En medio de una profunda crisis política, social, económica, sanitaria, llevada a extremo por la irrupción de la terrible pandemia china del COVID-19, las estructuras mismas de la democracia brasileña están enfrentando un desafío colosal ¿Logrará la democracia más grande de nuestro continente enfrentar exitosamente este debacle y titularse finalmente como una democracia sólida en el club de países del mundo occidental, o sucumbirá en un mar que enfrenta las características de una tormenta perfecta? Tiempos más que difíciles, con un presidente que ha mostrado grandes logros en temas tan importantes para el país como la economía, el desempleo, la seguridad pública, pero que no se destaca por sus dotes de estadista, que es impulsivo, ofensivo, y poco paciente. Brasil es hoy en día el país en nuestro continente que, después del Ecuador, tiene el promedio más alto de muertes por millón de habitantes, debido al coronavirus chino.

Jair Bolsonaro se aferra al modelo sueco y está decididamente contra las cuarentenas masivas, enfrentado justamente por este motivo con la mayoría de los gobernadores de su país, especialmente con sus enemigos políticos, como lo son los gobernadores de San Pablo y Rio de Janeiro, dos de los Estados más ricos del país. Bolsonaro alienta a volver al trabajo para salvar la economía, bajo el argumento que el desempleo mata tanto como el virus. “Esta historia del lockdown es un fracaso que va a quebrar al Brasil. Es mentira que habrá recuperación económica. Seremos un país de miserables, hay que enfrentar el virus con coraje, morirán muchos, lamento, lamento, pero morirán más destrozados por hambre, la miseria y la falta de empleo”. Llama enormemente la atención que estos polémicos, provocadores mensajes de Bolsonaro se vean corroborados en estos días justamente por la UNICEF, en boca del director ejecutivo de ese organismo para el Reino Unido, Sacha Deshmulch, que advierte que el encierro obligatorio podría matar a más niños que el coronavirus. La cifra podría llegar hasta los 1,2 millones de víctimas por causas prevenibles en los próximos 6 meses en todo el mundo, especialmente en los países en desarrollo. La causa sería el impacto del cierre de la economía que traería como consecuencia la falta de alimentos, de servicios médicos adecuados, lo que haría aumentar la malaria, neumonía o diarrea, superando con creces cualquier amenaza del coronavirus. Las tasas de mortalidad infantil podrían subir hasta en un 45% . Dichas cifras están respaldadas también por un análisis de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins. Por su parte el jefe de salud de la Unicef, Dr. Stefen Petersen, advirtió que las restricciones extremas que se aplican en varios países del mundo no son una forma efectiva de controlar el COVID-19 y podrían tener repercusiones mortales sobre todo en los sectores más pobres de la población.

A toda esta compleja situación a la que se enfrenta el gobierno de Jair Bolsonaro, que amenaza no solo la estabilidad de su gobierno, sino su propia permanencia en el poder, se suma la abrupta ruptura con su super ministro y apoyo invalorable, la del famoso juez brasileño Sergio Moro, quien fuera figura fundamental para obtener la presidencia del país.

Como consecuencia de las graves desavenencias, acusaciones mutuas y denuncias por parte de Moro, este último presentó el día 24 de abril su renuncia, alegando, en un amargo discurso de despedida, los motivos de su alejamiento del importante ministerio de Justicia y Seguridad Pública del Brasil. Acusa a Bolsonaro de haber cesado en su cargo al jefe de la policía federal, persona de toda confianza de Moro, de obstrucción de la justicia, de corrupción pasiva y de interferencias políticas en la lucha contra la corrupción. “Tengo que preservar mi legado”, dijo Moro al anunciar su dimisión agregando la lapidaria frase: “Hay valores superiores a la lealtad personal”. La realidad es que al ex super ministro le cabe toda la razón en muchas de sus denuncias y es obvio que no quería incinerar su excelente imagen y sus aspiraciones políticas que van encaminadas al puesto más alto de la República. Hace tiempo ya que Sergio Moro es la personalidad pública más destacada y admirada en el Brasil. A pesar que aún no quiere admitirlo abiertamente que aspira a candidatearse al Planalto, hay ya todo un movimiento en su entorno que lo está presionando para que se decida y comience con la campaña. Familiares, amigos importantes, políticos, personalidades del mundo judicial así lo están convenciendo, más y más. ¿Nace un candidato serio para la presidencia del Brasil?

