Una sociedad que sufre y agoniza, comienza a apartarse lentamente de las patrañas del FDT, y los K no encuentran el modo efectivo para seguir “batiendo el parche” y evitar el fin de una revolución discursiva incoherente.
Una revolución manchada de imperfecciones, que se enfrenta con un hecho que se comprueba hoy a simple vista: los carecientes tienden a escuchar con más atención a sus vecinos, porque éstos se han constituido en testigos próximos de un dolor que les lacera la carne, provocando que unos y otros se alejen de la vociferación de fanáticos kirchneristas que insisten en hablar en un idioma que les resulta indescifrable.
La realidad ha traspuesto la puerta de entrada de sus hogares, y la vida se les ha hecho insoportable: viven hacinados y sin esperanzas. Esto se suma a una violencia que destroza todas las relaciones de familia y ha convertido a cada miembro de ellas en un petardo listo para explotar a cada instante.
Contra esta realidad intentan luchar Cristina Fernández y sus secuaces, tratando de revivir una interlocución que ha sido herida de muerte por los desaciertos que cometieron al motorizar disposiciones económicas y sociales absurdas, en aras de instalar un sistema de vida “redistributivo” (sic) que solo provocó el aumento de la miseria colectiva.
La “abogada exitosa”, que otrora se destacara como profeta de un mundo nuevo, aparece hoy ante sus adeptos -que huyen en masa-, como una denunciadora serial recalcitrante, solitaria y patética, que apostrofa incansablemente a supuestos enemigos invisibles y/o imaginarios, sin aportar nada positivo para quienes actualmente comen una sola vez al día.
Éstos perciben a través de la piel, que la actual vicepresidente solo contribuyó a fomentar un movimiento dirigido por funcionarios grises, ignorantes y poseídos de una mística cuasi religiosa, que utilizaron un manual de ruta repleto de toxinas conceptuales, basado específicamente en el cercenamiento de las libertades individuales, dejándolos prisioneros de un relato “imperial”.
Como consecuencia, comienzan a apartarse masivamente del FDT huyendo así de la influencia de los “amos territoriales” del universo K en busca de otros horizontes.
En esos términos se está gestando el cambio que acerca a la oposición a una victoria casi segura en las elecciones de este año. Aunque la misma sufra, por ahora, los egos de capitostes formados en un escenario común a todos los políticos vernáculos: un personalismo opresivo que se ha mantenido vigente por más de cincuenta años.
Nos preguntamos pues con cierto escepticismo: ¿la sociedad estará preparada para hacer los sacrificios ineludibles que habrá que hacer para encontrar un futuro decente para todos? Pronto lo sabremos.
A buen entendedor, pocas palabras.