Cuando observamos lo que viene ocurriendo en el país, hace ya casi 100 años, es sencillo colegir que cada una de las ideas políticas conocidas se levanta sobre una ideología determinada, la cual a su vez se basa en ciertos puntos de partida que no siempre se pueden demostrar empíricamente.
De una u otra forma la clase política nos hunde diariamente en escenarios idealistas que con el tiempo se transforman en quimeras inalcanzables.
Si repasamos la historia del mundo vemos que han existido corrientes como el materialismo que se sustenta en la afirmación que lo material es lo principal y la conciencia lo secundario.
Y a su vez el idealismo que afirma exactamente lo opuesto.
Ni una aseveración, ni la otra, son comprobables.
Aun así, sobre esos fundamentos se construyen los modelos del mundo, cada cual con millones de adeptos que se inclinan a sus principios que por cierto son muy persuasivos.
Ambas corrientes, en cualquier ámbito de la vida, explican el mundo a su manera. Y se puede decir que, a su manera, unos y otros tienen razón y no la tienen.
La enorme ventaja de dichas corrientes es que nadie podrá jamás describir de modo exacto la verdad absoluta, toda vez que los conceptos que utilizamos son siempre relativos de por sí.
Lo explicaré con un ejemplo que he visto con muchas variantes: tres personas ciegas tocan un elefante, uno toca la trompa, otro toca una pata y otro toca una oreja. Puestos a debatir cada uno explicará cómo se representaba a dicho animal.
Obviamente que afirmar, en este caso, que una descripción es verdadera y otra falsa, carece de sentido. La clave está en que la descripción funcione.
De allí que ciertos pensadores, que suelen aparecer en canales oficiales con títulos variados (filósofos, sociólogos, etc.), hipotetizan sobre que la realidad es una ilusión que el ser humano crea. Lo que NUNCA explican es de dónde sale esa ilusión.
Es como si todos estuviesen viendo una película.
Esto es extremadamente dudoso, pero suena con un dejo de racionalidad.
En el otro extremo están los que dicen que todo es un mecanismo que funciona con leyes rigurosas y que la conciencia humana no determina nada.
Esta postura también posee un dejo de verdad.
Empero, como los seres humanos tenemos la mente ordenada para sostener un fundamento firme, sin tantas vaguedades ni ambigüedades, tendemos a descartar una teoría para entronizar otra, tarea que en campos variados realizan los científicos y que en muchos otros son los políticos quienes lo ponen en práctica.
Y después de muchas batallas por una “supuesta verdad” lo único que nunca se derrota es el hecho de que “cualquier teoría” ya sea científica, política, etc. representa solamente un aspecto de la realidad polifacética.
Cada posición existe porque se confirma en un lapso de tiempo, y así es como en la vida cada ser sostiene un concepto determinado. Unos, en su interior, deciden que el destino está predeterminado y que ello no puede ser cambiado. Y así será en muchos aspectos y en lapsos temporales.
Para los otros, que creen que cada uno crea su propio destino asumiendo toda la responsabilidad de lo que ocurra, también se cumplirá en tramos de su existencia lo que ha creído.
Podríamos decir que en ambos casos la propia elección se realiza y obtienen lo que cada uno de ellos elige.
No importa cuál concepción del mundo elijan, la verdad siempre los acompañará. Y el resto les discutirá porque también les asiste la razón.
Así, a la “ciencia política” le alcanza con uno o varios hechos que no hayan sido comprendidos totalmente, pero que aun así se manifiesten claramente.
De esa manera basan todo sobre varias verdades indemostrables que al fin y al cabo son sus “postulados”. Y esas verdades son indemostrables porque justamente son los puntos de partida que se utilizan para institucionalizar los “postulados”.
En ese dualismo siempre existente y que nunca se termina de interpretar, se consolida y acepta un determinado hecho dado que deviene en un axioma que finalmente se impone.
Los postulados, en definitiva, concilian las diversas manifestaciones de la realidad como si en el caso de los ciegos acordaran que el animal a veces se comporta como una serpiente y otras como un poste.
A partir de allí, a la clase política le resulta muy sencillo tomar cualquier manifestación de la realidad que les sirva de postulado, es decir de punto de partida de un pseudo sistema de conocimiento que existe y va a funcionar, mientras que el resto de los mortales intenta interpretar el “TODO” centrando su atención sólo en aspectos aislados.
Es por ello, que con el transcurso del tiempo se dan cuenta que han sido engañados cuando descubren que los hechos aislados entran en contradicción permanente una y otra vez.
Y esto ocurre porque cada postulado lo han tratado de convertir en un único y real conocimiento.
El lector avezado se habrá dado cuenta que resulta imposible la concepción de un TODO creíble construido con partes que se enfrentan entre sí y que son opuestas.
De esa confusión se aprovecha la clase política. Un mismo escenario con distintos decorados y hasta cambiante en tiempo y espacio, hace que muchos crean que están viendo una obra diferente.
La repudiable utilización de la pobreza es una constante porque es un gran negocio.
Como pudimos ver estos días con el “secuestro” de la niña de 7 años, los pobres también hacen negocios con su propia pobreza.
La desidia llega a tal punto que la casta política no se hace cargo de que ese clientelismo – del cual se ufanan cuando obtienen sus votos- se ha convertido en una deleznable procacidad que somete a millones a una moderna esclavitud que hasta se banaliza sin ninguna vergüenza.
La consigna es clara “manténganlos a flote, pero no los saquen del agua”.
Cientos de dirigentes políticos, sindicales y de organizaciones sociales explotan a millones de pobres sin sonrojarse.
Y estos, a su vez, aceptan ser sostenidos en un equilibrio inestable, víctimas conscientes o no de un síndrome de dependencia absoluto de un mecanismo diabólico de prebendas que resulta directamente proporcional: a mayor pobreza mayor poder y mayor enriquecimiento de la casta política.
Los políticos, en su gran mayoría, son parte del problema y no de la solución. No importa a que ideología pertenezcan.
No representan a ningún ciudadano, sólo se auto representan.
Lo he dicho en varias notas, es una vil mentira que la democracia sea el mejor de los sistemas políticos. No lo fue, no lo es, ni lo será.
Es la propia ciudadanía que puede autogobernarse, sin estados saqueadores, clientelares y/o prebendarios, cooptados por funcionarios corruptos que se rascan para adentro.
Entre creer que todo tiene que ser así y es inmodificable y sentir que uno es artífice de su propio destino, prefiero esta última opción aunque no constituya una verdad absoluta.
La Demarquía puede devolvernos la capacidad de vivir con la dignidad que cada ciudadano merece, porque usted o un compatriota de su misma clase tendrá la oportunidad de conducir las riendas del sistema político.
Dudo que puedan hacerlo peor que quienes condujeron los destinos del país hasta aquí.
Pero si imaginamos que haciendo siempre las mismas cosas y/o votando alternativamente a quienes han sido nuestros verdugos lograremos salir del actual catástrofe, les tengo malas noticias: con un paraíso de mentiras y/o un universo de estrellas que no brillan, nunca transitaremos por el sendero del bien común ni del bienestar general.
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