“¿Y qué pensamos hacer con el FMI?”, preguntaba el diputado Máximo Kirchner en el Congreso hablándoles a sus diputados, moviendo la cabeza y buscando de manera inquisidora los ojos de sus compañeros de bancada. Les hablaba a sus diputados y a la vez a todo el país desde su discurso en la Cámara de Diputados, medio año atrás.
El hijo de la líder del kirchnerismo sonaba muy enojado: el presidente Alberto Fernández acababa de “flaquear” y derogar por decreto una “cláusula de negligencia” que impedía que llegaran a la Argentina vacunas fabricadas en Estados Unidos. Se estaban muriendo cada vez más argentinos por COVID, y las vacunas a las que había apostado el Gobierno (la rusa Sputnik, la china Sinopharm y la de AstraZeneca) no estaban llegando en tiempo y forma, como había prometido el Presidente.
Según el hijo de la vicepresidenta Kirchner, la Argentina se acababa de arrodillar ante los grandes laboratorios. No sea cosa que ahora haya que “arrodillarse” también ante el Fondo Monetario Internacional.
La alternativa de Máximo, que sugería tácitamente no pagarle al FMI o exigirle delirios tales como que cambie sus estatutos para la Argentina, solo conduciría al default. Una cesación de pagos con el Fondo a esta altura agravaría la economía de tal modo, que pondría en duda la gobernabilidad del país probablemente antes de 2023.
La Argentina anduvo a los tumbos porque el Presidente fue postergando todas las oportunidades para cerrar un acuerdo con el organismo internacional para darle algo de certidumbre a la catástrofe económica en la que se convirtió la Argentina.
Podía haberlo hecho no bien se firmó el acuerdo con los acreedores privados. Podría haber aprovechado a un Fondo más “comprensivo” en el momento más álgido de la pandemia. Pero dejó pasar el tiempo. Máximo Kirchner, con su mirada inquisidora en el Congreso, dio la clave: a su mamá parecía no gustarle la idea de que el kirchnerismo cerrara con el FMI un acuerdo por la deuda que, según el relato, solo sirvió para apuntalar al gobierno de Mauricio Macri.
Confesión del presidente Alberto Fernández: “A mi no me gustan los plantes económicos”
A esto se les suman las propias palabras del presidente Fernández: dejó a los mercados boquiabiertos a poco de haber asumido al afirmar que a él “no le gustan” los planes económicos. No lo dijo en un mitin de la organización hiperkirchnerista La Cámpora. Se lo dijo a un periodista del diario Financial Times, una de las principales “biblias” de los mercados financieros.
Poco sentido de la oportunidad para un político que suele decirle a cada uno lo que quiere oír. Esa confesión inoportuna amargó las ya escasas expectativas que había generado el arreglo con los bonistas privados. Justamente, esa negociación debería haber sido el primer ladrillo de un plan económico y un acuerdo rápido con el FMI para dejar atrás dos décadas de alta inflación, estancamiento y aumento de la pobreza.
Ahora del “no me gustan los planes” el Presidente pasó a prometer un misterioso “Plan Plurianual”. Suena a Plan Quinquenal, como uno que presentó Juan Domingo Perón y no funcionó, o los tristemente célebres Planes Quinquenales de la desaparecida Unión Soviética: se hacían, se presentaban con bombos y platillos y después nunca se podían cumplir, porque el estado resultaba tremendamente ineficiente para satisfacer las necesidades mínimas de los rusos.
Tarde, pero queda claro que el Presidente se dio cuenta de que es menos bochornoso ante el propio electorado presentar un plan económico que parezca “propio” antes de que lo “corran por izquierda” con un “plan de ajuste del FMI”: ya en diciembre vencen 2.000 millones que hay que pagar y no queda claro si hay reservas suficientes, o de dónde saldrá el dinero. En los próximos dos años vencen 20.000 millones cada uno.
Es una deuda intrascendente en cualquier país del mundo, que se podría cubrir emitiendo nueva deuda o refinanciándola con el propio FMI. Pero es el fin para un país -como la Argentina- que se quedó prácticamente sin reservas y al que nadie le va a prestar por muchos años, excepto el propio FMI o los organismos multilaterales, como el Banco Mundial o el BID: y ninguna de esas instituciones puede prestar sin acuerdo previo con el Fondo.
En la debilidad de la derrota electoral, el Gobierno podría recostarse en la oposición que le ganó las elecciones y hacer lo que no se atrevió a hacer el propio expresidente Mauricio Macri: una suerte de Pacto de la Moncloa, como el de España de los 70, para acordar entre todos las urgentes reformas estructurales para que el país vuelva a crecer, acabe con la inflación crónica y atraiga inversiones.
