Un alto directivo de la firma Toyota hizo públicas las grandes dificultades que está enfrentando la empresa para incorporar 200 jóvenes a su plantel de empleados. Manifiesta que el principal escollo es que no encuentran candidatos que cumplan con el requisito de secundaria completa. Se considera que este es el nivel mínimo de formación requerido para desempeñarse en una planta industrial moderna. No se trata de un caso aislado. Es un problema que enfrenta la mayoría de las empresas modernas.
El tema es motivo de intensas polémicas. Resulta paradójico que una empresa no consiga trabajadores para cubrir vacantes cuando el desempleo y la informalidad son muy altos, especialmente, entre los jóvenes. El fenómeno alerta de que los factores que impiden el desarrollo social no se limitan a la baja inversión productiva y a una legislación laboral arcaica que desalienta la generación de empleos. También resulta decisiva la falta de capacidades laborales de las personas.
La pregunta que cabe hacerse con más profundidad es cómo está la situación de la juventud argentina respecto a la educación secundaria. En tal sentido, un informe del Instituto de Desarrollo Social Argentino (IDESA) toma datos de del Ministerio de Educación de la Nación y concluye que:
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Sólo el 69% de los jóvenes hasta 24 años terminó la secundaria.
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Entre los jóvenes de más alto ingresos el 88% terminó la secundaria.
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Entre los jóvenes de más bajos ingresos (la mayoría, pobres) sólo el 52% terminó la secundaria.
Estos datos muestran que la proporción de jóvenes que termina la secundaria es baja y heterogénea según el nivel de ingresos de las familias. En los hogares de mayor nivel de ingreso casi la totalidad termina la secundaria, mientras que en las familias pobres sólo la mitad de los jóvenes termina la secundaria. El problema se potencia con la baja calidad educativa. Según el Ministerio de Educación, el 47% y el 81% de los estudiantes de las escuelas del Estado no alcanzan nivel satisfactorio en lengua y matemática, respectivamente. Esto señala que, aún terminando la secundaria, tampoco alcanza para obtener la formación mínima requeridas por las empresas más modernas.
Esta información se refiere al 2019, es decir, antes de la pandemia. Cabe esperar una profundización de la degradación debido a la prolongada alteración de los procesos educativos desencadenados a comienzos del 2020. Todos los alumnos están sufriendo las consecuencias, pero los daños más severos se registran en los niveles socioeconómicos más bajos donde resultó imposible migrar a métodos de enseñanza virtuales. La crisis terminal derivada de la pandemia debería motorizar un profundo cambio en las políticas educativas. Así como el teletrabajo está revolucionando la organización del trabajo, la pandemia es la oportunidad para implementar modalidades de enseñanza más tecnológicas que recuperen el interés de los jóvenes y ayuden a mejorar la calidad educativa. En especial, es crítico y urgente atender el déficit en matemáticas.
Esta modernización debería ser acompañada con un rediseño del secundario. En los países sajones de Europa, como Alemania, Austria, Holanda, Dinamarca, entre otros, la secundaria se organiza en dos modalidades. Una que prepara los jóvenes para la educación universitaria y otra para el mundo del trabajo apenas terminada la secundaria. A esta última la llaman educación vocacional. En la Argentina solo se prepara para la universidad, desatendiendo a los jóvenes cuyo proyecto es comenzar a trabajar.
La experiencia demuestra que el éxito de la educación vocacional depende crucialmente de un vínculo muy estrecho entre las escuelas secundarias y las empresas. Resulta muy enriquecedor que los estudiantes completen la formación que les provee la escuela dentro de una empresa. Para concretar esta idea en Argentina es fundamental superar visiones obsoletas tanto del ámbito educativo (que consideran que las escuelas no están para formar mano de obra para las empresas) como de la legislación laboral (que es sumamente restrictiva a la hora de permitir que los jóvenes se formen en ámbitos laborales).