Los resultados de las cuentas públicas de mayo demuestran que todos los impuestos sancionados durante la gestión de “Los Fernández”, no alcanzan para financiar el monumental gasto público en que ha incurrido el gobierno nacional.
En el lapso, enero-mayo el desequilibrio fiscal superó los 300.000 millones de pesos, lo cual revela el despilfarro de dinero que hizo la actual administración. No alcanzó ni el impuesto a la riqueza, tampoco los 600 dólares de la soja ni los 70 dólares del precio del petróleo.
Nada, el Estado es un tiburón que devora todo a su paso. En términos más simples, se duplicaron los ingresos tributarios, pero el gasto público voló. De no haber sido por la plata que le giró el Banco Central y los organismos de seguridad social como la Anses y el PAMI al Tesoro, el déficit fiscal hubiera sido monstruoso.
Ya con el segundo semestre encima se empiezan a ver los problemas. Los exportadores no van a liquidar divisas porque la cosecha ya fue vendida cuando la soja valía 600 dólares y los productores están con las manos vacías. Las organizaciones sociales reclaman más ayuda porque cada vez que reclamaron en la calle siempre se les respondía con más dinero.
La maquinita del BCRA y la Casa de la Moneda trabaja sin parar las 24 horas, mientras que la deuda pública creció en el último año 20.000 millones de dólares. Ahora, ya no hay más plata y quienes tienen trabajo ya se gastaron el aguinaldo, la devolución de ganancias y los aumentos paritarios de todo el año, con más endeudamiento vía tarjetas y préstamos.
Aquellos que no tienen trabajo, reclaman en la calle y los que subsisten de su iniciativa personal, se ven impedidos de poder desarrollar su tarea y contar con más recursos. La gente está en la calle y no trabajando, haciendo crecer la economía.
Lo que llamamos hace unos meses el “Síndrome 181” va tomando la dimensión de un dinosaurio y sea cual fuere el resultado de las legislativas de noviembre, la explosión va a tomar realidad.