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Así falsificaron la autopsia de Ángeles Rawson, parte 2

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Los elementos que prueban que la segunda junta médica mintió sobre la causa de muerte de Ángeles Rawson
Los elementos que prueban que la segunda junta médica mintió sobre la causa de muerte de Ángeles Rawson

Esta es la segunda nota de una entrega por partes. Para leer la primera, clickeá acá.

 

Tanto el informe de la autopsia, realizada al día siguiente de la muerte de la joven, como las conclusiones de la primera Junta Médica, presidida por Konopka, resultaban desfavorables para la acusación: por un lado, se descartaba un ataque sexual, y por el otro, no permitía acreditar el dolo homicida.

A raíz de un informe en disidencia firmado por los peritos de la querella Quiroga y Rinaldi de Cheri, el Juez Ríos convocó a una segunda junta médica, presidida por el Dr. Roberto Victor Cohen. Este grupo de expertos llegó, a partir del del mero análisis de las fotografías y videos del procedimiento, a conclusiones radicalmente opuestas a las de la autopsia:

  1. Que la muerte había sido producto de una estrangulación y sofocación manual, y no de una asfixia mecánica por aplastamiento, provocada en la máquina compactadora.

  2. Que hubo un breve periodo agónico, de menos de 5 minutos, y no de más de 12 horas, como había consignado Konopka.

  3. Que existían signos de un ataque sexual.

  4. Que las fracturas de costillas eran post-mortem y no vitales, como había determinado el médico autopsiante.

Se ordenó la exhumación del cuerpo de la joven, a 71 días de su fallecimiento, a fin de realizar un examen histopatológico sobre tejidos y huesos seleccionados con un criterio poco claro. Si bien los resultados de este análisis contradijeron o dejaron sin respaldo muchas de las conclusiones iniciales de la propia junta médica, esta pudo seguir sosteniendo la hipótesis de la muerte por estrangulamiento y el ataque sexual. El criterio de selección de tales huesos y tejidos fue, no obstante, uno de los principales blancos de la defensa del imputado.


Fracturas de costillas

Tal como se dijo previamente, el médico autopsiante Héctor Félix Konopka observó fracturas de costilla de la II a la XI, del lado derecho, y de la III a la VII del izquierdo, totalizando 15 fracturas, que él consignó como vitales (producidas en vida). Esta cantidad de fracturas vitales lo llevó a creer que la muerte de la joven se produjo como resultado de un aplastamiento por una fuerza mecánica, que llamó “asfixia traumática”.

La segunda junta médica, sin embargo, consideró de entrada que ninguna de las fracturas eran vitales, y decidió enviar 5 costillas a histopatología. Sorprendentemente, el examen arrojó que los 5 huesos enviados presentaban fracturas vitales.

A partir de entonces, pasó a sostener que sólo esas costillas habían sido fracturadas mientras la víctima se encontraba con vida, y que las restantes, que no habían sido examinadas, no. En su declaración testimonial en el juicio oral, el Dr. Cohen declaró: “La niña presentaba fracturas costales derechas de las costillas segunda a décimo primero del lado derecho. De ellas, solamente fueron vitales las costillas 9, 10 y 11. Del lado izquierdo, se presentaban fracturas que iban de la tercera a la séptima costilla, siendo solamente vitales la 3° y la 4°”, olvidando mencionar que las restantes costillas no habían sido enviadas a histopatología. Tampoco se detuvo en ningún momento a explicar por qué halló 14 y no 15 fracturas costales, como había anunciado inicialmente el patólogo Konopka.

A lo largo del juicio, Adrián Tenca, el abogado del portero, fue interrogando a los distintos testigos acerca del motivo por el cuál las demás fracturas no fueron analizadas, y si estas podrían haber sido vitales igualmente. Sorprendentemente, los distintos peritos de la junta brindaron respuestas muy distintas entre sí. Cohen y Prebisch, médicos legistas ambos, aseguraron que solo fueron enviadas a histopatología aquellas costillas cuyas fracturas mostraban signos de vitalidad.

“Lo que sí hemos visto, es que la toma de esas costillas, que se hizo de consenso con toda la junta, por los cambios cromáticos que estas presentaban, eran las únicas que mostraban cambios cromáticos compatibles con vitalidad”, sostuvo Cohen.