La presión de Bolsonaro para sustituir al jefe de la Policia Federal Brasileña, se debe a que, como el propio Presidente lo dijera, necesita en el puesto a un hombre que le informe directamente de todos los importantes temas de investigaciones criminales del país, sean estos de carácter criminal, narcotráfico, inteligencia policial y también, y esto no lo dice abiertamente, acerca de sus enemigos políticos y de las investigaciones en curso en contra de miembros del llamado “Clan Bolsonaro”, que incluye a varios de sus hijos. Un clan en el corazón del poder en Brasil. Entre ellos a Flavio, licenciado en Ciencias Políticas y actual senador; Carlos, actualmente diputado y licenciado en Ciencias Aeronáuticas y Eduardo, hoy en día diputado federal, el candidato más votado en la historia del país al conseguir 1,84 millones de votos por el Estado de San Pablo. Ninguno de los tres hijos llega a los 40 años y los tres están bajo investigación por sospechas de varias irregularidades, lo que explica también el interés de Bolsonaro de cambiar al jefe de la Policía Federal, para estar enterado de primera mano de las investigaciones, hecho que molestó enormemente a Moro, quien fiel a su trayectoria de juez implacable comentó al respecto: “La interferencia política puede llevar a relaciones impropias entre el Director de la Policía Federal y el Presidente de la República.” Bolsonaro en una conferencia de prensa replicó duramente al ex ministro: “Nunca pedí blindar a nadie de mi familia, jamás haría esto”.

La relación entre ambas figuras centrales de la política brasileña sigue siendo muy tensa con increpaciones mutuas e insultos de parte de Bolsonaro, como por ejemplo llamarlo a Moro un Judas, también vanidoso y deshonesto, y que no necesita de su aprobación para destituir a altos funcionarios o ministros, y Moro responde con acciones judiciales en su contra.

El hecho político concreto es que las acusaciones de Moro están ya siendo investigadas por la Justicia y bien podrían llevar a un impeachment contra Bolsonaro, un hecho que nadie piensa se pueda concretar en vista de la precaria situación que atraviesa Brasil hoy en día, pero que no podría descartarse del todo. ¿Podrá Sergio Moro que ha podido ser el verdugo de presidentes en el Brasil como Lula, Dilma Rousseff, llevar a Bolsonaro, ahora su enemigo, a un impeachment, despejando así el camino para ser el próximo presidente del Brasil? Lo que sí es Moro actualmente para Bolsonora es un “juez pesadilla”. Sin embargo el presidente cuenta aún con un respaldo del 34 % de la población, una cifra nada desechable en esta crítica situación del país, sumado al apoyo de un importante sector de las fuerzas armadas. Más de un 50 % de la población rechaza enfáticamente una destitución de Bolsonaro.

Nada fácil gobernar en estos momentos el país para Jair Bolsonaro. Aparte de la crisis política motivada por el conflicto con su exministro Moro y las duras críticas de la mayoría de los gobernadores que le echan en cara el priorizar la economía y rechazar medidas extremas urgentes de confinamiento en pro de la salud pública, enfrenta una dura conjura política interna y externa muy bien orquestrada por las fuerzas de la extrema izquierda nacional e internacional, que no le perdonan el representar un gobierno de centro-derecha. El ex presidente Lula da Silva, como era de esperar, está detrás de la formación de un grupo de choque compuesto por ex ministros de su gobierno, asesorados por el Foro de San Pablo, conspirando desde las tinieblas para derrocar la actual administración y promover un golpe de Estado. También los grandes medios de comunicación del país, O Globo y Folha de San Pablo están en campaña diaria en su contra, y como si esto fuera poco las redes sociales Twitter y Facebook se atreven a censurar y bloquear videos y comentarios de Bolsonaro que critican la contradictoria posición de la OMS. Un hecho gravísimo que debería ser denunciado por los rasgos orwellianos que conlleva.

Mientras tanto la posición del juez Sergio Moro gana día a día convirtiéndose en figura clave de una nueva política en el Brasil. Le llueven elogios dentro de su país y del exterior. Moro cuenta con una brillante carrera desde sus inicios como magistrado en su ciudad natal de Curitiba. En el espectacular Lava Jato logró la valiente hazaña de llevar a prisión a 165 prominentes políticos y empresarios, totalizando condenas por 2.200 años en un proceso que el propio Ministerio de Justicia de los EE.UU. considerara “como el mayor y más exitoso de todos los procesos contra la corrupción conocidos en el mundo”. Todo esto nos lleva a pensar muy en serio que Brasil ya tenga un fuerte candidato para las próximas elecciones del 2022.

En los despachos y escritorios de Moro a través de su larga carrera no dejan de estar siempre presentes dos estatuillas: una, la de Sherlock Holmes y la otra la de Ruy Barbosa de Oliveira (1849-1923), un héroe de las libertades civiles en el Brasil, político, jurista, escritor, cuyo axioma más conocido ha sido: “La peor de las democracias es mil veces preferible a la mejor de las dictaduras”.