Macri lo pudo haber hecho tras su triunfo electoral de 2015 y la fuerte ratificación que tuvo en las legislativas de 2017. Ahora, Alberto Fernández, que a poco de ganar las presidenciales de 2019 prometió un Consejo Económico y Social para que las reformas las acordaran empresarios y sindicalistas (cosa que nunca sucedió), podría haber convocado la misma noche electoral a una “Moncloa argentina”.
Pues bien, hizo todo lo contrario: grabó un discurso con tono de “estadista” la noche de su derrota en el que volvió a echarle la culpa de la crisis económica al gobierno de su antecesor, Mauricio Macri. El Presidente negó que hubiese sido derrotado en las urnas, convocó a una marcha para 72 horas después en la Plaza de Mayo para festejar al “Día de la Militancia Peronista” y, la frutilla del postre: a los gritos pelados dijo que con Macri o con el diputado liberal electo Javier Milei no tenía “nada que hablar”.
Para peor, se ató de pies y manos prometiendo con bastante irresponsabilidad que no pensaba “bajar el gasto público”. Eso solo se puede lograr de tres maneras: aumentando impuestos, o imprimiendo más pesos. La tercera opción es generar mucho crecimiento. Pero esa opción únicamente estaría disponible si no se producen las dos anteriores y con un plan económico de estabilización y desregulación creíble y que genere entusiasmo.
Con desesperación y apuro Alberto Fernández está pidiéndole al Congreso todo tipo de nuevos impuestos antes de que asuman los nuevos legisladores en tres semanas: impuestos a los envases y a las criptomonedas son de las primeras invenciones. Esperemos más para los próximos días. Falta únicamente el impuesto al aire que se respira. Hoy ya es la Argentina el país con la presión impositiva más alta del mundo, no por nada le va tan mal a la economía y fueron tan malos los resultados de las elecciones para el Gobierno.
El solo acuerdo con el FMI sin un programa creíble solo servirá para enojar a Máximo Kirchner y difícilmente traiga crecimiento fuerte con estabilidad para cambiar en los próximos dos años las expectativas económicas y electorales. ¿No necesitaría el Presidente hacer antes un pequeño Pacto de la Moncloa con su vicepresidenta?
Después podría pedirle a la oposición un acuerdo en el Congreso para las reformas que les permitan a él -y a la propia vicepresidenta- mejorar las expectativas económicas y, eventualmente, obtener un mejor resultado en las elecciones de 2023. La Argentina, que se acerca al 50 por ciento de pobreza, se lo terminaría agradeciendo.
Todo plan tiene que ser MEDIBLE Y EN PLAZOS con OBJETIVOS Y SUBOBJETIVOS, sino es zarasa. Victor Hugo, Navarro, Sylvestre o cualquier periodistas del ambito marketinero K podrá expresar consignas populacheras, pero si no van acompañados de RESULTADOS en CADA UNO DE LOS PLAZOS PREVISTOS, se cae el plan, por mas nombre y apellido se le ponga. No se trata de un presentar blocks de A4 con graficos y proyecciones si luego EN LA REALIDAD no se comprueban esas TESIS.
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡OTRA VEZ CON EL PACTO DE LA MONCLOA!!"!!!!!!!!! ¿Qué parte de INVIABLE EN LA ARGENTINA no se entiende? Por lo que se ve, a pesar de las elecciones, nada a cambiado ni nada va a cambiar. por lo menos hasta diciembre, y en diciembre, ya encontrarán cómo forzar la situación para hacer lo que ellos quieren. La pobreza es algo que ellos PROPICIAN, es su objetivo.. Para dominar a los otros es necesario desarmarlos en todo sentido. El interés de entregarle el país al grupo de Cuba/Venezuela/Nicaragua sigue en marcha. Sólo las expresiones de deseo pueden imaginar que a esta gente les interesa el bienestar del pueblo y del país. En mi humilde opinión mientras ESA expresión de deseo sea el punto de partida de un análisis político, el planteo no va a funcionar. ¿Que parte del decreto que prohibe desalojar a los seudo mapuches (que reniegan de nuestra nación su constitución sus autoridades sus leyes y sus símbolos) no queda clara? Alguien que permite eso EVIDENTEMENTE no está defendiendo ni a su gente ni a su patria. ¿no les parece raro que eso suceda mientras se reclama la restitución de las islas malvinas a los ingleses? ¿A alguien le parece que el que redacta ese decreto, y que ya le otorgó la instalación de una base a China EN LAS CONDICIONES EN QUE LA CONCEDIÓ!!!! está interesado en la República Argentina? Bueno, yo no.