Durante la campaña presidencial, Alberto Fernández habló de aumentos a jubilados, a la AUH y salarios, además de congelar las tarifas o, por lo menos, "desdolarizarlas", pero no detalló las fuentes de financiamiento. Sin embargo, hay un pequeño gran detalle: el 10 de diciembre asumirá el primer gobierno peronista sin caja inicial para financiar el populismo.
A esto, debemos sumarle que AF anunció en una entrevista radial que no solicitará el envío de lo que queda del préstamo otorgado por el FMI. Si bien esto podría interpretarse como parte de lo que sostuvo en la campaña, lo que no dijo es que, en realidad, el acuerdo está caído, y que para que le entreguen los fondos debería presentar un plan o al menos un programa indicando como cumplirá con los compromisos adquiridos. Esa es la única verdad detrás del demagógico anuncio.
Tarjeta contra el hambre
El anuncio de la creación de un "plan de lucha contra el hambre" es, sin dudas, el primer anuncio del futuro presidente de una medida populista luego de haber sido electo, ya que los anuncios de aumentos a jubilados, a la AUH y salarios, además de otorgar medicamentos gratis fueron durante la campaña.
Seamos realistas. Si Alberto necesita reunirse con personajes como Marcelo Tibelli, Juan Carr, Facundo Manes o Narda Lepes, entre otros, para solucionar el problema del hambre, hay dos razones: O no tiene idea de como hacerlo, o lo "hace para la foto"; en realidad, hay una tercera opción, que es la real, y es la suma de las dos anteriores.
La historia se repite
El equipo económico creado por Alberto Fernández encabezado por Mercedes Marcó del Pont y Cecilia Todesca, entre otros, ya tiene estructurado un plan inicial cuyas medidas más importantes son: aumentar las mal llamadas retenciones a las exportaciones de granos (que en realidad son un impuesto recaudatorio) aumentos de bienes personales al doble, emisión monetaria, congelamiento de precios y salarios, más cepo al dólar, impuesto al turismo al exterior, más impuestos en general, y tributo especial a las ganancias a los bancos.
Todo esto ya se hizo, y muchas veces, y siempre, indefectiblemente, estas medidas concluyeron en rotundos fracasos.
La única verdad es la realidad
Solucionar el problema económico que venimos padeciendo desde hace más de siete décadas no es fácil, pero tampoco es muy difícil ni mucho menos imposible.
La realidad es que Argentina tiene un gasto público enorme, un sistema estatal administrativo altamente deficitario, además de ineficiente, con el agravante de que en lugar de tratar de achicarlo, cada gobierno que asume hace exactamente lo contrario.
Eso se sostiene con impuestos, que es el verdadero cáncer. Argentina posee el sistema impositivo más perverso del mundo, y si no atacamos ese problema, nunca, jamás, se podrá solucionar todo lo demás, empezando por el problema del hambre que Alberto pretende eliminar con una tarjeta al mejor estilo de los planes sociales.
Populismo para todos, todas y todes
En ningún momento Alberto Fernández insinuó hablar de lo único que hay que hacer: Achicar el gasto público y bajar impuestos, o al menos una reforma impositiva, sino aumentarlos y crear nuevas cargas tributarias. Eso si, en otra entrevista radial aseguró que volverán los recitales a la Casa Rosada, como en las mejores épocas kirchneristas. O sea, más gasto inútil, más despilfarro; pero eso si, artistas K contentos porque cobrarán fortunas.
El kirchnerismo financió los desastres económicos que generaron desde el día uno a través de la soja primero. Luego, estatizaron las AFJP y financiaron todo a través de la ANSES. Siguieron con las reservas del Banco Central, dejándolas en cero, y terminaron financiando todo con emisión descontrolada.
Hoy, las reservas del Banco Central y la soja a 600 dólares no existen. A lo único que podrán apelar para financiar el gasto del Estado es a lo que recauda la ANSES y a la emisión monetaria, o pedir préstamos a China o Rusia a un costo del 8 al 12% en lugar del 4% que otorga el FMI, como hizo Néstor pidiéndole crédito a Chávez.
El gobierno de Alberto, estimado lector, va a ser como volver a ver una película mala, de terror, pero renovada, y que todos sabemos como termina. Por lo menos es lo único seguro que hasta ahora promete ser.