Otros dos casos de telepatía y clarividencia, lo tenemos (en el libro del jesuita parapsicólogo González Quevedo: El rostro oculto de la mente, Asunción, Paraguay/ Ñandutí Vivé, 1992) en la siguiente relación:
"El Dr. Thoulet, profesor de la facultad de Ciencias de Nancy, siendo aún estudiante, estaba en Italia ayudando a un ingeniero también francés. La mujer del ingeniero se había quedado en Tolón. Cierta noche, Thoulet se despierta de repente y con bastante nitidez ve ante sí un imaginario telegrama que incluso puede leer. Va al cuarto contiguo, que es el del ingeniero, y le dice: "Acabas de tener una hija; el telegrama dice...", y comienza a leerlo en su mente; pero después de leídas las primeras palabras, la líneas se van apagando hasta hacer imposible la lectura completa. Todavía puede distinguir nítidamente y describir los dibujos característicos del papel imaginario en el que estaba leyendo. Enseguida ¡todo desaparece!
"Algún tiempo después, el ingeniero recibía un telegrama con la grata noticia. Las primeras palabras eran efectivamente las leídas imaginariamente por Thoulet y, lo que es más importante, los dibujos característicos del papel en que venía el texto eran los vistos y descritos en la alucinación. 'No tengo ninguna prueba material que aportar -escribe el Dr. Thoulet- Si alguien me contase esta historia no la creería; no obstante me veo obligado a convencerme a mi mismo de que es verdadera'". (Ob. cit. págs. 228 y 229).
Según González Quevedo, se trata - por ser más lógico- de un caso de clarividencia.
Explicación del hecho: Aquí evidentemente, el farsante ha sido a todas luces el Dr Thoulet, quien en ese entonces era aún estudiante. Se trata de una broma de estudiante o de un intento de convencer a su amigo ingeniero, quizás escéptico con respecto a los fenómenos paranormales. Ambos vivían en el mismo edificio, en cuartos contiguos. El que recibió el telegrama aquella noche fue sin duda Thoulet quien se dirigió al cuarto del ingeniero, fingió haber soñado todo y recitó el texto del telegrama hasta donde pudo, es decir hasta donde alcanzó a memorizarlo, describiendo detalles característicos de los dibujos del papel fáciles de retener en la memoria.
Luego de "un tiempo" que el relato no especifica, el ingeniero recibe el telegrama con la grata noticia tal cual se lo había leído y descrito Thoulet. Está claro, Thoulet finalmente se las ingenió para que el telegrama por él retenido llegara a manos de su compañero para convencerlo de la "realidad" de los fenómenos "psigámicos".
Nota al margen: un telegrama sobre un acontecimiento tan importante como el nacimiento de un niño es enviado y recibido prontamente, no "un tiempo después" de haber sido emitido, señal de el pícaro Thoulet lo retuvo con el fin de impresionar a su amigo con sus supuestas "dotes extrasensoriales". Incluso pudo haber alterado la fecha de recepción con habilidad, corrigiendo el original.
Otro caso está redactado así:
"Una niña de diez años va por un camino leyendo un libro de geometría. De repente, todo lo que la rodea se desvanece para ella y ve claramente a su madre, al parecer muerta, tirada en el suelo de un cuarto de su casa que apenas se usaba. La visión es nítida y detallada (dice el autor): la niña percibe un encaje bordado que está en el pavimento, cerca de su madre. La aparición era tan real que, enseguida que desaparece, la niña en lugar de volver a su casa corre a buscar un médico."
"La pequeña no puede dar muchos detalles al médico porque, en realidad, la madre tenía perfecta salud en aquel momento y debía estar fuera de casa. Pero le cuenta la visión y lo convence de que vaya con ella a su casa. El médico va, más por tranquilizar a la niña que por otra cosa.
"Llegan corriendo y encuentran al padre muy tranquilo, en la puerta. Se extraña por la apresurada llegada del médico y pregunta la causa. 'Es mamá', responde la niña y conduce al médico al cuarto abandonado. Allí exactamente como lo había visto y descrito la niña, encuentran a la madre, echada en el suelo y con el encaje al lado. La pobre señora había sufrido un ataque cardíaco. El médico declara que, si no hubiese llegado inmediatamente, el desenlace habría sido fatal". (Obra citada, pág. 223).
