Lo que está sucediendo en el sur ya es una tragedia. Hay cada vez más muertos. Pero lo que vemos aparece como una farsa, una obra de teatro socarrona en la que vemos cómo la Argentina va para atrás, muy atrás, a la época previa a la generación del 80, antes de la organización nacional y la constitución del Estado.
Los protagonistas son los mismos de aquel entonces: indios y gauchos. Pero, como esto es una farsa, no son de verdad. Están disfrazados. El domingo, un grupo que dice ser habitante ancestral de la zona, que se autopercibe mapuche, se puso a destrozar comercios y a incendiar las calles en El Bolsón.
Parecía un malón moderno. Como nadie intervenía, apareció un grupo de gauchos que los reprimió. Pero los gauchos, como los supuestos "indios", también estaban disfrazados. Eran de una agrupación tradicionalista que participaba de un certamen previo al festival de Jesús María. Dan ganas de felicitarlos, pero tampoco ellos, por más gauchos que sean, deberían reprimir. Así empiezan los cuerpos de autoprotección que terminan siendo escuadrones de la muerte.
Es como estar en 1870, pero de jugandito. Sólo que, detrás de la farsa, está la tragedia. Antes de los incidentes, en la toma ilegal de terrenos en Cuesta del Ternero, que realizan los que se disfrazan de mapuches, había habido un muerto y un herido, ambos de bala.
Todavía no se sabe qué pasó, porque los jueces, fiscales, policías y gendarmes, tanto del estado provincial como nacional, también forman parte de la farsa: optaron por no entrar al predio donde se produjo la muerte. Por miedo a los delincuentes disfrazados de mapuches.
Se supone que esos magistrados y policías ejercen el monopolio estatal de la fuerza pública, como quedó establecido desde la generación del 80.
Pero no es así. También ellos están disfrazados. Cobran, pero no ejercen. No tienen las tripas necesarias para hacerlo. Por eso no entraron al predio del crimen. Y dejaron a los vecinos de El Bolsón a merced del malón y defendidos por los gauchos.
Están todos disfrazados: indios, gauchos y funcionarios. Y esto es una gigantesca farsa. De tanto invocar al Estado presente, el progresismo cultural que nos ha colonizado nos va dejando sin Estado. La gente se mata entre sí, se reprime entre sí y los funcionarios se esconden en sus casas. Son el Antiestado: huyen de la calle pública a su patiecito privado.
Volvé, Julio Argentino Roca. Necesitamos a alguien que -sin la violencia y los crímenes que 140 años después le adjudicamos a la Campaña del Desierto- reconstruya la autoridad estatal y el imperio de la Constitución. Estos que tenemos hoy son incapaces de hacerlo.