Para regocijo de los periodistas, volvió a hablar el exjuez de la Corte Suprema y fanático militante K Eugenio Zaffaroni. La verdad, uno no sabe por dónde empezar.
Por un lado, dijo que los medios de comunicación que no están controlados por el Estado tenemos “la función de un partido único”, equivalente “al partido de Hitler”. Y pidió, por supuesto, volver a regular por ley los medios, como quiso hacer CFK.
No sabemos si semejante tontería es producto del extravío de Zaffaroni o si es la reacción profunda y sincera de alguien que, al fin y al cabo, no juró como juez por la Constitución sino por los estatutos de la dictadura fascista que lo designó.
Unos datos para que anote Zaffaroni, a ver si se entera de una vez sobre quién sí, efectivamente, “reguló” los medios: en 1933, cuando Hitler subió al poder, había 4.700 periódicos independientes en Alemania. Para 1941, los nazis habían cumplido el sueño de Zaffaroni de aniquilar los medios no oficialistas, y el 80% de los diarios ya tenían directores nombrados por Joseph Goebbels, el jefe de la propaganda nazi. La editorial Eher, del partido Nazi, se convirtió en la más grande de la historia alemana. Y tenían el monopolio de la radio y el cine.
Goebbels decía algo que Zaffaroni tal vez firmaría con las dos manos: “Cualquier hombre que aún conserve algo de honor deberá tener mucho cuidado de no convertirse en periodista”.
Por otro lado, Zaffaroni volvió a hablar, con alarmante ignorancia, de la “fuga” de divisas, el término que usa el kirchnerismo para dar la idea de que todos los que compran dólares lo hacen ilegalmente y se lo llevan al exterior. Se refirió al listado que el domingo publicó Horacio Verbitsky, como si se tratara de un delito.
Y dijo, escuchate esta, que “la fuga es un genocidio por goteo”. Banalizate algo, Zaffaroni.
Al garantista Zaffaroni no le preocupa que el Banco Central viole la confidencialidad bancaria para escrachar a personas que operan en blanco (si no no estarán registrados por el Banco Central) y que no necesariamente se llevan ese dinero afuera.
Es múltiple la hipocresía de Zaffaroni. Él mismo tiene o tuvo dólares afuera. Él mismo declaró en 2003, cuando Néstor Kirchner lo puso en la Corte, que tenía cuentas en Suiza, Brasil y España. Dio justificaciones que nadie les pregunta a los escrachados de hoy.
Sus líderes políticos también son grandes fugadores, en los términos que usan los propios kirchneristas. Néstor Kirchner, por ejemplo, compró 2 millones de dólares en octubre de 2008, que era el límite mensual de entonces. Esa es una operación reconodica por los K. Debe haber habido muchas más. Con un agregado: Néstor era entonces esposo de la presidenta y tenía una obvia línea directa con el presidente del Banco Central.
Ni que hablar de la lideresa de Zaffaroni. Como resaltó hoy el periodista Carlos Pagni en La Nación, la propia Cristina Fernández escribió, en la página 154 de su libro “Simplemente”, que el 26 de febrero de 2016, dos meses después de dejar la Presidencia, por desconfianza en el gobierno y temor a una devaluación, pasó “varios millones” de plazos fijos en pesos que tenía en el Galicia a dólares que guardó en una caja de seguridad.
En 2012, cuando ella manejaba el Banco Central, Cristina había hecho un circo mostrándose como ejemplo al pesificar ahorros que tenía en dólares. Pero, como vemos, apenas dejó el gobierno, volvió a hacer lo que hacen los argentinos de a pié: irse al dólar.
Para los kirchneristas que escrachan a personas violando el secreto bancario del Banco Central, eso es un “fuga” de dólares, un genocidio por goteo, según Zaffaroni. Aunque, claro, Cristina no aparece en las listas negras de la inquisición financiera K, pese a que cubren el período 2015-2019.
Se fue al pasto Zaffaroni: en una misma entrevista nos trató de nazis a los medios no oficialistas que él quiere regular y encima termina poniendo a su jefa política en el lugar de los genocidas.