La primera opción iba a resultar del desplazamiento de Santiago Cafiero, con la excusa de que “mide bien” para encabezar la lista de diputados por la provincia. Un truco demasiado evidente para dejar al presidente en la más extrema soledad. Y una jugada de riesgo, no solo por la resistencia de los afectados, eso a Cristina no debe haberle preocupado demasiado, sino por las lecturas que pudiera hacer el electorado: ¿es que tan poco vale la cabeza de lista en el principal distrito del país?, ¿hasta tan alto llega la lista de “funcionarios que no funcionan” y que “mejor se busquen otro trabajo”? Es así que la señora parece haberse inclinado por esperar: dejaría pasar los comicios antes de dar el zarpazo, si es que no cambia otra vez de idea antes del sábado, cuando se cierren las listas.
La fórmula para encarar el trámite electoral de todos modos no cambia. El lugar pensado para Cafiero nieto probablemente lo ocupará otro “albertista”, detrás de quien se amontonará el camporismo en pleno y la gente que le sumen Kicillof más algunos pocos intendentes fieles. La provincia seguirá siendo el territorio exclusivo de caza de votos del kirchnerismo y su expectativa es sumar bancas propias allí, a costa no solo de las que obtuvieran en 2017 las fuerzas hoy en la oposición, sino también las aliadas hoy en el FdT.
Si lo logra, aunque el oficialismo retroceda en su cosecha global, y el peronismo incluso pierda en algunos otros distritos (como puede que suceda en varias provincias del centro del país), será un problema de otros, de esos peronistas, es decir, de Alberto, no de Cristina: ella podrá decir que lo que el electorado rechaza es a los tibios, y no a su gente. Es la ventaja de tener máscaras de repuesto en tiempos de escasez.
Así puestas las cosas, es muy probable que, por las mismas razones que hasta acá el Frente de Todos nos brindó un presidente muy débil, de noviembre en adelante nos ofrezca uno ultra débil, casi una caricatura de gobernante. ¿Esto significa que se convertirá en cabeza de turco, si hace falta una, por los malos resultados de la gestión y el eventual declive electoral, aunque sea inviable reemplazarlo?
No es lo que más le conviene a los principales accionistas del grupo gobernante, los Kirchner, Massa, Kicillof, etc., pero tal vez por la dinámica que le han dado a la toma de decisiones, y por las propias características de Alberto, no puedan evitarlo.
Alberto sigue metiendo la pata en cuanta ocasión se presenta. Abre la boca y todos tiemblan: en los últimos días, después de decir no saber lo que pasaba en Cuba, una forma bastante tonta de tratar de zafar, porque quedó mal tanto con los propios como con los extraños, se le chispoteó una frase autoinculpatoria sobre la falta de vacunas, “fuimos con nuestra prédica, para que nadie tuviera”, textual que fue comidilla de los medios otro par de días, y se autoinvitó al acto en que iba a anunciarse un bono para los jubilados, del que por tanto Cristina se bajó.
¿No entiende acaso que su “gran amiga” ya no le vea mucha utilidad a fotografiarse con él, desde que no suma votos a los que ella sola consigue, y la tiene cansada con sus muletillas autorreferenciales, que encima son copias berretas de las que ella misma utiliza con cuidada disciplina e indiscutible autenticidad desde mucho antes?
El horno no está para bollos en la cocina oficial. Y Alberto no encuentra donde ponerse sin molestar. Los demás quieren “cuidar la marca”, que es el “Frente de Todos” como expresión y garantía de la unidad del peronismo. Y para hacerlo necesitan de alguien como él, pero que ya no puede ser él, pues Alberto resume cada vez más los costos de esa unidad, para propios y extraños, y menos sus promesas.
Así que hacen falta rostros nuevos para reeditar la mascarada que fue el 2019. En eso están, no es tan difícil conseguirlos.
El Presidente no es débil. Se entretiene muy bien, está de joda hace mucho tiempo y los ciudadanos, los de la secta creyendo lo que les dice. De tanta joda tal vez por eso lo vemos desconectado, sin saber que habla, pero el tipo la pasa fantástico, especialmente cuando nos tiene encerrados.
Tal vez la oposición se acomode en su lucha por el puestito. En el oficialismo la cosa es mucho peor. Y el que lleva las de perder es albertico. Allí defienden el albertismo contra "la marca FdT" (jua jua jua jua como si fuera un valor) los poderes de los camporongos, y los de los cada vez menos personajes peronistas. (y me mato de la risa, a los peronistas se los desayuna la yarará con cereales). Una guerra campal antes de las elecciones, pero después todos socios.
Si Cristina lo presiona a Alberto de "sacarlo" a Cafierito, no extrañaría que este se resguarde en nombrarla en su lugar a Vilma Ibarra, despuès de todo ella le cubre las espaldas y de paso "cumpliría" con incorporar a una femina en un rol tan importante. ¡Ahí si que sería para alquilar balcones, ver los cruces entre CFK y Vilma!
Alverso es un títere
Esta nota refleja Pura especulación,.-