Las esperanzas depositadas en la vacunación contra el Covid-19 están siendo matizadas por diferentes factores. Esto se relaciona con la falta de capacidad de organización para la obtención, logística y suministro a las personas de las dosis correspondientes. En la comparación internacional, Argentina se destaca por el lento proceso de vacunación. La preocupación se acrecienta cuando se observa que países que lograron vacunaciones masivas, como Inglaterra y Chile, no están exentos de contagios masivos. Se demuestra que por el momento las vacunas pueden atenuar los efectos de la enfermedad, pero no evitarla.
En este marco, estaría emergiendo en la Argentina la segunda ola de contagios masivos. La expansión de la enfermedad a ritmo de 12 mil casos diarios se aproxima al pico alcanzado en octubre con 15 mil diarios. Ante esta realidad entra en análisis la posibilidad de volver a medidas de confinamiento. Particularmente, en el Conurbano bonaerense que se destaca por la alta densidad poblacional y su débil estructura sanitaria.
¿Es viable encerrar otra vez a la población? Para responder este interrogante, el Instituto de Desarrollo Social de la Argentina (IDESA) tomó los últimos datos del INDEC sobre la pobreza. Según esta fuente, en los grandes aglomerados urbanos, entre el segundo semestre del 2019 e igual período del 2020 se observa que:
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La cantidad de pobres pasó de 10 a 12 millones, es decir, aumentó en 2 millones.
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En el Conurbano se produjeron 1,3 de estos 2 millones de nuevos pobres.
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En el resto del país se produjeron los restantes 700 mil nuevos pobres.
Estos datos muestran que hubo una fuerte concentración geográfica de los daños sociales producidos por el confinamiento del 2020. El Conurbano concentró 2 de cada 3 nuevos pobres generados con el encierro. Esto ha llevado a que las diferencias en la incidencia de la pobreza entre el Conurbano y el resto del país se acreciente. El INDEC reporta que para los aglomerados urbanos la pobreza alcanza al 42% de la población. Pero este promedio esconde que, mientras en los aglomerados urbanos del país la pobreza es del 35% en promedio, en el Conurbano es del 51% de la población.
El confinamiento sanitario profundizó problemas estructurales. En particular, magnificó la pobreza en la alta concentración de familias pobres y vulnerables del Conurbano. En este entorno tan deteriorado, pretender volver a confinar a la gente para contener la pandemia es una estrategia muy riesgosa. Con vacunas insuficientes y confinamientos insostenibles, sólo queda apelar a la responsabilidad de la población para cumplir con las medidas preventivas de distanciamiento, uso de barbijo y limpieza de manos.
Esta dramática disyuntiva entre cuidado sanitario y cuidado socioeconómico en el Conurbano es muy grave. Pero la profundización de la fragmentación en esta región no solo tiene connotaciones éticas sino también políticas. Para algunos, la masiva y profunda marginalidad del Conurbano es la oportunidad para acumular la suficiente cantidad de votos que permita imponer en todo el país un proyecto populista. La contracara es otro desvío, no menos riesgoso, que abreva en experimentos independentistas. El Conurbano desde hace mucho tiemplo plantea desafíos complejos, pero nunca tan decisivos como hoy.
El confinamiento como medida sanitaria es intrínsecamente empobrecedora. En los países avanzados el acceso al crédito barato les permite tomar medidas compensadoras mientras multiplican los testeos y las vacunas. El caso de la Provincia de Buenos Aires es paradigmático de lo opuesto. El Estado provincial no tuvo voluntad de restructurar su deuda externa (como sí lo hicieron otras provincias) y fue al default. La principal consecuencia es que, más allá del trato preferencial que recibe del gobierno nacional, no hay capacidad financiera ni de gestión para compensar los daños de un nuevo confinamiento. Menos para compensar la falta de testeos y de vacunación.