Todo parecía perdido. Parecía perdida la Revolución de Mayo con el sentido democrático que se había expresado en Mariano Moreno. Parecía perdida la unidad de la patria como consecuencia de las contiendas internas. Parecía perdida la guerra por la emancipación americana. Prácticamente, el país no existía.
El país que en 1810 se manejaba con autoridades propias, que había armado ejércitos para luchar dentro de sus fronteras y enviarlos en ayuda de los pueblos hermanos, que en la Asamblea del Año XIII dispusiera la acuñación de moneda y la oficialización de un canto que afirmaba su soberanía, ese país, desalentado por los reveses y las desinteligencias entre sus hombres directivos, no presentaba ninguno de los rasgos que habían podido dar, si no la certeza de una realidad, el tono de una esperanza al anuncio del himno: “¡Se levanta a la faz de la tierra una nueva y gloriosa nación!”
Las Provincias Unidas del Río de la Plata no eran una federación ni un organismo unitario. Recelosas de Buenos Aires las que no estaban en abierta pugna con ella, casi todas se hallaban encerradas en sus propios problemas. En la postración o en la indiferencia se borraban las huellas de una gesta que ya había dado héroes y mártires, de una revolución que ya tenía su doctrina. Para cumplir un mandato, fue convocado el Congreso de Tucumán. Sin entusiasmo eligieron los pueblos sus diputados, sobre los que descargaron una responsabilidad tremenda: dar una forma política a un cuerpo desarticulado.
No todos los representantes llevaron a Tucumán una idea precisa acerca del destino que debía señalarse para lo que había sido el virreinato, pero muy pronto revelaron la decisión común de dar al territorio una fisonomía personal entre todos los que en esa hora del mundo ofrecían características nacionales. El Congreso se dio un reglamento, incluyó en su temario la declaración de independencia, pero luego fue demorando este punto fundamental, trabado en su acción por la duda sobre el mejor sistema a adoptar. República y monarquía se enfrentaron en los ánimos de aquellos congresistas. La mayoría se inclinaba por el establecimiento de una especie de regencia con la restauración del trono de los incas.
Ese propósito, simpático a Belgrano, no era rechazado por San Martín, que desde su campamento en Mendoza, pronto para cruzar Los Andes, quería, sobre todo, la legalidad de una bandera. Los dos grandes argentinos aspiraban a que de una vez por todas, el país diese sus instituciones, seguros de que la presencia de un monarca no impediría la formación de una conciencia democrática.
La monarquía volvía a extenderse por la tierra y era oportuno ponerse a tono con la hora. Era necesario, además, recuperar el crédito americano ante Europa, perdido como consecuencia de los desórdenes entre las fuerzas nativas del nuevo mundo. Por un instante, la forma de gobierno pasó a segundo plano.
El 9 de julio de 1816 nadie prestó atención a esa realidad. Lo urgente, entonces, era declarar la independencia, que se juró con emoción y con coraje. Quedaban rotos legalmente los vínculos con todo poder extranjero. Poco más tarde, advertidos de que existía un país nuevo, la corriente general se encauzó de nuevo hacia lo monárquico, hasta que surgió, vibrante y poderosa, la voz de fray Justo de Santa María de Oro, con cuya palabra se salvó la república y, con ella, el espíritu de la Revolución de Mayo.
Tres nombres –Belgrano, San Martín y Oro- quedaron indisolublemente unidos al Congreso de Tucumán. El creador de la bandera y el Libertador cortaron con el filo de sus espadas los hilos que ataban a los congresistas a indecisiones que se traducían en demoras en esos instantes en que obrar era lo urgente.
Fray Justo de Santa María de Oro vio, por encima de las conveniencias internacionales de una época, el avance de un pueblo en la progresiva conquista de sus derechos y la figura austera de su presidente, don Francisco Narciso de Laprida.
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Si?, y ahora como nos sacamos el tapabocas?
Ayer 9 de julio y el Presidente de la Argentina preocupado al iniciar su discufrso de ponerle a Radio Nacional el nombre de Meredes Sosa , habla de Odiadores Seriales y saluda a Todos, Todas y Todes. Pregunto puedo esperar algo bueno de esa persona que dice ser el que Gobierna???????