La grosería de Dady Brieva, pidiéndole al presidente que avance decididamente hacia la imposición de un régimen igual al de Venezuela (“seremos Venezuela sí o sí”) no debería ser tomada ni liviana ni aisladamente. Estoy seguro que muchos, apoyados en la fantochada que de su propia persona ha hecho este cómico hace ya varios años, están tentados a descartar todo lo que provenga de su boca. Error.
Lo que personajes como el impresentable de Dady Brieva opinan en público (como otras veces pueden ser D’Elía o Grabois) es lo que barrunta en el más rancio pensamiento castrochavista del cristinismo.
Ese caldo de odio utiliza las características caricaturescas de estos personajes, precisamente para ir instalando las ideas de la mano de individuos poco creíbles pero que mantienen cierto predicamento entre la gente y de ese modo aumentar de a poco el avance de sus objetivos de dominación.
En estos últimos días la ofensiva fascista ha sido muy notoria. Grabois le presentó al presidente -y éste dijo que lo iba a estudiar con detenimiento- un programa basado en la constitución peronista de 1949, que básicamente impone una reforma agraria y la confiscación de 750 mil millones de pesos por año durante cuatro años para ser entregados a organizaciones sociales, cooperativas y consorcios populares (¿?) en una orgía millonaria ideal para punteros y mafiosos.
Grupos izquierdistas, chavistas y kirchneristas, que responden a la comandante de El Calafate, subieron ésta semana a la red social Twitter el hashtag #EsAhoraAlberto para presionar por reformas radicalizadas, de estilo venezolano, completamente revanchistas y cargadas de resentimiento (aunque usando una vez más, claro está, las creaciones tecnológicas que solo hace posible la idea que ellos quieren dinamitar, esto es la democracia liberal).
La iniciativa reconoce tácitamente el aprovechamiento espurio de la pandemia para alcanzar los fines de dominación castrista que persiguen, tomando la oportunidad que les dio esta “emergencia” caída del cielo: a poner todos cara de culo y, “señores, a encolumnarse que estamos ‘en guerra’ contra un enemigo oculto”. Ese aprovechamiento surge claramente de la consigna etiquetada “es ahora”.
También en estos días -para seguir con la idea de que todo, incluido el exabrupto de Brieva, hay que ponerlo en un contexto- se recargó el uso de la aplicación “Cuidar” que es obligatoriamente necesaria para bajar los permisos de circulación CUHC (me dan ganas de vomitar cada vez que me veo obligado a citarlos).
Para poder trabajar es necesario tener un permiso del Estado. Ese permiso está metido dentro de una aplicación de Internet (de nuevo valiéndose de los inventos de la democracia liberal) que contiene, oculto, un dispositivo de geolocalización que permite el seguimiento personal desde el teléfono celular de cada uno.
Pero las barbaridades no terminan allí. Antes de poder darle “enter” a la aplicación para poder bajarla e instalarla el sistema le pide al usuario que de un conforme a los términos y condiciones de uso. Cuando uno lee esos términos y condiciones siente cierto frio correr por la columna vertebral.
La cuestión de la peligrosidad no queda limitada solo a la geolocalización individual de cada usuario sino que, por la aceptación de su uso, uno presta conformidad a que todos los datos de la base telefónica puedan ser archivados en una base de datos estatal que no queda limitada al área de salud sino que ésta la puede compartir con cualquier otra agencia estatal. Así como lo escuchan.
Resulta sumamente grave que el estado extorsione a ciudadanos privados que están desesperados por trabajar para generar ingresos que les permitan subsistir con el uso obligatorio de una aplicación que permite el seguimiento personal y el almacenamiento en áreas estatales de datos, conversaciones, emails, fotos y mensajes absolutamente privados.
Venezuela, el modelo exigido por la cabecera de playa Dady Brieva, utilizó coincidentemente el mismo procedimiento con el “Carnet de la Patria” (estos regímenes siempre utilizan la palabra “Patria” en todas partes) que se necesitaba obligadamente para poder comprar alimentos.
El silogismo es este: “Para vivir tenés que comer > para comer necesitas el Carnet de la Patria > el Carnet de la Patria tiene un dispositivo para seguirte y para archivar tus datos: ergo > para vivir me tenés que entregar tu libertad”. Igualito que aquí.
Entonces, una vez más, no hay que tomar en broma lo que dice Brieva (reclamando la remoción de jueces, fiscales, la toma de los medios de comunicación y la censura a periodistas): hay que tomarlo con la seriedad que se deriva del hecho de poner sus declaraciones dentro de un contexto de muchas otras cosas que están pasando al mismo tiempo y provenientes del mismo lugar.
Todo esto no es nuevo para muchos que lo venimos advirtiendo desde hace rato. Es hora de terminar con el maleficio de que, quien dice una verdad a destiempo, es igual a que estuviera equivocado.