Es curioso que el presidente insista en considerar a GGG como su amigo, un “gran sanitarista”, al que le “debemos todo lo logrado en la lucha contra el covid” (que no se sabe muy bien qué habrá sido, porque lo cierto es que el virus viene ganándonos por goleada ya hace tiempo), y al mismo tiempo se esté esforzando por todos los medios en achacarle la entera responsabilidad por lo sucedido, y en plantear que “ya todo lo que había que hacer se hizo”, pues renunciado Ginés se habría acabado el problema.
Según Alberto, “su amigo” habría sido el único involucrado en el montaje del vacunatorio vip en el Ministerio a su cargo, que favoreció a un gran arco de funcionarios y afines, incluidos unos cuantos que trabajan muy cerca del propio presidente. ¿Se puede inferir que también habría sido responsabilidad exclusiva de Ginés el uso de cientos, tal vez miles, de dosis en distintas jurisdicciones del país para inmunizar a legisladores, funcionarios de áreas sin relación con la pandemia, familiares y amigos?
Pero bueno, es cierto que Alberto no es el único miembro del oficialismo que hace uso de una sinuosa acepción del término amistad: también Horacio Verbitsky lo llamó “gran amigo” cuando le clavó el puñal en la espalda: según el presidente del CELS y decano del periodismo militante, fue el ahora exministro quien lo tentó a pecar; así lo empujó barranco abajo y metió en un berenjenal a un montón de otros “amigos”.
Tampoco es una exclusiva mala costumbre argentina: otro gran amigo de Alberto, su par mexicano, no tuvo mejor idea que recibirlo al pie del avión con una declaración letal, “acá no hay vacunación secreta para los de arriba”.
Como sea, cuando vuelva a Buenos Aires nuestro presidente seguirá lidiando con los coletazos de la crisis, aunque no quiera. Entre otras cosas, porque ellos agravan, y a su vez se realimentan, del internismo que caracteriza a su gestión.
Para que esto fuera así hizo su aporte el despechado Ginés: igual que muchos otros, dentro y fuera del gobierno, anda divulgando la versión de que todo se originó en una operación del cristinismo para hacerlo a un lado y quedarse con la plata de las obras sociales y las prepagas, un sueño que Cristina misma confesó la desvela un par de meses atrás.
El efecto de la crisis en el área de la salud puede terminar siendo ése, porque Carla Vizzoti es muy dócil a las señales y orientaciones que se deciden en el Instituto Patria, y estaría por entrar al Ministerio finalmente, en reemplazo de la misma Vizzoti, quien ahora es vice en provincia y uno de los promotores desde la Cámpora de esa idea.
Fríamente calculado
El presidente profesa tal miedo reverencial hacia la Cámpora que no va a retacearle nada, menos en las actuales circunstancias: es que su pánico se agiganta cada vez que las cosas se le complican y siente que el suelo sobre el que está parado se resquebraja. Así que si ya era difícil desde el comienzo que fuera a frenar a su vice en este tema, ahora las chances de que lo intente se reducen a cero.
Pero no habría que confundir ese posible resultado con una conspiración friamente calculada. La onda expansiva del bombazo que dejó caer Verbitsky fue demasiado potente e indiscriminada, alcanzando también a buena parte del propio kirchnerismo, incluida la Cámpora y figuras muy cercanas a Cristina, como Carlos Zannini, Hugo Moyano y Eduardo Valdés, como para que pueda considerarse fruto de un plan.
Es cierto que el kirchnerismo suele aplicar un trato destructivo aún a sus socios más cercanos, si ve alguna ventaja en jorobarlos. Pero en esta ocasión más que ese comportamiento escorpiónico lo que motorizó la crisis parece haber sido la torpeza e impunidad con que sus capitostes suelen manejarse. Haber creido que podían vacunar por izquierda a cientos de personas y nada se iba a saber, ni nadie iba a protestar, es una nueva y palmaria señal de lo lejos que están de “haber vuelto mejores”.
También demuestra lo mal que les ha hecho que la sociedad aceptara darles la razón frente a sus contendientes, y pese a todas las acusaciones de corrupción y abuso de poder en su haber, devolverles el timón del Estado. Y todo lo que se perjudican a sí mismos cada vez que tienen la oportunidad de disponer a voluntad de recursos comunes valiosos, y no pueden resistirse a aprovecharla, burlando las leyes y las más elementales reglas morales: así, mientras más soga logran tener para satisfacer sus deseos, más rápido terminan en la banquina.
A medida que se complica la operación de encapsular la crisis en Ginés González García, queda más en claro que lo sucedido solo en principio resultó funcional a la intención cristinista, que efectivamente existió y pesó en el desgaste del ahora exfuncionario, de hacerse de un control total del Ministerio de Salud y meter mano en la caja de las obras sociales y de las prepagas.
Porque el gran problema que ahora tienen, tanto el cristinismo como Alberto, es cómo evitar que se reclamen más renuncias desde la oposición, y que el odiado Poder Judicial avance en investigaciones que sigan alimentando la desconfianza colectiva en el plan de vacunación. Lo único que podría evitar esta deriva sería el desplazamiento de todos los involucrados, desde el vamos, como se hizo en Perú ante un caso similar.
Pero el peruano es un ejemplo inalcanzable para nuestros actuales estándares institucionales y hábitos gubernamentales. Algo así hubiera afectado no sólo a Vizzoti, también a unos cuantos funcionarios de otras áreas, rompiendo solidaridades de grupo que son el cemento unificador del Frente de Todos, el único. Y hubiera implicado un golpe muy duro en especial para La Cámpora, que viene cumpliendo las veces de vanguardia promotora del proceso de politización de la vacuna, y se hubiera visto forzada a hacer una limpieza de todos quienes aplican el mismo método VIP en municipios y provincias donde ella administra las dosis como si fueran volantes, entradas de fútbol, o planes sociales.
Como el gobierno no está en condiciones de hacer algo por el estilo, tiene su lógica que pretenda proteger a sus “miembros esenciales”. Y en consecuencia es también lógico esperar que la crisis se prolongue. Y empeore: encima dejaron sus huellas en montones de reparticiones, hospitales, sindicatos, distritos; y como se suele decir, “le pusieron el cuerpo”, ahora llevan la vacuna encima, así que van a tener que recibir, ahora sí públicamente y por recomendación médica, la segunda dosis. Zannini y flia, Moyano y cia, pelen sus bracitos, va a ser todo un espectáculo.
Así las cosas, tal vez pronto la situación cambie y Ginés deje de ser un paria. Al menos podrá decir que ya pagó por sus errores. O mejor dicho, que empezó a hacerlo: no va a tener fácil zafar de la acusación por defraudación, si cae en manos de un fiscal y un juez que quieran hacer su trabajo. ¿Se estará preparando en los despachos oficiales una nueva colección de diatribas y refutaciones contra el fantasmal lawfare?