Insultos, gritos, peleas y traiciones. Así se desarrollaron las últimas horas del vínculo entre las máximas figuras políticas: la relación entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner está totalmente rota. La vicepresidenta acusa a Alberto de “hacer continuamente cagadas”. Y lo culpa de la derrota electoral: “Fue por la desastrosa gestión de su gobierno. No trabajan, son vagos”. La carta de este jueves hace públicos estos cuestionamientos y recrudece la pelea al máximo nivel del poder.
En su texto le lanzó un ultimátum a Alberto Fernández. El Presidente acusa a Cristina de “desleal” y de intentar quedarse con el Gobierno. Y contragolpea: “Acá perdimos todos. También Cristina, Kicillof y La Cámpora”.
Alberto está molesto: “Yo no me voy a dejar patotear por La Cámpora”. En la intimidad, ambos parecen “Los Pimpinela”. La noche del miércoles fue traumática. Alberto repetía: “No hablo con traidores y desleales”. Cristina replicaba: “Ni me lo nombres a Alberto”.
Testigos de esas hirientes frases –con insultos irreproducibles– fueron los mediadores entre ambos. Sergio Massa buscó un acuerdo y hasta Aníbal Fernández se metió en el medio. También algunos gobernadores quisieron terciar sin éxito.
Las conversaciones duraron varias horas después de la medianoche del miércoles. Este jueves se retomaron bien temprano en Olivos y todavía continúan.
Hubo una propuesta concreta de encontrar una salida a la crisis. El plan es producir un cambio de Gabinete que involucre a seis ministros. Tres por cada facción. Se trata de que se vayan tres ministros de Alberto y tres funcionarios que respondan a La Cámpora y Cristina. El Instituto Patria pedía la cabeza de Sabina Frederic, Matías Kulfas y Santiago Cafiero. El trío de camporistas apuntados sería Wado de Pedro, Luana Volnovich y Fernanda Raverta, las cajas de Maximo.
Hasta ahora la cuestión no avanzó. El Presidente respondió a esa propuesta con una versión fuerte: que había eyectado a Wado de Pedro del Gobierno. Cristina y Máximo se sorprendieron por la inflexibilidad de Alberto. No la esperaban, pero el Presidente está intransigente porque siente que se lo quieren llevar puesto.
Alberto intenta volver a sus fuentes y sus viejas promesas incumplidas: desplazar a La Cámpora del Gobierno y fortalecer su vínculo con los gobernadores e intendentes. Sobre eso habló ayer en Olivos con Sergio Uñac. También recibió a Juan Manzur y al jefe de La Matanza, Fernando Espinoza. Al trío lo sondeó sobre un futuro ministro del Interior con apoyo de los caciques territoriales.
Se está jugando fuerte y la irresponsable pelea política altera la economía: las acciones –otra vez- se desplomaron y el dólar tocó otro récord. Un mayor torniquete al cepo evitó que el BCRA pierda más reservas durante estas jornadas.
Los hombres de negocios no pueden creer cómo Cristina y Alberto autoprofundizaron la crisis. En la UIA, AEA y los bancos temen -y lo dicen- que los problemas recién empiecen.
Este jueves hubo reuniones de inversores en Wall Street. Goldman Sachs , JP Morgan y UBS emitieron documento con teorías inquietantes sobre Argentina.
Son versiones que circulan localmente. Muchos sostienen que la ofensiva de Cristina y La Cámpora busca un objetivo final: salir del Gobierno, para mantener el relato contra el FMI y evitar tener que avalar los ajustes que se avecinan para intentar encarrilar la economía. También otros poderosos insisten en que el sector duro del “cristinismo” busca empujar a Alberto, para colocar en la Casa Rosada a quien realmente tiene el poder político en el espacio: la propia Cristina.
El proyecto delirante entusiasma a los duros de La Cámpora, pero tiene un límite: dicen que la vicepresidenta no está dispuesta a correrlo a Alberto y ser acusada de “golpista”.
