En el Humor Político y Social que elaboramos mensualmente en D’Alessio IROL – Berensztein monitoreamos cuáles son los principales problemas para los argentinos. El último sondeo muestra que en los tres primeros lugares se ubican la inflación (79%), la inseguridad (62%) y la incertidumbre por la situación económica (62%). Estos resultados corresponden al mes de diciembre 2020, sin embargo, estas tres opciones ocupan ininterrumpidamente el podio de las principales problemáticas desde agosto.
Al adentrarse en los datos, se aprecia que la grieta que existe en Argentina define el orden de las preocupaciones. Es decir, entre los votantes del Frente de Todos y los de Juntos por el Cambio los temas que más preocupan varían. Para los votantes del FDT, las principales preocupaciones son la inflación (69%),el temor a la enfermedad del coronavirus (67%) y la impunidad por la corrupción en el gobierno de Macri (54%). A su vez, para los votantes de JxC son la inflación (90%), la inseguridad (86%) y la impunidad por la corrupción kirchnerista (86%).
Como es de esperar, cada grupo le otorga mayor importancia a la corrupción cometida por el adversario, pero no se inquietan con la corrupción del espacio con el cual se sienten identificados (por eso, en la sumatoria, ambas opciones terminan ocupando posiciones más relegadas en el total general). Se trata de preocupaciones de nicho, que solo afectan a una porción definida de la población. Sin embargo, hay un tema que, a pesar de las diferencias, atraviesa la grieta: tanto los votantes del FDT como los de JxC coinciden en que la inflación es el principal problema.
Los representantes políticos de un país ocupan sus cargos tanto en el Poder Ejecutivo como en el Poder Legislativo para, en teoría, bridar soluciones frente a las demandas de la ciudadanía. En nuestro país, no obstante, ocurre algo singular: el gobierno prefiere ignorarlos temas que generan mayor preocupación entre los argentinos. Al margen de que los datos presentados corresponden al mes de diciembre, la inflación y la inseguridad se ubican recurrentemente entre las primeras posiciones del ranking, en especial la inflación que suele ocupar siempre el primer lugar. A pesar de esto, el gobierno continúa eludiéndolos.
Desde la década de 1950, Argentina convive con índices de alta inflación (experimentando incluso dos episodios de hiperinflación). La última ola comenzó con el final caótico de la convertibilidad y el problema se fue agravando a través de los años. La inflación, que en la década del 2000 era de un dígito, en 2019 fuedel 53,8% (la más elevada desde 1991) y en 2020, a pesar de la hiper recesión provocada por la pandemia y el congelamiento de las tarifas, alcanzó el 36,1%. Para 2021, el Relevamiento de Expectativas del Mercado (elaborado por el BCRA) pronostica una nueva aceleración, con una inflación del 49,8%.
La inflación afecta principalmente a los sectores de más bajos recursos, que no pueden resguardarse ante la perdida constante de valor de la moneda, y, tal como se percibe en el Humor Político y Social de D’Alessio IROL – Berensztein, genera una preocupación permanente entre los argentinos. En los últimos meses sobre todo ha generado ansiedad el aumento en el precio de los alimentos: en 2020 la inflación del rubro alimentos y bebidas no alcohólicas alcanzó el 42,1%, muy por encima del 36,1% que mostró el IPC general.
A pesar de esto, el gobierno se niega a presentar un plan consistente para bajar la inflación y solo ensaya soluciones de corto plazo y respuestas parciales, como el control de precioso el congelamiento de las tarifas (que engendra el huevo de la serpiente de la inflación futura y la inconsistencia macroeconómica). Ninguna de estas acciones brinda una solución de fondo para un problema que se ha vuelto estructural en la economía argentina, y aunque puedan brindar un alivio (efímero) en el bolsillo de los argentinos, generan otros inconvenientes como falta de inversión y escases, tal como puede apreciarse con los cortes de luz durante el verano. Para el próximo invierno hay incertidumbre incluso respecto a lo que pueda ocurrir con la provisión de gas, será necesario importarlo (en un contexto de reservas escasas) pero por el momento el buque regasificador de Escobar no puede funcionar.
Probablemente, lo que para la sociedad es un problema, para el gobierno es una solución, ya que, con la emisión monetaria, en un régimen de alta inflación, financian un gasto publico excesivo, que luego utilizan y direccionan para intentar influir en el comportamiento de los electores estimulando marginalmente el consumo. Desarmar este esquema perverso implica riesgos electorales que el gobierno no está dispuesto a asumir.
Aunque la evidencia histórica demuestra que los planes de estabilización que resultan exitosos generan luego un redito electoral (la UCR triunfó en las elecciones legislativas de 1985, luego de que Alfonsín aplicara el Plan Austral que transitoriamente logró controlar la inflación; y Menem consolidó su poder político durante toda la década de los 90 luego de terminar con la hiperinflación a partir del plan de convertibilidad), el Frente de Todos opta por mantener el status quo sin abordar esta problemática.
Respecto a la inseguridad, la segunda preocupación entre los argentinos, posiblemente la percepción del gobierno sea que todo lo que puede hacerse resultará insuficiente y que, en definitiva, los efectos positivos no se van a percibir significativamente, al menos no en el corto plazo (otra vez el calendario electoral como criterio rector). Por eso, prefieren acotar el daño en vez de encarar reformas que mejoren la calidad de la política pública en materia de seguridad. Así, los constantes “planes” de seguridad que se anuncian tratan únicamente sobre la incorporación de algunos efectivos o la compra de decenas de patrulleros, no se persiguen reformas más ambiciosas que incluyan una transformación de las fuerzas de seguridad y la justicia, o cambios en la legislación.
El fenómeno de la inseguridad en Argentina es tan amplio que la política se ha resignado a no brindar soluciones y a convivir con él. Entre los dirigentes del Frente de Todos pesa también una cuestión ideológica, que lleva en muchos casos a ignorar o al menos subestimar el fenómeno, sin comprender la afección que genera entre los argentinos, principalmente entre aquellos que viven en zonas de alta criminalidad como el conurbano bonaerense.
Los segmentos más radicalizados de la coalición tienen un diagnostico de la inseguridad influenciado por teorías como las de Zaffaroni u otras similares que en vez de buscar castigar a los culpables y generar un sistema de premios y castigos, se basan en el principio de que los hechos delictivos se producen debido a que la sociedad no ha brindado oportunidades de integración a quienes los cometen. Esta concepción, lejos de brindar soluciones, retroalimenta la problemática.
La agenda de la ciudadanía no condice con la agenda de la política. El gobierno prefiere repetir viejos manejos del pasado y colocar parches, en vez comprometerse a resolver aquellos temas que más importan a los argentinos. Se necesita visión de futuro, capacidad de gestión y cierto grado de osadía para encarar cambios profundos que briden soluciones a problemas que se han vuelto estructurales. Nada de esto se percibe, por eso pasan los años y los gobiernos cambian, pero los problemas persisten.