Se acerca la fecha, faltan menos de 48 horas para que las mesas de votación abran y los cuartos oscuros queden a disposición de la gente, ya todos hicieron su cierre de campaña y ahora, en plena veda electoral, el votante tiene la potestad de definir su voto, si es que aún no lo tiene decidido.
El Gobierno desesperado, ayer hizo un acto en Merlo, en el parque Néstor Kirchner –porque hospitales, centros y hasta parques tienen que tener el nombre de los próceres- y la imagen que dejó no fue la mejor.
Se trató de mostrar unidad pero la sensación que quedó luego del acto del cierre de campaña fue de distancia. Cristina Fernández no pudo disimular el mal estar que le genera tener a Alberto Fernández como cabeza del Gobierno. ¿Se habrá arrepentido de su decisión?
No sería ilógico. El presidente testimonial es repudiado por el kirchnerismo duro y, de hecho, ello quedó confirmado luego de que se dieran a conocer los audios de la diputada nacional Fernanda Vallejos.
Es que Alberto Fernández tuvo una serie de desaciertos a lo largo de estos dos años como presidente. El rechazo que generaron las reuniones en la quinta presidencial de Olivos es acaso una de las muestras más acertadas para entenderlo.
Aunque no sólo eso, la posición de Alberto frente al Fondo Monetario Internacional –que se contradice de forma evidente, no solo con sus propios dichos, sino también con la posición de La Cámpora- es otra de las cuestiones que ha ido deshilachando la relación entre él y su vice.
Otro tema tiene que ver con la economía. Otra vez fue Vallejos quien dejó en claro el ajuste que está haciendo el Gobierno y el descontento que ello genera dentro del frente.
El oficialismo hoy apunta a achicar la diferencia que se dio en las primarias con Juntos por el Cambio, sabe que ganar, incluso en la provincia de Buenos Aires, es una odisea casi imposible de cumplir.
Desde la brutal –e inesperada- derrota del Frente de Todos en las elecciones PASO se han tomado medidas que apuntan a recuperar el voto perdido, pero poco se puede hacer con una sociedad que expresa su descontento con las políticas implementadas.
Inseguridad, inflación, dólar en fuerte alza, falta de empatía, pérdida de la credibilidad, peleas internas, etcétera; lograron generar una suerte de hartazgo en la ciudadanía pocas veces visto.
No queda mucho por hacer, lo cierto es que el Gobierno está perdido, utilizando un viejo y ya desgastado discurso que sólo sirve para reafirmar el sufragio de aquellos que ya lo había votado, difícilmente consigan nuevos votos con los slogans que se utilizan en campaña.
Tan perdidos están que el candidato a diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires del oficialismo, Leandro Santoro, no tiene en cuenta que su Gobierno le restó puntos de coparticipación a la jurisdicción por la que él compite.
Lo llamativo además es que en plena campaña poco y nada se ha dicho sobre los supuestos “logros” de las políticas implementadas. El discurso gira más bien a un “no votes al otro”.
Algo así como si no quedara otra opción y, nuevamente, el kirchnerismo se muestra como el salvador de la República, el que va a “poner a la Argentina de pie”, y todo indica, según todos los números y todas las variables, que lejos se está de cumplir aquella profecía.
Dicho sea de paso, mientras Alberto Fernández asegura que “no nos vamos a arrodillar ante el FMI”, busca su apoyo e incluso se muestra interesado de más. Ni siquiera intenta ocultar al entusiasmo que le genera ver a los grandes líderes del mundo, aquellos que aportan al Fondo, a punto tal que éstos tuvieron que esquivarlo en la cumbre del G20 y en la COP26.
Más cerca del ideario chavista y muy lejos de dejar a la Argentina bien parada frente a los principales países y mercados del planeta, el presidente hace malabares para quedar bien con los funcionario propios y con el resto del globo.
Se trata de una tarea faraónica, imposible, cuyo resultado es terminar siendo mal visto por todos. Los propios y los ajenos, el oficialismo y la oposición, con Argentina y con el mundo.
Alberto ya está siendo señalado como el peor presidente de la historia democrática Argentina y, para colmo, aún le restan dos años de mandato. ¿Cómo va a hacer para generar gobernabilidad cuando las implosiones y las explosiones están a la orden del día?
¿Cómo logrará apagar los incendios internos cuando hizo algo que parecía imposible? Es que fue capaz de reventar al peronismo. Por primera vez se da un hecho destacable que es que consultores políticos empiezan a señalar que ese movimiento, el cual supo tener una adherencia prácticamente inconmensurable, está llegando a su ocaso.
Estas elecciones van a ser muy duras para el Gobierno, y todo indica, a pesar de no ser una regla exacta sino todo lo contrario, que el 2023 será aún más complicado.
No se puede olvidar que en 2009 Francisco De Narváez le ganó la elección de medio término a Néstor Kirchner y que en 2007 y 2011 Cristina Fernández consigno la victoria en las presidenciales, pero acá hay un elemento que entonces no existía.
Nuevos partidos de derecha, mayor adhesión a la idea de la libertad, mayor repudio a la clase política y, sobre todo, una inmensa cantidad de nuevos votantes que reaccionan ante la decadencia Argentina que en su mayoría durante los últimos 75, estando en democracia, fue gobernada por el peronismo (37 años).
Entonces, cabe preguntarse ¿Está el peronismo llegando a su fin?
© Tribuna de Periodistas, todos los derechos reservados