El rechazo del presupuesto para el año entrante dejó al descubierto la falta de control emocional de un “hijo de”, que demostró de qué modo está infestada la política de personas sin calificaciones ni templanza personal. Lo cual ocurre no solo en el Congreso Nacional, sino también en muchas plantillas de empleados de gobernaciones, intendencias y reparticiones públicas, que lucen llenas de esposas, tíos y sobrinos de los nombrados oficialmente y suelen comportarse irracionalmente.
A los que sugieren que el vástago de Cristina habló en forma incendiaria cumpliendo directivas de su madre, les decimos que no lo creemos así. Ha demostrado ser tan iracundo, caprichoso y altanero como sus padres y no tiene la menor idea de lo que significa caminar entre estanterías con precaución y no como un elefante, para no correr el riesgo de voltear su contenido.
Nuestro país entró hace algunos años en un cono de sombra merced al advenimiento del kirchnerismo, que ha ignorado que la dignidad de la persona deriva del hecho de serlo, por lo que lo acaecido no ha hecho más que confirmar una pedagogía del desprecio por los demás.
Construyeron así una sociedad que ha vivido obligada, a tolerar la precariedad de quienes se agruparon en una auténtica “sociedad de intereses” y terminaron convirtiéndose en personas inmensamente ricas, merced a los “diezmos” obtenidos por la circulación del dinero público que pasó por sus manos, asistidos por un estado de generoso hasta el derroche.
Mientras esto ocurría, nos pedían que fuésemos pacientes hasta que lograran arribar a metas de bienestar colectivo, las cuales llegarían, supuestamente, apenas consiguieran obtener los frutos de una “gestión gubernamental superavitaria”.
Es decir: nunca.
Ese fue, a nuestro entender, el motivo de la ira del “mínimo” Máximo al rebelarse en forma altanera y destemplada frente al funcionamiento de un ejercicio parlamentario más sano, que obligó a él, su mamá y sus adláteres a discutir con los opositores la enorme cantidad de “oscuridades” del presupuesto 2022 enviado al Congreso, de apuro, por Martín Guzmán.
Sus exabruptos dejaron en evidencia que sintió claramente que hay quienes están sufriendo vergüenza personal frente a un estado de cosas que no da para más, y decidieron decir: hasta aquí llegamos.
La realidad indica que vivimos en un país quebrado, donde el dinero que el Estado recauda para atender las obligaciones a su cargo, de por sí insuficiente, Sufre, -ENTRE GALLOS Y MEDIANOCHE-, LA MERMA DEBIDA A LOS “PEAJES” QUE VAN A MANOS DE LOS QUE MANDAN.
Quizá por eso, habría que alegrarse de algún modo por la intemperancia del vástago “imperial”, ya que su reacción podría ser el punto de partida de “otra cosa”.
Tendremos que soportar por algún tiempo más las habituales bravuconadas de un frente político que sigue insistiendo con sus extorsiones, como la que Massa dirigió a los gobernadores amenazándolos con enviar menos recursos desde el poder central, como correlato del rechazo a la ley de presupuesto de la nación. Porque resignarse, como ya se sabe, no es precisamente una virtud “K”.
A buen entendedor pocas palabras.