto Fernández el viernes al anunciar la prórroga de la cuarentena. En el gobierno piensan que fue una de sus exposiciones más logradas, al punto tal de exhibir su perfil didáctico: se puso el traje de profesor de la UBA y salió a explicar gráficos que justifican la continuidad de la cuarentena.
El análisis de los mismos muestra en el caso argentino curvas que van creciendo de manera paulatina, pero con números que no son bajos. Con menos habitantes que España, al día 39 Argentina tenía 1.975 casos detectados, cuando ese país acumulaba menos de la mitad (674). Lo mismo con los muertos: nosotros tenemos, al día 39, 82, cuando España contaba 30. Habrá que tener en cuenta que en España la situación comenzó a escalar al día 41, cuando se duplicó a 1.231, y cuatro días después llegaba a 3.146. Con los muertos la disparada vino a partir del día 46, cuando computaron 196; dos días más tarde saltaban a 533. Y dos meses después del primer caso, llevan 15.970. Esos datos son los que indican que la peor decisión hubiera sido dejar justo ahora la cuarentena.
Con nuestros vecinos luce más claro el acierto de las medidas adoptadas. Con muchos menos habitantes, Chile tenía 6.501 casos al día 39, tres veces más que la Argentina, y Brasil superaba entonces los nueve mil. Pero acá influye uno de los puntos flacos que exhibe la pelea contra el virus en nuestro país: el bajo nivel de testeo. En Corea del Sur, país que ha estado a la vanguardia en la manera de enfrentar este mal, se hacen 20.000 testeos diarios; aquí estamos en los 6 mil por mes.
Precisamente esa fue la única pregunta que no contestó el Presidente durante la conferencia de prensa del viernes. Ante la consulta de la agencia Bloomberg, habló de “recursos limitados ante necesidades infinitas”.
Una suerte de testeo fue el que se hizo en los días previos al anuncio de la continuidad de la cuarentena, al dejar trascender un supuesto relajamiento. Sirvió para que muchos se imaginaran el 13 de abril retornando de alguna manera a la vida habitual, cuando lejos estamos de esa instancia. Habrá que recordar que, como dijimos hace una semana, eso no sucederá sino hasta que exista una vacuna. Y todavía falta no menos de un año.
El problema está en lo que vaya a suceder con la economía hasta entonces. Así como el gobierno se ha mostrado idóneo hasta ahora para enfrentar la crisis sanitaria, atendiendo las recomendaciones de un equipo de expertos con los mejores representantes del país en la materia, no pasa lo mismo en materia económica. Por el contrario, es allí donde más similitudes se observan con el gobierno anterior, que tuvo en la economía su principal talón de Aquiles. Propios y extraños reconocen como un error del macrismo haber diversificado el área económica en tantos sectores, sin una cabeza visible que administrara el manejo general del tema. Es lo que pasa con este gobierno, que ha puesto un ministro de Economía cuyo expertise por el cual fue convocado pasa por el manejo de la deuda, repartiéndose el resto de la cuestión entre otros integrantes del gabinete. Resulta imperativo que el Presidente convoque a un equipo de especialistas que ayuden a pensar cómo salir del desastre que dejará esta crisis, pero también en cómo diagramar el día a día en el mientras tanto.
A propósito de la deuda, el tema ha pasado a un segundo plano, aunque sigue siendo tan preocupante como siempre. Y los tiempos se acortan. Tras el anuncio de la semana pasada de reprogramar por decreto los pagos de bonos de jurisdicción local, la cuenta regresiva para el resto de la deuda se acelera y el próximo 22 de mayo, si no hay acuerdo con los acreedores la Argentina entrará oficialmente en default. Hoy hay en el gobierno quienes afirman en privado que “el default es mejor que un mal acuerdo”, pero el Presidente seguiría rechazando ese desenlace. Aunque las circunstancias han hecho muy difícil una salida.
Con todo, la obsesión en materia económica debe pasar hoy por la coyuntura. Y los datos están lejos de ser alentadores, con una economía que ya venía mal, como detallan datos del INDEC que muestran que en febrero la construcción cayó un 22,1% y la industria bajó un 0,8% ese mismo mes, cuando aún no impactaba la crisis sanitaria.
Ni qué decir de la actividad turística, que ya caía en el primer bimestre del año (3,4% los arribos de turistas extranjeros y 16,6% los viajes al exterior), antes de colapsar definitivamente en marzo.
Hay más: la Federación de Comercios e Industria de la Ciudad de Buenos Aires anunció que solo el 40,3% de las pymes pudo pagar los sueldos de marzo en tiempo y forma. Esta situación se amplifica -en algunos casos para peor- al llevar la mirada al resto del país.
La emisión monetaria es un recurso muy conocido aquí, al que están apelando todos los países para enfrentar esta crisis inédita… Sin los peligros que ya sabemos se ciernen sobre nuestra economía. Solo en el último mes alcanzó aquí el 30% de nuestra base monetaria; cuando esta situación llegue a su fin el gobierno deberá arbitrar las medidas con absoluta precisión y celeridad, de modo tal que esa cantidad de dinero impresa no desate una hiperinflación.
El Estado necesita recursos y es en este contexto que desde el kirchnerismo surgió una propuesta para avanzar sobre los grandes patrimonios. El proyecto forma parte de un paquete de tres proyectos atribuidos a Máximo Kirchner y del que el Presidente pareció anoticiarse durante el reportaje que le hizo el periodista Horacio Verbitsky. Entre ellos había uno que apuntaba a cobrarles un impuesto extra a aquellos que blanquearon en 2017, y sonó como respuesta a los reclamos para descontar sueldos de la política. Los proyectos se fusionaron ahora en uno que está redactando el diputado Carlos Heller y que se espera llegue al Congreso esta semana,
“Hay que salvar a las empresas para salvar a los trabajadores; no jodan con nuevos impuestos”, retrucó el economista Carlos Melconian, de buen diálogo con Alberto Fernández. Llamó a dejar de lado la grieta y como prueba de buena voluntad sugirió que “se corran” las ideas liberales, como así también dejar de lado “las ideas heterodoxas inventoras de la pólvora, creadoras de impuestos”.
Por ese andarivel intentó hacer su camino un proyecto que muchos interpretaron era el de Máximo, pero en realidad correspondía a un grupo de diputados de extracción sindical, que sugería implementar un tributo especial a quienes tuvieran bienes que superen los diez millones de pesos. Al dólar oficial, poco más de 150 mil dólares… Un monoambiente en Capital. Facundo Moyano, que figuraba entre los firmantes, salió a desligarse rápido, mientras que los kirchneristas Vanesa Siley y Hugo Yasky admitieron haberlo suscripto, como “un aporte a la discusión”. La redacción correspondió al diputado Carlos Cisneros, un tucumano del gremio bancario que ante el ruido que generó terminó retirándolo el mismo día en que se conoció, para que haya un solo proyecto del bloque y hacer los aportes durante la discusión en comisión.
Eso, si el Congreso sale algún día de su parálisis.