Por donde se mire, la Argentina, empezando por su gobierno, está inmersa en un chiquitaje pocas veces visto. No hace falta más que ver las noticias del día.
Es difícil imaginar otro país en el que el presidente, el gobernador la provincia más grande y el jefe de gobierno de la capital de un país macrocefálico se junten para debatir si permiten que algunos bares más o menos pongan mesas en ciertas calles de una ciudad. O si permiten que se vuelva a trabajar en construcciones a las que les falten menos de tres meses para ser terminadas. Los encuentros entre Alberto Fernández, Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof parecen el sueño hecho realidad de un burócrata desquiciado.
Nosotros porque ya estamos acostumbrados, pero imaginar a Bolsonaro, Trump, Merkel o Macron desperdiciar una tarde en semejante pequeñez es imposible.
Allanar por una cuarentena que no existe
Del mismo modo, es imposible entender que una Justicia colapsada, que demora años en resolver procesos de todo tipo, se entretenga en allanar la casa de un expresidente para ver si éste violó las normas de una cuarentena dictadas por un gobierno que niega que haya una cuarentena. ¿En qué habría consistido la violación? En una reunión que Mauricio Macri mantuvo con cuatro intendentes de su partido.
¿Alguien se imagina que a Michel Bachelet o a Barack Obama un juez les inicie un proceso para castigarlos por no usar barbijo o no quedarse encerrados en su casa? ¿Por qué a nosotros ya no nos sorprende?
No se trata de cargar las tintas sobre nadie. Tal vez al fiscal que ordenó el allanamiento también le haya parecido ridículo desperdiciar el tiempo así, pero quizás pensó que, si no diligenciaba los trámites que dispara cualquier denuncia, él mismo podría ser cuestionado por favoritismo o algo así.
Sin celu, pero con el pelo cortito
El problema, en realidad, está en nosotros, en todo lo que hemos terminado por incorporar a nuestras vidas como cosas normales. La pequeñez en la que estamos perdidos sin que nos demos cuenta no está sólo en la política, en la justicia.
En la economía está a la orden del día. Si hay mishiadura que se note, es el lema. El gobierno quitó del programa Ahora 12 (que ya es en sí mismo un certificado de pobreza del país sin crédito) los celulares. Es decir, que no se puedan comprar celulares con el Ahora 12. ¿La razón? Que al Banco Central le quedan muy pocos dólares. Y cada vez que alguien compra un celular armado en Tierra del Fuego las armadoras que hay allí piden dólares para importar las piezas con las cuales armar un nuevo celular.
O sea: en Argentina hoy buena parte de la burocracia de varios ministerios está entretenida en este tipo de cosas, que ocultan el verdadero problema: si hemos llegado al punto en que no se pueden importar las partes de un triste celular, entonces estamos liquidados y todo esto no funciona más.
El descenso en los niveles de patetismo, eso sí, está garantizado: el Ahora 12 no servirá para comprar teléfonos pero podremos pagar la peluquería, como anunció el presidente Alberto Fernández hace unos días. ¿Alguien imagina a Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, anunciando algo parecido? Ok, ya sabemos que no somos Canadá. Pero al menos tratemos de recordar quiénes quisimos ser y no aceptemos la indigencia política como normal.
Si no, somos esta rana que se va cocinando a fuego lento: un día ya no se importan libros con la excusa de que podrían tener plomo en la tinta; otro día lo dedicamos a debatir el efecto de pagar Netflix en el cupo de 200 dólares ahorro que tenemos soviéticamente asignado. Una mishiadura dentro de otra mishiadura.
En la siesta eterna
Necesitamos algo más que todo este subsuelo, este aire viciado, esta siesta eterna. Si Alberto Fernández quiere seguir decidiendo qué bar puede poner una sombrilla en la vereda y cuál no y si a Horacio Rodríguez Larreta le gusta entretenerse con eso, que lo hagan. Si el Banco Central necesita defender sus reservas no de los grandes capitales internacionales sino de los millones de argentinos a los que el gobierno les paga en forma descontrolada el IFE con billetes sin respaldo impresos por el propio Central, que se defienda.
Pero la Argentina necesita otra cosa. Necesita que sus políticos se junten y ratifiquen que los principios y derechos más básicos establecidas en la Constitución se van a respetar gobierne quien gobierne. Porque eso es lo que hoy está en duda y frena cualquier movimiento en esta paz de los cementerios. Necesitamos que Alberto Fernández nos cuente de una buena vez qué piensa hacer, si es que lo sabe.
Necesitamos, además, liderazgo: alguien que pueda entusiasmar a una mayoría productiva, capaz de hacer algo, y encolumnarla detrás de un rumbo. Necesitamos gobiernos que funcionen como un equipo y no como un caos de líneas internas que se dedican a sembrar incertidumbre o a poner paños fríos, según quién habla, sin que nadie sepa muy bien quién tiene el poder para hacer realidad sus palabras.
Necesitamos, sobre todo, algo de ambición, un poco de garra, apuntar a lo importante, dejar atrás este vuelo bajo, esta resignación de escalas, esta falta de ganas, esta depresión sin metas, dejar atrás todo este chiquitaje.
Este título calza perfecto para los FCuncionafrios de córdoba. Pregunto, los Periodistas de córdoba tienen ambiciones , le ponen garra , vuelan alto ???????? Porque parece vivimos en Planetas diferentes con éste Periodista. Los Periodistas cordobeses, TODOS SIN EXCELPCIÓN los tiene el Gobierno Facho de córdoba ARRODILLADOS. Dejen de hacer papelones.NO SIRVE NINGUNO.