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FUEGO DESDE EL CIELO

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URANIO EMPOBRECIDO, MALFORMACIONES Y DESIDIA OFICIAL
URANIO EMPOBRECIDO, MALFORMACIONES Y DESIDIA OFICIAL

FUEGO DESDE EL CIELO     La OTAN puso cara de circunstancia al reconocer oficialmente

    La OTAN puso cara de circunstancia al reconocer oficialmente, el 21 de marzo de 2000, haber utilizado proyectiles de uranio empobrecido en la contienda que en 1999 libró la OTAN contra la Yugoslavia del defenestrado Slobodan Milosevich.
    A pesar del "sincericidio" de la OTAN, el Pentágono sigue cerrado en su letanía de negación, pero no obstante es un secreto a voces la utilización indiscriminada de la munición conocida en la jerga militar como el “taladro de DU” proveniente de los aviones estadounidenses Fairchild A-10 (DU: abreviatura de Depleted Uranium, uranio empobrecido).
    El DU se ha convertido desde la Guerra del Golfo de 1991 en la gran favorita, debido a su tremendo poder de penetración en los blindajes de tanques y otros vehículos similares, pero lo que los altos jerarcas niegan es que la irradiación producida por este tipo de artefacto ha contaminado a varios centenares de efectivos de la OTAN que participaron del conflicto kosovar. Nueve de los cuales, pertenecientes al contingente italiano, han muerto a causa de leucemia mientras que cinco soldados belgas también sucumbieron a causa de “enfermedades sospechosas”.
    En Yugoslavia también la espada apocalíptica nuclear ha desatado efectos pavorosos. Se han diagnosticado a tres años de finalizado el conflicto, aumento de casos de bronquitis crónica, asma, eczemas, diarreas crónicas y complicaciones en las tiroides. Como siempre, aunque las autoridades serbias miraron para otro lado, lo peor está aún por venir.


Maldito uranio

    Mientras que los voceros del Pentágono y el Departamento de Estado de EEUU afirman enfáticamente que el DU es “inofensivo” porque sólo aniquila “blancos seleccionados”, recientes estudios dan por tierra tales declaraciones. Según comprobaciones científicas, el DU se convierte en partículas microscópicas cuando se quema sobre el campo de batalla, así que sus peligros son dobles: la explosión en forma de aerosol, al impactar dentro del blindado, es químicamente tóxica y puede dañar los riñones si se inhala o se come algún alimento irradiado por él. Más alarmante todavía, una porción pequeña de DU transportada por el aire es capaz de alojarse en los huesos o en los pulmones durante muchos años, y plantear por ello un riesgo constante de radiación. Tiene una vida de 5000 años. Puede viajar decenas de kilómetros desde el punto de su uso, o mezclarse en el polvo y resuspenderse con el viento o con el movimiento humano. Emite partículas tipo alfa, que son 20 veces más peligrosas que otras formas de radiación tales como las partículas beta y los rayos gamma. Al ingresar en el organismo humano por inhalación o ingestión, el polvo radiactivo permanece en el mismo por un plazo de dos a tres años, multiplicando por diez los riesgos de esterilidad, de malformaciones en los recién nacidos y de cáncer.
    Posee una fuerte densidad, superior a la del plomo y cercana a la del oro. Si se agregan a estas “cualidades” una fuerte resistencia y un costo de fabricación excesivamente bajo, los proyectiles de uranio empobrecido mezclados con una baja cantidad de titanio, presentan poca resistencia al aire y obtienen una velocidad cinco veces superior a la del sonido, además de un alcance superior en un kilómetro a las armas convencionales y un excelente poder de penetración de las placas espesas de acero de los tanques enemigos


Irak: campo de experimentación

    Los A-10 recibieron su bautismo de fuego en la Guerra del Golfo contra Irak. Allí probaron su letal eficiencia aniquilando oleada de blindados T-72, con su terrible cañón Gatling GAU-8\A Avenger de 30 milímetros, dotada de siete bocas, capaz de realizar 4200 disparos por minuto. Estos aviones dispararon alrededor de 940.000 toneladas de proyectiles recubiertos con DU, según manifestó la investigadora Sara Flouders, coautora del libro “Uranio empobrecido, el metal del deshonor”. En mayo de 1991, el científico alemán Gunther Siegwart-Horst encontró junto a la autopista Bagdad-Amman varios de estos proyectiles del tamaño de un cigarrillo, sorprendiéndose de su bajo peso. Pero se horrorizaría al comprobar que dicha munición, utilizada por los niños iraquíes como juguetes, provocaría luego en estos leucemia, destrucción de la médula ósea y otros tipos de cáncer.
    También la utilización indiscriminada de la “bala de plata” de DU repercutiría en los ex combatientes aliados. Alrededor de 100.000 de estos alegaron que sufrían fatiga, pérdida de memoria, cefalea, caída del cabello, problemas cardíacos e intestinales desde 1991. Síntomas que, según ellos, “eran causados por haber estado expuestos a emanaciones de productos contaminantes, ligados a la guerra, como humo de petróleo, pesticidas y radiaciones provenientes con armas con DU”. A estos males se los denominó “síndrome de la guerra del Golfo”.
    Una emisión difundida en febrero de 1994 por la cadena NBC6 presentó dos casos de una altamente probable contaminación con DU. El primero se trataba del sargento Daryll Clark, quien relató como su grupo estaba cerca de los tanques iraquíes cuando los A-10 los hicieron volar. Su hijita nació luego del conflicto con anginomas y ausencia de tiroides que, según los médicos militares, podían atribuirse a la involuntaria exposición del militar al DU. El otro caso es el de la enfermera Carol Picou, cuya unidad médica quedó también en medio del humo de los tanques incendiados. Para su médico, el doctor Thomas Calendar, quien se especializa en exposición a sustancias tóxicas y radiaciones, su caso es similar con los de dos personas que ingirieron ese mismo producto radiactivo.


¿Lo que vendrá?

    A pesar de la ola de protestas, la OTAN se niega a considerar a las municiones ensambladas con DU como armas de destrucción masiva. Otro nuevo enfrentamiento –como el actual en Irak- donde por un lado se utilizaron tanques y como contrapartida, municiones de DU, puede generar otro desastre ecológico sin precedentes. Aunque se trate de “guerras limitadas”, ya no es garantía el mero hecho de no participar en ellas para no ser afectado pues la resistencia y la altísima transmisibilidad del uranio empobrecido no respeta fronteras. Vientos, lluvias, ríos y mares lo transportan saltando enormes distancias. Los hombres, aviones, buques y pertrechos lo traen de regreso al país de origen, incluso dentro de los organismos de los propios soldados. Una auténtica bomba de tiempo, que los líderes militares y políticos del mal llamado Primer Mundo se empeñan en ignorar. Porque ellos están muy lejos del campo de batalla.

 

Fernando Paolella

 

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