«Un pueblo no tiene sino un enemigo peligroso, su gobierno». Louis Antoine de Saint-Just
El escándalo que desató Carlos Pagni al dar a conocer el jueves en La Nación la ya famosa misiva personal de Cecilia Nicolini a los directores del Fondo ruso responsable de la comercialización de la vacuna Sputnik no hizo más que probar algo que ya sabíamos: el fracasado evento organizado por nuestra wedding planner patagónica para festejar su propia boda con Vladimir Putin lo hemos pagado con muchos de los más de 103.000 muertos. Ayer mismo, el Gobierno ruso aclaró que, frente a los problemas sanitarios internos, priorizará la vacunación de su propia población, con la única salvedad de su compromiso con la Bolivia de Luis Arce Catacora, la máscara que usa ahora Evo Morales, otro de los novios elegidos por Cristina Fernández para concretar su poli-amor internacional.
Un tercer participante de la fiestita, Xi Jimping, parece que ha puesto otros límites a la concreción del polimatrimonio: no sólo nos vende sus dudosas vacunas a precio de oro y con pago anticipado, sino que se niega a que usemos los yuanes del swap para ese fin; quiere los mismos dólares que los demás y desconfía de la Argentina, a punto tal que está exigiendo que le devolvamos las inversiones que hizo en las fantasmales e innecesarias represas de Santa Cruz. Quizás habrá que contentarlo con el regalo de otra base militar, o con el control de la hidrovía.
Los otros dos novios de Cris, en realidad sucesores de los originales, tampoco están para demasiadas fiestas. Nicolás Maduro no es lo que fue Hugo Chávez y se las está viendo canutas para contener no sólo a la oposición sino también a las guerrillas y bandas criminales que le disputan territorio y negocios y mantiene un fuerte enfrentamiento con la Iglesia, que finalmente ha decidido poner puntos sobre las íes; y Raúl Castro, un ancianito ladino que se disfraza de Fidel, pretendió coronar para continuar el romance a Miguel Díaz-Canel, pero el pueblo cubano se paró de manos y tuvo que volver para poner orden a palos.
El manifiesto desaire de Putin a su enamorada no hace más que demostrar que ésta maneja las relaciones internacionales de Argentina con conceptos arcaicos y setentistas, con una ideología de la época de la guerra fría. Prueba, además, que ella ordenó al Presidente Clown montar una diplomacia paralela, independiente de la Cancillería, cuyos embajadores no participan en las oscuras negociaciones por las vacunas; no es que yo piense que el vaciado Ministerio que cree conducir Felipe Solá lo hubiera hecho mejor, pero al menos se hubieran respetado las formas.
Si la oposición no insiste en su pacifismo, el episodio de la carta difundida resultará equivalente a un torpedo bajo la línea de flotación del oficialismo, que pretende centrar sus leitmotivs de campaña electoral en la vacunación y en una lluvia de papelitos de colores que empapará, sobre todo, al Conurbano bonaerense, o sea, al bastión electoral de la engañada novia.
Pero Guillermo Oliveto, analista de tendencias, consumo y comportamiento, dijo hace unos días que nunca, en los más de treinta años que lleva analizando nuestra coyuntura, ha visto a la sociedad tan triste, deprimida por la conjunción de crisis sanitaria, económica y social que estamos padeciendo; señaló la implosión silenciosa que detecta en los hogares, medida en chicos con retrasos, adolescentes que se encierran, epidemia de divorcios, conflictos, peleas y violencia familiar, pero recalcó que los problemas económicos inciden fuertemente en el ánimo de la ciudadanía, que ni siquiera tiene hoy una visión optimista para adelante.
La razón por la cual Jair Bolsonaro le ganó en 2018 la Presidencia a Fernando Haddad, candidato del PT, fue principalmente que millones de brasileños, que habían logrado salir de la pobreza durante las gestiones de Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inácio Lula da Silva y comprado sus primeros teléfonos celulares y zapatillas buenas, habían vuelto a caer en ella y en el rencor cuando el ciclo de alza de las comodities terminó y el automóvil del popu/socialismo del siglo XXI se quedó sin nafta. Aquí, ya dos millones de personas dejaron de pertenecer a la clase media –donde se autopercibe la mayoría de los argentinos- para hundirse en la miseria.
Por todas esas razones, no creo que una fuerte mejora en la campaña de vacunación con las dosis canallescamente retenidas y el derrame de anabólicos para incrementar artificialmente el consumo le resulten suficientes al kirchnerismo para ganar las elecciones. Más allá de los cantos y gritos triunfalistas en los distintos bunkers cuando todo esté resuelto, esta vez la victoria o la derrota no se medirán en cantidad absoluta de votos y, menos aún, en totales nacionales, ya que se trata de comicios legislativos, con 24 jurisdicciones diferentes y con realidades por completo disímiles.
El Gobierno habrá ganado si consigue hacerse de los diputados nacionales que necesita para tener quórum propio en la Cámara baja o de los senadores que le permitan alcanzar los dos tercios en el H° Aguantadero; por el contrario, si a eso no llega, quienes habrán resultado vencedoras serán la República, la Constitución, la democracia y la libertad. Para garantizar que esto suceda, que me parece lo más probable, tenemos que asistir masivamente a votar, porque intentarán aterrarnos de miedo al contagio para que no lo hagamos, y comprometernos todos a fiscalizar las próximas elecciones para evitar que nos roben el futuro y el país.