Por las dudas, Alberto quiere que Sergio Massa se quede en Diputados: para no entregar a La Cámpora la línea de sucesión presidencial. Estas versiones circularon el miércoles en los ambientes de poder, después de la kamikaze jugada de Wado de Pedro y los funcionarios renunciantes. Esa maquiavélica –y peligrosa- movida se le ocurrió al propio Wado.
El ministro del Interior jugó desleal e hizo pública su dimisión para precipitar la crisis política y obligar a Alberto a sacar a Santiago Cafiero y Martín Guzmán. Juanchi Zabaleta lo acusó: “Sos un traidor”. La cuestión blanqueó las furibundas peleas de los últimos meses, que tapaban solo con hipocresía Alberto y Cristina.
El Presidente no soporta más que la vice lo haga quedar como un “títere” marcándole en público la cancha. Tampoco –dice– está dispuesto al chantaje permanente de La Cámpora. La cuestión explotó ya el domingo en el búnker de la derrota. Tras bambalinas cada uno tuvo un lugar y evitaron cruzarse durante la trágica noche.
Alberto y sus colaboradores en un salón. Sergio Massa en otro y Cristina y los suyos aislados en una habitación. Sólo tuvieron contacto para decidir que hablaba Alberto.
A Cristina la rodeaban su hijo Máximo, De Pedro, Teresa García y Axel Kicillof. El kirchnerismo estuvo falto de reflejos, sin timing y ajeno a la realidad: media hora antes de los primeros y categóricos datos oficiales, insistían que habían ganado la Provincia.
El mazazo electoral los demudó y Cristina empezó a buscar culpables por todos lados. La furia se adueñó de todos y Máximo empezó a acusar a Martín Guzmán por la derrota. Así lo decía: “La gente no tiene plata. La gestión de Guzmán es un fracaso”.
Cristina arremetió con frenesí contra Cafiero. El jefe de Gabinete estaba en el cuarto vecino: esa noche Cafiero le ofreció su cargo al Presidente. Así lo dijo: “Alberto, mi lugar y el de todos los funcionarios están a disposición”.
El Presidente se acostó tarde el domingo y amaneció temprano el lunes. Esa mañana, el Instituto Patria le exigió que rueden cabezas, pero Alberto rechazó la imposición de Máximo y Cristina.
El Presidente sospecha que madre e hijo quieren terminar de licuar su poder y coparle el gobierno: dijo que las salidas de Cafiero y Guzmán lo dejaban en una situación de debilidad extrema y eso era inaceptable.
Después Alberto contragolpeó: le enumeró a Cristina que perdió en Santa Cruz, en Buenos Aires y la mayoría en el Senado. También repartió bandazos contra Máximo: lo acusó por el mal armado en Buenos Aires y por “despreciar ” a los Barones peronistas del Conurbano. La desgracia kirchnerista –en verdad- fue brutal . Axel perdió 18 puntos de sufragios.
Máximo fue el verdadero impulsor del ataque a Guzmán. Quiere su cabeza.
El martes le ofreció a Massa hacerse cargo del Palacio de Hacienda y el Ministerio de Producción. Un súperministerio.
Máximo le dijo que la propuesta tenía el aval total de Cristina. Para el cacique de La Cámpora ese plan lo dejaba “knockout” a Guzmán. Pero Massa no aceptó. Coincidió con Alberto: dijo que había que esperar a noviembre para pensar en esas decisiones.
Cristina tampoco estaría muy convencida : su insólita ratificación a Guzmán apuntaría a abortar las propuestas de su hijo. Guzmán volvió el miércoles al Palacio de Hacienda y confirmó a su equipo los detalles de la conversación con la vice.
Asi lo confió: “Cristina me dijo que no pidió mi renuncia. En breve nos vamos a reunir”. El ministro –después– se sinceró: acusó a Máximo de fogonear ese complot contra su gestión. Fue sincero: “No se confundan. Atrás de mi cabeza está Máximo, y no sabe que juega con fuego” (Marcelo Bonelli, diario Clarin).