González Quevedo acota: "Suponemos que el caso ha sido bien observado, entonces sería un auténtico conocimiento psigámico".
¿Bien observado? ¿Quién observó a la niña desde que salió de su casa?
Aquí evidentemente, siendo absolutamente imposible que la niña viese por clarividencia la escena del cuarto de su casa donde había caído su madre, con el detalle del encaje bordado al lado, se hace imperioso rechazar el comienzo de la historia.
La niña no caminaba plácidamente leyendo un libro, sino que ya había visto a su madre caída en el suelo y ante la segura ausencia de su padre quién regresó después, echó a correr en busca de un médico. Fue en el trayecto donde reprodujo en su mente aquella impresionante escena de su madre yacente y el encaje bordado como proyectado sobre el pavimento. Los niños suelen ser fabuladores y seguramente la primera parte de la narración que menciona la visión, es falsa. La visión pudo haberla acompañado, sí, durante su carrera en busca de ayuda, pero como imagen retenida de una fuerte impresión.
Sería una tarea interminable tratar de desenmascarar la infinidad de casos denominados paranormales relatados en los libros de parapsicología, pero tenga el lector la certeza de que no existe uno sólo que no obedezca a causas naturales no entendidas, tergiversaciones de los hechos, fraudes, patologías mentales como alucinaciones y susceptibilidades de ciertas personas que caen fácilmente en trances obrados por la sugestión con mayor o menor conciencia de las actividades psíquicas superiores, con cierto grado de automatismo de las inferiores. En ese estado es posible creer percibir las cosas más descabelladas y tomarlas por realidades.
En las narraciones de hechos extraordinarios pueden haber trampas que pasan inadvertidas para sus intérpretes, baches, datos insuficientes u omitidos adrede con picardía, claves que detectadas y analizadas inteligentemente pueden clarificar el "misterio", mezcla de hechos reales con interpolaciones de puras invenciones, mucho de fantasía y a veces coincidencias azarosas.
Las infinitas narraciones de visiones, percepciones extrañas, corazonadas, hiperestesia, cumberlandismo, fotogénesis, ectoplasmia, fantasmogénesis, transfiguración, prosopopeyas, etc., nos hablan de ello y de esto se nutre la parapsicología cuyos sostenedores precisamente han acuñado esta terminología.
Así es como en ese ámbito se dice, por ejemplo, que lo fantasmas son posibles, y el argumento a favor de su existencia es que se trata de un ectoplasma, "sustancia" que consiste en una especie de masa informe y confusa que "sale del cuerpo". El término ectoplasma proviene del griego, ectos: por fuera; plasma: forma. Según la doctrina espiritista sería la figura corporal que toman los espíritus. De modo que la parapsicología le debe mucho al espiritismo puesto que se aceptan también los "casos" de transfiguración, pero la explicación que se da de los "fenómenos" difiere por supuesto del espiritismo.
El "fenómeno" (pseudofenómeno) de la ectoplasmia, inclusive se pretende haberlo fotografiado. Conan Doyle, escritor inglés (1859-1930), autor de la célebre novela policial Las aventuras de Sherlock Holmes y una Historia del espiritismo, creía en la ectoplasmia, aunque otros se hallaban convencidos de que todo era un engaño. En algunas fotografías de otros tiempos se puede apreciar una sombra vaga que según los espiritistas representaría el ectoplasma, o el "cuerpo astral" de la teosofía, uno de los siete principios o aspectos componentes de la formación de los seres. Según la teosofía , el cuerpo astral del hombre es un principio intermedio, entre el cuerpo y el alma, que actúa entre la voluntad y los órganos y otorga al alma varias envolturas semimateriales.
Aquí vemos que la parapsicología se encuentra en este aspecto también emparentada con la teosofía (Véase de C. J. Jinarajadasa: Fundamentos de la teosofía, Buenos Aires, Kier, 1982, pág. l106). O al menos trata de explicar a su manera la creencia en los cuerpos astrales por ella sustentada provenientes ya de los neoplatónicos hasta Paracelso y la actualidad.
Ladislao Vadas