El kirchnerismo, desde su primera versión, siempre se presentó como el Gobierno del pueblo, de la gente humilde y necesitada, de aquellos que se encuentran en una situación de vulnerabilidad, sea cual sea esta.

Lo cierto es que son esas personas a quienes mantiene en ese lugar, con una asignación o un auxilio del Estado lo suficientemente alto para conseguir el voto, aunque lo necesariamente bajo para que sean los más necesitados los que no puedan escapar de esa realidad.

Esa modalidad de clientelismo tiene por objetivo consignar una victoria en la urna a costa de gente vulnerable. De allí se desprende la hipótesis que indica que entre más pobres pueda mantener el Estado, más votos va a poder conseguir el Gobierno que lo administra.

Lo cierto es que nos están haciendo pelota, como pueblo, como sociedad civilizada, nos están metiendo a todos debajo de la línea de pobreza y los únicos beneficiados van a ser siempre ellos, la dirigencia política.

No se trata de una simple apreciación, las medidas que viene tomando el Gobierno –y que en cierto punto acompaña la oposición- van en línea con lograr encumbrarnos a todos por detrás de una raya de la que luego resulta complicado escapar.

Mientras el jefe de Gabinete Santiago Cafiero asegura que este año los salarios le ganan a la inflación y a los precios, los gremios, que ya habían cerrado con el Gobierno una paritaria de 29% por la inflación estimada, hoy piden que ese aumento se sueldos se acerque al 40%.

Es necesario tener en cuenta que los sindicatos que lograron un acuerdo nuclean a una mínima parte del empleo en Argentina. ¿Y el resto? ¿Y los trabajadores informales? Los únicos salarios que le pueden ganar a la inflación y los precios son los del Estado.

Pero tal vez ni siquiera, ya que el Banco Central estima que la inflación va a estar por encima del 48% al final de este 2021 y en el Congreso, tanto para empleados como para Diputados y senadores, el incremento de los haberes fue del 46,4%.

Entonces, ¿De qué habla Cafiero? Mientras, la mayor parte de la masa de gente empleada en el país no consigue aumentos o estos son insuficientes, en casos incluso insólitos, ya que en un par de meses la capacidad de compra vuelve al mismo nivel o más bajo.

Es difícil mantener un sueldo estable cuando la inflación anual da un promedio aproximado del 50% y, a todo ello, es necesario destacar que según la Universidad Católica Argentina, el desempleo llega al 28,5%.

Mientras, el 42% de la población argentina es pobre y el 10,5% indigente. Con ello se debe tener en cuenta que 1 de cada 3 empleados registrados no percibe un haber suficiente para adquirir la totalidad de los productos que se hallan en la canasta básica, es decir, se encuentran por debajo de la línea de pobreza.

También es necesario destacar que el 75% de los jubilados cobran un haber de 23 mil pesos (el mínimo), es decir, 5 mil pesos por debajo de la línea de indigencia (28 mil pesos). Pero ello a la política en general parece no importarle.

Es cierto que este Gobierno destrozó los haberes jubilatorios con la última ley previsional, ya que ataron esos ingresos a la recaudación (que en 2020 cayó abruptamente) y a los salarios (que casi en su totalidad perdieron poder adquisitivo) y apartando de esa ecuación la inflación.

Pero los legisladores nacionales, oficialistas y opositores, quedaron contentos con la paritaria del Poder Legislativo, ya que está esa suerte de trampa en la cual los senadores y diputados supeditan sus incrementos con el de los empleados del Congreso.

De igual manera sucedió con la ley de alquileres, a la cual nadie, absolutamente ningún legislador nacional, se opuso. Allí solo hubo votos a favor, abstenciones y ausencias; ni un solo voto negativo.

Esta nueva ley “Lipovetzky”, como se le llama, ya que el proyecto fue presentado por el senador de Juntos por el Cambio Daniel Lipovetzky, hizo que la oferta de alquileres cayera estrepitosamente, desatendiendo de esta manera la demanda.

Ello provocó que desde enero hasta la fecha, los precios de los alquileres sufrieran un aumento del 22,5%, pero como si ello no bastara para darnos cuenta que nuestra dirigencia política no está a la altura de las circunstancias, el Gobierno implementa medidas que ya fracasaron en el pasado.

Este es el caso de la suspensión a la exportación de carne. La última vez que se aplicó esta medida fue en 2006 e implicó la pérdida de 19 mil puestos de trabajo y una reducción del 20% del stock vacuno nacional.

Lo que se busca hacer con la implementación de esta decisión es que el precio de la carne se mantenga e incluso, de ser posible, baje. Pero los números indican que no funciona. Desde el comienzo de este 2021, puntuales cortes alcanzaron un aumento del 145%, mientras que en mayo ese incremento fue del 6,1% en comparación con abril último, con un agravante: la producción cayó casi un 10%.

“La inflación es culpa de los productores y supermercadistas”, es el pensamiento que recorre el ideario kirchnerista, pero ninguno sale a hablar sobre la desmesurada emisión de dinero que se realizó en 2020, que llegó a 2 billones de pesos duplicando así el total de billetes en circulación.

Como si todo lo antedicho fuera poco, las regulaciones a la importación, la presión impositiva y el apriete de las mafias sindicales obliga a miles de empresas a cerrar para no volver a abrir. Se trata de incontables puestos de trabajo que se pierden en una economía cada vez más debilitada donde cada vez más personas necesitan una asistencia del Estado para sobrevivir.

Como se dijo, la pobreza llegó al 42% según la última medición del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) y, según estimaciones privadas, hoy ese número alcanzaría el 45%. Pero hay algo aún más grave: existe un 20% de la población que está a punto de caer por debajo de esa linea, ya que sus ingresos superan paupérrimamente ese índice.

Si a toda esta situación se suma que el Gobierno realiza gastos millonarios en cuestiones irrelevantes, se puede inferir que poco importa el trabajador, el que realmente aporta para que la economía se mueva y funcione.

Ergo: la economía está en una situación crítica, tanto empleados como empleadores al borde de perder sus fuentes de ingresos, casi la mitad de la población es pobre, la inflación no cesa y desde el control del Estado se sigue aumentando el gasto público.

¿Qué se puede concluir por ello? Que lo que se busca es mantener a una sociedad pobre que necesite de algún auxilio estatal para poder comer y con ello fortalecer los engranajes del clientelismo capitalizado en votos.

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