Este jueves, propios y ajenos se vieron sorprendidos por la “advertencia” que el Gobierno argentino le hizo a Rusia por la demora en la llegada de la segunda dosis de la Sputnik V.
Fue Carlos Pagni quien publicó en diario La Nación el correo electrónico que la asesora presidencial Cecilia Nicolini le envió al integrante del Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF) Anatoly Braverman el pasado 7 de julio.
Allí, la funcionaria sostuvo que la Argentina está "en una situación muy crítica" por las complicaciones para conseguir el “componente dos” de la vacuna Sputnik V e incluso barajó la posibilidad de cancelar el contrato.
"Como le mencioné hoy, estamos en una situación muy crítica. Nosotros teníamos la esperanza de que, después de la conversación que tuvimos tú, (la ministra de Salud) Carla (Vizzotti), (el CEO del RDIF) Kirill (Dmitriev) y yo un par de semanas atrás, las cosas iban a mejorar. Pero han empeorado", se quejó la funcionaria nacional, encargada de gestionar la compra de vacunas contra el coronavirus.
Muchos celebraron en las redes sociales el “hallazgo” de Pagni, porque dejó al descubierto una situación totalmente desconocida para el ciudadano de a pie.
Sin embargo, todo hace presumir que se trató de una “filtración” adrede del propio gobierno. Que se encuentra más que molesto con los rusos pero no puede exteriorizarlo como quisiera. Básicamente por cuestiones de diplomacia, pública y privada.
Entonces, aparece casualmente un periodista haciendo el “trabajo sucio”, que deja al Ejecutivo local liberado de culpa y cargo. Porque, ¿qué responsabilidad tienen los funcionarios argentinos si a un cronista, cualquiera que fuere, se le ocurre divulgar un mensaje privado?
Si alguno cree que realmente se trató de una investigación periodística, solo debe preguntarse: ¿No es raro que el gobierno de Alberto y Cristina no esté poniendo el grito en el cielo ante la filtración de un correo electrónico, que es un documento privadísimo y confidencial?
Más aún: ¿No es curioso que el oficialismo de turno, siempre afecto a negar lo que publican diarios como Clarín y La Nación, admita sin más ni más que lo publicado por Pagni es real?
Incluso sorprende que no haya habido furiosas críticas en las redes sociales por parte de los célebres tuiteros K.
Pero hay más preguntas aún que deben hacerse: ¿Se envió alguna vez ese correo electrónico? Debe mencionarse que el propio gobierno de Putin reconoció hoy no haber leído nunca tal texto, del cual se anotició a través de los medios.
En el peor de los casos, podría tratarse de un sector del gobierno contra otro sector del gobierno, en el marco del millonario negocio de las vacunas que enfrentó en su momento a “albertistas” y “cristinistas”. Los primeros apoyando a Hugo Sigman y los segundos a Marcelo Figueiras.
Como sea, la jugada es perfecta: porque el gobierno argentino queda bien parado ante oficialistas y opositores, poniéndose firme ante las demoras rusas.
De paso, queda fuera del foco de las responsabilidades por el mal manejo de la llegada de las vacunas al país.
Quien lo dude, solo debe otear ahora mismo las portadas de los principales medios del país, todos hablando de la “dura” reprimenda argentina a Putin. La vacunación VIP, el escándalo Pfizer y otras cuestiones similares, quedaron en el olvido. Al menos por unas horas.
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