También mantuvo el siguiente diálogo con el abogado Adrián Tenca:

Tenca: Doctor, usted, con respecto al tema de la vitalidad de las fracturas… hizo referencia a que 5 eran vitales y el resto no. Y se mandó a hacer el estudio histopatológico de las costillas derechas 9, 10 y 11 y las costillas izquierdas 3 y 4, y las 5 dieron vitales. No es dable colegir que el resto de las fracturas eran vitales?

Cohen: Yo pido qué costillas son las que se quieren mandar, y todos dijeron que aquellas que se vean infiltradas, las infiltradas son las que remitimos. Porque el resto… quedó firmado de consenso que se consideraron no vitales macroscópicamente, sin infiltración hemorrágica a nivel vital, y sin bordes fracturarios que pudieran a uno hacerle suponer la vitalidad. No puedo decirle si efectivamente eran o no vitales porque no se enviaron a estudio, porque fue decisión de la totalidad de la junta médica, incluidas las partes.

Tenca: Entonces usted no puede concluir con certeza científica que el resto de las costillas no eran vitales

Cohen: Sí, doctor (...) las costillas que se remitieron tenían características propias de vitalidad y confirmación histológica. Las costillas que no se remitieron, tenían características macroscópicas de no vitalidad, pero no tienen estudio histológico.

Existen, no obstante, al menos 4 hechos que contradicen la afirmación de los doctores Cohen y Prebisch…

  1. En su análisis macroscópico inicial, realizado sobre el material fotográfico de la autopsia, la Junta Médica consignó todas las fracturas de costilla como no vitales, sin hacer ninguna salvedad. Esto puede verse en la página 24 del informe de la junta. Parece ser, por tanto, falsa la afirmación de que en esas 5 se habían observado indicios macroscópicos de vitalidad.

Las fracturas costales, numeradas como lesiones 26 y 27

Sobre las lesiones 26 y 27: “La JM las considera como no vitales (...) no se observaron signos macroscópicos de sangrado en los bordes fracturarios”

  1. Como se dijo anteriormente, el Dr. Konopka había concluido a través del análisis ocular que las 15 fracturas eran vitales. La vitalidad de una lesión en un hueso puede determinarse, macroscópicamente, por lo que se llama infiltración hemática: si se produce una lesión ósea cuando todavía existe circulación sanguínea, se dará el ingreso de sangre en los bordes de la fractura. Esto es lo que permite deducir, a golpe de vista, si una lesión en el hueso es vital (producida en vida) o no vital (post-mortem). Si bien el examen histopatológico es mucho más fiable, el hecho de que un patólogo haya determinado que las restantes fracturas eran vitales es una fuerte evidencia a favor de dicha probabilidad.

  1. La segunda junta médica envió gran cantidad de tejidos sin signos de vitalidad a histopatología, los cuales terminaron arrojando resultados previsibles.

En el informe inicial de la autopsia, realizada por Konopka, se dejó constancia de “fractura de cúbito, radio y cóndilo derecho sin signos de vitalidad”. En la re-autopsia no existió polémica con relación a estas fracturas, y pese a todo, decidieron enviarse a histopatología el cúbito y radio derechos, arrojando estos como resultado la no vitalidad.

La no vitalidad de la fractura de cúbito, radio y cóndilo ya constaba en el informe de Konopka.

La 2°Junta ya consideraba “sin signos de vitalidad” esas tres fracturas en el examen macroscópico de las fotografías de la autopsia.

La 2° junta decidió enviar el brazo derecho a histopatología, que terminó arrojando los resultados previstos.

Exactamente lo mismo ocurrió con otras lesiones óseas y en tejidos blandos cuya no-vitalidad nunca fue controvertida, como el maxilar o las lesiones en el cráneo. También se enviaron gran cantidad de segmentos de piel y músculo que no pudieron ser analizadas por el avanzado estado de putrefacción. No obstante, con respecto a las fracturas de costillas, fundamentales para determinar la causa de la muerte, la junta médica adoptó este extraño criterio de selección.

  1. En su declaración testimonial, el médico Duronto explicó:

“Debajo del reborde de las costillas corre el paquete vásculo nervioso. Cuando se rompe una costilla puede pasar que se rompa ese paquete vásculo nervioso, entonces hay sangre, porque una parte de las costillas rompe el vaso… pero eso puede no pasar.” Por tanto, incluso si fuese cierto que no se observaba a simple vista sangrado en los rebordes, no puede descartarse la vitalidad de tales lesiones.

