Si bien soy ateo por convicción, y una fehaciente prueba de ello la constituyen varias de mis obras editadas explicando mi posición de descreído, no por ello puedo estar de acuerdo con tanto manoseo de los cuatro libros añadidos a la Biblia hebrea apreciados por los seguidores que aceptan a un Salvador.
     Parece ser que, en materia de literatura, hoy en día, uno de los temas favoritos más manoseados y rentables son las citadas cuatro Buenas Nuevas (alias: Evangelios judeocristianos).
     Proliferan cada vez más los libros y libritos que, con invenciones espurias, denostan "embarrando"  a más no poder a un personaje tenido por un Dios ( con mayúscula) por más de mil quinientos millones de fieles en el mundo (unos novecientos millones de católicos, mientras que los demás pertenecen en medida desigual a distintas sectas denominadas protestantes de alrededor de cuatrocientos cincuenta millones, más los ortodoxos (algo más de ciento sesenta millones). (Esto, según el Diccionario Enciclopédico Planeta, página 484).
     También yo he incursionado en estos temas y soy autor de libros críticos sobre cristianismo, pero creo no haber caído en exageraciones garrafales como lo hacen los actuales autores sobre temas evangélicos, unos detrás de otros. No es que, en mi caso, "el muerto se se asuste del degollado", pues me he cuidado de no cometer excesos tales como considerar que la bíblica María Magdalena fue concubina de Jesús; que este mismo personaje haya sido "un borracho, glotón, y... ¡nada más ni nada menos que un jefe de una banda de los rebeldes zelotes, dispuesto a luchar contra Roma, quien con cierto "ejército" provisto de espadas y todo, hizo frente a la soldadesca del gobernador Poncio Pilatos, con todo un ejército que acudió al Monte de los Olivos para prenderlo; que Jesús era un drogadicto con adicción al "hongo sagrado" alucinógeno ( amanita muscaria). (Véase a propósito Radiografía de la Biblia , de Alexander Curtis, Editorial Dunken, Buenos Aires 2005).Que Pilatos tuvo algún remordimiento por su sentenia (para quién Jesús, el nazareno, no era más que un pobre diablo agitador religioso de multitudes que ponía en peligro la tranquilidad de su terrritorio); que Jesús fué fruto de un rito sexual en honor de una diosa pagana y otras invenciones espurias;. (Véase: Fernando de Orbaneja; Jesús y Maria, Ediciones B, 2006.
     Una cosa es desmentir las creencias milenarias desperdigadas entre la humanidad y otra es la denigración de los credos más extendidos por el Globo, en forma barata.
     Hay, desde luego, argumentos más racionales que invalidan la creencia en un Dios (con mayúscula) o en miríadas de dioses (y diosas) con minúscula, sin necesidad de caer en lo baladí.
     Creo que, el respeto por las religiones debe primar ante todo, al mismo tiempo de exponer argumentos sólidos que anulan toda visión sobrenatural del mundo que habitamos, como es mi caso siendo ateo.

Ladislao Vadas