A estas alturas, el gobierno sigue profundizando la crisis económica y no se da cuenta que el confinamiento en lugar de salvar vidas va a provocar un quebranto generalizado en la economía, lo que llevará la pobreza y la marginalidad a niveles asfixiantes.
Mientras más restrictiva sea la pandemia, peor será la cantidad de unidades económicas que no podrán continuar funcionando y más lenta la recuperación de las que puedan subsistir.
La política de asistencia crediticia para que las empresas puedan seguir adelante con sus negocios, convertirá en un páramo al mercado local, propendiendo a la concentración económica y favoreciendo a unos pocos que ganaron con la especulación financiera.
Ni los quebrados podrán devolver los préstamos ni los sobrevivientes podrán reiniciar la actividad, simplemente porque no habrá consumidores. Lo que no se alcanza a entender es que cuantas más empresas desaparezcan, mayor será la cantidad de personas desocupadas, por más que les prohíban despedir.
Despidos habrá igual porque las empresas cerrarán y los trabajadores deberán ir contra lo que quede de la quiebra. De esta forma, el gobierno se encuentra inmerso en un círculo vicioso donde las restricciones traerán más restricciones y donde desparecerá no sólo muchas empresas sino con ellas también el espíritu emprendedor de sus creadores, algo que no se renueva.
La duda es si todo esto forma parte de un plan económico prohijado en las entrañas del peronismo para hacerse del control de la economía, a través de la compra de empresas absolutamente devaluadas.
Como quiera que fuere, el resultado de la deuda es anecdótico porque ni el gobierno podrá cumplir con los postulados acordados con el FMI y los acreedores, lo cual le augura un nuevo default, ni tampoco podrá controlar una economía, con un desempleo y una inflación disparada a niveles escalofriantes, lo cual va a disparar un peligrosísimo incremento de la tensión social.