En lugar de cerciorarse de la no vitalidad las demás fracturas costales (como vimos antes, el estudio histopatológico contradijo las observaciones de la junta), el claustro de expertos decidió sencillamente especular con que el imputado le habría lesionado 5 costillas en el ataque, y que el resto habrían sido provocadas post mortem por la compactadora. Tal es la teoría presente, tanto en los alegatos de la fiscalía y la querella, como en el propio fallo. Nuevamente, las partes acusadoras presentaron dos hipótesis contrapuestas: mientras que Lanusse, el abogado querellante, sostuvo que Mangeri saltó sobre Ángeles, fracturando las costillas con sus rodillas, la fiscalía propuso la versión de que el ataque se dio en una escalera. Si bien el número de fracturas costales que presentaba la víctima pareciera ser un detalle menor, hay que entender que toda la mecánica del hecho que los investigadores sostuvieron se basa en la presuposición de que solo la 9, 10 y 11 del lado derecho, y la 3° y 4° del izquierdo se lesionaron en vida.

El panorama se vuelve aún más complejo cuando se contrastan las otras opiniones periciales vertidas en el juicio:

Jorge Vicente Quiroga, perito médico de la querella, protagonizó un curioso intercambio con Adrián Tenca en el que, al ser interrogado acerca de este tema, contestó “¿Usted me pregunta mi opinión como médico legista? Sí, yo creo que todas fueron vitales”. Posteriormente, el abogado lo consultó acerca de cómo podría un hombre provocar fracturas en vida de 14 costillas, clavícula derecha y apófisis espinosa, a lo que respondió:

“Es posible, si yo soy una persona de 100 kilos de peso y me tiro de rodillas sobre una persona de 50 kilos de peso, con un tórax pequeño, es posible que las fracture”.

El traumatólogo Macia reconoció que sólo podía tener certeza de la vitalidad de las costillas enviadas, sin animarse a hacer ninguna suposición con relación al resto, tal como sí hicieron sus colegas.

Cuando se analizan globalmente las distintas opiniones periciales, puede apreciarse la falta de consenso con respecto a este hecho:

  1. Cohen, Prebisch y Losetti, del Cuerpo Médico Forense, sostuvieron que solo las costillas enviadas eran vitales, y descartaron que las 9 restantes pudieran haberlo sido también.

  2. Macia, el único traumatólogo de la junta, reconoció que era imposible determinar la vitalidad o no del resto de las costillas.

  3. Ernesto Duronto (defensa) y Jorge Vicente Quiroga (querella), sostuvieron que probablemente todas las fracturas costales sean vitales, a pesar de no haber sido analizadas. A este grupo se suma Héctor Félix Konopka, que si bien no integró la segunda junta médica por decisión expresa del juez, fue el médico encargado de realizar la autopsia.


¿Signos de estrangulamiento?

Existió una serie de elementos que llevaron a los médicos de la junta presidida por Cohen a concluir que hubo estrangulación manual. En el examen traumatológico de la autopsia, quedó registrado lo siguiente: “Área equimótica excoriativa, que abarca rostro, cuello y tercio superior de tórax, con sectores figurados en cara anterior de cuello”. En el posterior informe de la segunda junta médica, puede leerse: “El área equimótica excoriativa en rostro, cuello y tercio superior de tórax, con "sectores figurados" en cara anterior de cuello, son un indicio compatible con la existencia de un proceso de estrangulación manual y sofocación manual por oclusión de los orificios respiratorios”.

Según las partes acusadoras, esta lesión equimótica en el cuello posee la forma de una mano, demostrando que esta se habría producido en el estrangulamiento. Incluso, se le pidió a los distintos peritos a lo largo del juicio que colocaran su mano sobre dicha lesión, proyectada en la pantalla, mostrando que esta era compatible con la compresión manual del cuello. En las fotos puede observarse una mayor presencia de equimosis del lado derecho que del izquierdo, cosa que también fue observada en el histopatológico: “órganos del cuello con hemorragia adyacente al complejo laringo-hioideo derecho y extensión a músculos ipsilaterales”.

Para Konopka, sin embargo, esta lesión podía explicarse por la fractura de clavícula derecha, consignada como vital. En este sentido, hizo notar que únicamente se observaba hemorragia en los músculos laterales derechos.

