Emilio Pérsico reclama hace tiempo transformar la ayuda social en empleo. “Sólo el trabajo incluye y dignifica”, repite. El concepto es inobjetable. Pero a veces el sentido de las palabras depende menos de su contenido intrínseco que del contexto y la historia de quien las pronuncia.
Pérsico lidera el Movimiento Evita. Está más cercano a Alberto Fernández que a Cristina. Tal vez por rivalidad con La Cámpora y otras organizaciones territoriales del kirchnerismo. Compite con Juan Grabois por el favoritismo del Papa Bergoglio. Su agrupación tiene vínculos sólidos con el trabajo social de los curas villeros.
Es además Secretario de Economía Social, una de las parcelas del loteo de poder en el Ministerio de Desarrollo Social. Administra la segunda caja más cuantiosa de esa cartera: el plan Potenciar Trabajo, con fondos por 120.000 millones de pesos al año (cerca de dos presupuestos de la Municipalidad de Córdoba) asignados a 868.000 cooperativistas.
Dinero y poder para las organizaciones piqueteras –incluido el Movimiento Evita–, que digitan las cooperativas y gestionan los recursos con más discrecionalidad que transparencia.
Pérsico se rebeló contra su superior, Daniel Arroyo. Cuestionó la ampliación de cobertura de la Tarjeta Alimentar a 3.800.000 beneficiarios y el aumento de los montos. Con 360.000 millones de pesos, insume el presupuesto más alto del Ministerio.
El mismo día del anuncio, el dirigente social inició una prédica persistente contra el plástico de los pobres. Un subsidio que llega de manera directa y automática a beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo. Lo cual limita intermediación clientelar y opaca de fondos que, por parte, se liquidan por otra ventanilla: la Secretaría de Inclusión Social, que conduce la camporista Laura Valeria Alonso.
De ambos lados del mostrador, Pérsico dijo entonces sin vueltas que esa montaña de pesos debería canalizarse al plan Potenciar Trabajo. Así el asistencialismo daría paso al “trabajo digno”. En su última aparición pública, en el foro de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa apeló a otro argumento, con una extraña perspectiva de género.
“La que tiene las tarjetas de ayuda social en los barrios –teorizó– es la mujer. Eso hizo que la mayoría de las familias sean matriarcales. La que conduce es la mujer. El chabón piró y la única manera que tiene de volver a casa para ver a la mujer es agarrar a cinco giles y llevarse cinco celulares o vender droga”.
“Eso –completó– ha destruido el tejido social y hace que, como dicen los compañeros empresarios, tengan una muy baja empleabilidad”.
Pérsico reivindica una estructura familiar machista y la supremacía económica del hombre sobre la mujer. Antes que asegurar la alimentación de los chicos, prioriza el “resto” que –entiende– debería embolsar el padre. Equipara pobreza y delito. Y justifica que el “chabón” salga de caño o transe merca si el Estado no le pone dinero en el bolsillo.
No es un pensamiento muy progresista. Pero todo suma –habrá pensado el funcionario piquetero– a la disputa por cuadruplicar el presupuesto.