Konopka atribuyó la lesión en el cuello a la fractura de la clavícula derecha

En el juicio, el médico autopsiante ratificó sus conclusiones al respecto, al ser interrogado por Tenca acerca de sí había observado lesiones compatibles con estrangulamiento: “No, lo que encontré fue una infiltración a nivel esternocleidomastoideo, que era atribuible a la fractura doble de clavícula”.

A pesar de que no terminó de quedar claro si estaba fracturada en una o dos puntas, ya que los dos informes radiológicos se contradijeron, lo cierto es que la clavícula derecha mostraba un desplazamiento que podría haber causado esta lesión.

Esto quedó evidenciado en las declaraciones del traumatólogo Macia y del radiólogo Pereyra.

El primero, al ser consultado en el juicio oral acerca de sí la fractura de clavícula evidenciaba un desplazamiento, respondió afirmativamente, que “se veía desplazada en el informe radiológico”, añadiendo luego que “no recordaba la magnitud del desplazamiento”.

Inmediatamente, el juez Ramírez le preguntó si aguno de estos desplazamientos alcanzaba el cuello, a lo que Macia respondió: “Está en la zona del cuello y desplazada”.

El radiólogo Pereyra, al ser interrogado con respecto al mismo tema, contestó: “impresionaba como desplazada (...) esto igual se confirma en el examen tanatológico”.

Esta fractura vital de clavícula representa, a su vez, un gran problema para la hipótesis de la querella, según la cuál Ángeles opuso una fuerte lucha defensiva, arañando decenas de veces al encargado. “Por las características de la fractura de clavícula, y en la experiencia asistencial de muchos años, el miembro queda inutilizado… particularmente el hombro”, respondió el traumatólogo Macia, al ser interrogado al respecto.

 

La trama del pulóver

En la testimonial brindada durante el juicio oral, el Dr. Roberto Víctor Cohen esbozó un extraño argumento para sostener la hipótesis de que la joven fue ahorcada manualmente: “En las capas gruesas de ropa la niña presentaba un pulóver de cuello alto (...) cuya trama quedó marcada del lado derecho, a la altura de la glándula salival, compatible con un mecanismo de compresión… y la compresión es tan selectiva que ninguna máquina o fuerza extrahumana va a elegir esa zona para comprimir y dejar la marca. Eso se llama calcado de la trama”. A juicio de él, esa impronta en la piel solo podría haber sido provocada por una persona que deliberadamente comprimiera esa área, y no por el mecanismo de la compactadora.

Un importante hecho, sin embargo, contradice esta afirmación de Cohen:

como ya fue varias veces publicado en Tribuna de Periodistas, la chomba escolar de Ángeles mostraba una mancha de sangre que no se veía en el pulóver ni en la campera. Esto quiere decir que la joven fue atacada solo con la remera puesta, y que luego le fueron colocadas las dos prendas superiores, antes del descarte del cuerpo en el sistema de recolección de residuos. Por tanto, Ángeles no podría haber tenido puesto el pulóver de cuello alto al momento de ser atacada.


Chomba del Instituto Virgen del Valle, manchada de sangre, debajo de las prendas superiores.

 

Neuronas rojas

Al ser entrevistado por Tribuna de Periodistas, el perito bioquímico Gabriel Boselli brindó la siguiente explicación sobre las neuronas rojas:

“la neurona es una célula cerebral muy sensible a los cambios del oxígeno que llega al cerebro. Cuando se produce un fenómeno de anoxia o de isquemia, esto es, que por alguna razón esa neurona detecta que no está llegando la suficiente cantidad de sangre al cerebro, esas neuronas reciben una señal de que deben morir (...) después de que ocurre la muerte de las neuronas, se tiñen con un colorante especial, por eso se las denomina neuronas rojas. (...) Cuando la neurona recibe la señal de que le falta oxígeno por dos o cuatro minutos, esa neurona ya está condenada a la muerte, y va a llevar a un proceso de muerte neuronal”. El colorante al que hace referencia Boselli es la eosina, y producto del ph alcalino que el citoplasma de la neurona adquiere al producirse la muerte celular es que es propenso a teñirse con él. Justamente por eso, la neurona roja puede ser detectada en un examen histopatológico, tal como en el caso de autos.

Según la bibliografía científica, se da un delay de varias horas entre que se corta temporalmente la circulación de oxígeno, provocando la muerte neuronal, y la manifestación de las neuronas rojas. En este lapso de tiempo, que según algunos estudios puede ser de más de 12 horas, el organismo debe estar vivo. Este período de sobrevida le dio al Dr. Konopka un motivo más para pensar que la joven murió aplastada por la compactadora, sufriendo una agonía prolongada.

Fragmento del informe de la Primera Junta, presidida por Konopka

Sin embargo, aclara Boselli, la neurona roja no es un fenómeno necesariamente equiparable a la agonía. Puede darse, por ejemplo, en personas vivas, que hayan experimentado un episodio de anoxia de varios minutos, como es el caso de un accidente cerebrovascular: “Konopka nunca debió haber hablado de agonía, debió haber hablado de un periodo prolongado en donde le falto oxigeno a la víctima”, aclaró el bioquímico.

A este respecto, la defensa aportó cuantiosa bibliografía que trataba la cuestión del delay de las neuronas rojas, que los peritos del cuerpo médico forense parecieron haber leído solo parcialmente.

La Dra. D´addario explicó que la neurona suele tener una coloración rosada al ser observada en microscopio, pero que cuando existe un fenómeno metabólico por hipoperfusión (disminución del caudal de oxígeno en sangre) y reperfusión (reanudación del suministro de oxígeno sanguíneo), se produce el cambio de coloración que observable al microscopio.

A pesar de que inicialmente afirmó que las neuronas rojas se presentaban en los primeros minutos, posteriormente reconoció que entre el período de hipoperfusión y la manifestación de la neurona roja, existe un delay de varias horas.

Cohen, por su parte, al comenzar su declaración testimonial, sostuvo que “se ha demostrado que basta solamente con 2 minutos en una rata o 4 minutos en un humano para que, por un fenómeno de anoxia isquemia, la tinción de la célula pase al color rojo”.

Llamativamente, el presidente de la segunda junta médica omite la distinción entre el delay de la neurona roja y la duración de la anoxia necesaria para causar este fenómeno:

Si bien es cierto que alcanza con pocos minutos de obstrucción de la circulación sanguínea para que aparezca en el hipocampo esta característica, esta debe ser seguida de una reanudación de la circulación. Varias horas después de la reperfusión, y con el organismo vivo, terminarán por aparecer las neuronas rojas.


Una de las citas bibliográficas de la defensa*. Traducción: una isquemia de 4-5 minutos puede dañar irreversiblemente las células del hipocampo y el neocortex (...) si un paciente muere rápidamente (...) el cerebro suele mostrarse ensanchado y macroscópicamente normal. Si el paciente sobrevive y la perfusión se restaura, los cambios comienzan a aparecer en horas. Al principio, las neuronas dañadas se vuelven eosinofílicas (...) las neuronas eosinofílicas escogidas son la característica de la EIH (encefalopatía hipóxico-isquémica)”.

Otro fragmento bibliográfico citado por la querella*: los trabajos de Oemichen excluyen la posibilidad de que se manifiesten los cambios neuronales después de la muerte del organismo.


Por ende, la existencia de neuronas rojas en el hipocampo da a entender que existió un período de sobrevida de varias horas, lo que excluye, por tanto, una asfixia manual. Esto, dado que el estrangulamiento causaría la muerte tan rápido que impediría la formación de alteraciones morfológicas celulares.

Cabe aclarar que lo más probable es que la joven no se encontrara despierta al momento de pasar por el sistema de recolección de residuos, pudiendo haber estado inconsciente, en coma o incluso con muerte cerebral.


Bibliografía:

*Encefalopatía Hipóxico Isquémica - Principios Generales https://www.google.com/url?sa=D&q=http://neuropathology-web.org/chapter2/chapter2aHIE.html&ust=1630896720000000&usg=AOvVaw0HLTI-lRki-Ld8kKPAoxPF&hl=es&source=gmail

**Forensic Neuropathology and Associated Neurology, Oemichen.

https://books.google.com.ar/books?id=0tZIcDDe6bAC&pg=PA293&lpg=PA293&dq=necrosis+neuronal+strangulation&source=bl&ots=1w-QWl0gsN&sig=twKwi0x-NWQ9Kf021o45lkfD7Xs&hl=es-419&sa=X&ei=U0yPUoPRG4_msASVv4KQBg&ved=0CEYQ6AEwAg

 

2 comentarios Dejá tu comentario

  1. O sea que todo fué una puesta en escena para ocultar un implicación en un delito mayor, en la cuál hay comprometidos personajes bastante pesados y Mangeri es solo un pobre perejil sin defensa que pago los platos rotos.

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