El pasado 23 de marzo el TOC N°2 de Mar del Plata leyó un veredicto condenatorio contra Matías Gabriel Farías y Juan Pablo Offidani, en el marco del segundo juicio por la muerte de Lucía Pérez en 2016. Ambos habían atravesado ya esa instancia poco más de cuatro años atrás, junto al fallecido Alejandro Maciel -el tercer imputado-, cuando fueron absueltos por los delitos relacionados al supuesto femicidio y condenados por tenencia de estupefacientes con fines de comercialización por un tribunal anterior. Pero pocos años después, aduciendo una falta de perspectiva de género en los fundamentos del fallo, la Cámara de Casación anuló la sentencia y convocó a un nuevo juicio oral, el cuál terminó por concretarse a comienzos de este año.
“Este no es un caso complejo” le dijo a Tribuna de Periodistas la defensora oficial María Laura Solari, en referencia a que ninguna de las partes, ni siquiera la querella, sostuvo un relato distinto sobre los hechos principales: unos y otros aceptaron que Lucía concurrió voluntariamente al domicilio de Farías, que tuvieron relaciones sexuales, que la muerte de la joven tuvo lugar por una asfixia tóxica relacionada al consumo de cocaína y que los imputados hicieron luego lo posible por evitar el desenlace fatal. Los acusadores partieron de una serie de criterios netamente ideológicos para plantear que hubo un abuso sexual por una “desigualdad de poder” entre Farías y Lucía, y que como resultado del mismo se dio la muerte de esta última. Para la defensa, en cambio, existió un encuentro entre dos jóvenes que mantuvieron relaciones consentidas, durante el cuál una imprevista intoxicación con estupefacientes causó el fallecimiento de la víctima.
Es un hecho que la acusación fue mutando de manera notable con el pasar de los años, acomodándose a la prueba que fue surgiendo de la investigación y que inequívocamente beneficiaba a los imputados.
Inicialmente se instaló la peor de todas las versiones: que Lucía había sido violada por más de dos hombres simultáneamente, que había muerto como resultado de un empalamiento y que el cuerpo había sido lavado. La encargada de difundir este relato fue nada menos que la fiscal de instrucción del caso, María Isabel Sánchez, quien a los pocos días del fallecimiento de la joven brindó una conferencia de prensa plagada de datos que a la postre se demostraron falsos.
“La muerte se produce por el acceso violento con un objeto romo por vía anal” afirmó la fiscal Sánchez.
Toda la prueba pericial que se produjo luego demolió por completo el relato de la funcionaria, pero el daño ya estaba hecho. La macabra versión de la fiscal Sánchez le dio al caso una centralidad inusitada en los medios de comunicación y fue causante de una fuerte conmoción social; de hecho, el primer paro nacional de mujeres se convocó el 19 de octubre de 2016, siendo su principal consigna el esclarecimiento de la muerte de Lucía. Naturalmente, la absolución de los tres imputados no resultó satisfactoria para los sectores más movilizados por el caso, que habían oído lo manifestado por la fiscal Sánchez sin enterarse de los pormenores de la investigación. La fuerte presión política -a la que se plegó incluso el poder ejecutivo nacional- y la incorporación de criterios fuertemente ideológicos llevó a la anulación de la sentencia absolutoria y a la reciente condena de Farías y Offidani.
Sin ir más lejos, el pasado 8 de marzo el presidente Alberto Fernández subió a la plataforma de Twitter un hilo documentando una reunión con los padres de Lucía. “Cuentan con mi compromiso y acompañamiento absoluto en su lucha, que mantiene vivo el reclamo de justicia” dijo el Primer Magistrado antes de que hubiese un veredicto en dicha causa. Asimismo, se quejó de “la escandalosa absolución de los imputados en 2018”. Esta publicación en redes fue interpretada por la defensa y por entidades integradas por funcionarios judiciales como una injerencia indebida del poder ejecutivo en el proceso penal, e incluso motivó una denuncia y un pedido de nulidad del juicio.
Debemos exigir la búsqueda de justicia por el femicidio de Lucía Pérez.
— Alberto Fernández (@alferdez) March 8, 2023
Sus madre, Marta Montero, y su padre, Guillermo Peréz, cuentan con mi compromiso y acompañamiento absoluto en su lucha, que mantiene vivo el reclamo de justicia. pic.twitter.com/mzbqdpJlGw
Los hechos
Alrededor de las 15:00 del sábado 8 de octubre de 2016, una camioneta Fiat Adventure llegó a las inmediaciones de la Sala de Primeros Auxilios de Playa Serena, en Mar del Plata. A bordo de ella se encontraba la adolescente Lucía Pérez en estado de inconsciencia, acompañada de tres personas que posteriormente serían imputadas por un presunto femicidio. Sobre la llegada de la joven a la guardia, el enfermero Diego Radibaniuk dejó consignado en el libro lo siguiente: “ingresa un masculino a los gritos de emergencia. Al salir nos encontramos con una joven femenina la cual ingresamos a la sala con ayuda del acompañante. Paciente sin latidos, se realiza RCP se llama a cardio con resultados de RCP negativos. Se llama a la policía…”. Tras el fallido intento de reanimación, la muerte se constata a las 15:30.
Quien había entrado al sanatorio a pedir ayuda era Matías Farías, de 23 años; quien condujo la camioneta hasta el lugar era Juan Pablo Offidani, de 41 años en aquel momento. A bordo de ella permaneció en todo momento Alejandro Maciel, un amigo de Offidani que había participado minutos atrás de los intentos de reanimación y, según los propios imputados, quien tuvo la idea de llevarla a la Sala. En el interior del vehículo se hallarían en un posterior allanamiento 33,94 gramos de una sustancia compuesta por cocaína al 92% de pureza y 310 gramos de marihuana distribuida en 9 envoltorios.
Offidani y Maciel, si bien terminaron imputados en la causa penal que se siguió al suceso, no se acercaron a la joven más que circunstancialmente, y por eso los acusadores les endilgaron participaciones más bien secundarias.
Farías y Lucía se habían conocido el día anterior, 7 de octubre, en un encuentro que tuvo lugar alrededor de las 14:00, después de la salida del colegio de la adolescente de 16 años. La conexión se dio por medio de Belén Mella, una amiga en común de ambos, quien se lo presentó como un “transa” que le podía vender marihuana. Dicho intercambio se concretó en el interior de la Fiat Adventure de Offidani, en momentos en los cuáles este se encontraba presente, como así también Belén Mella. Como resultado de la transacción, Lucía Pérez se quedó debiendo un total de 100 pesos a Farías, luego de que este le realizara una quita del 50%. Con la finalidad inicial de pactar el pago de la deuda, ambos intercambiaron sus celulares, dando inicio a los pocos minutos a una extensa conversación que duraría hasta la madrugada del día siguiente. En la misma pactarían el encuentro que se terminaría concretando por la mañana del sábado 8 de octubre.
“Le voy a decir al loco que tengo 17”
Los acusadores plantearon que la única finalidad de la joven era librarse de la deuda de 100 pesos que había contraído con Farías, y que no existía ningún tipo de interés de parte de ella en mantener algún tipo de relación sexual con él. Sin embargo, de los chats incorporados a la causa surge que Lucía muestra actitudes que no se corresponden con las de alguien que únicamente quiere saldar una deuda dineraria.
A las 2:46:22 p.m. le manda un whatsapp a su amiga Belén Mella diciéndole “Ya llegue hay le able al loco” (SIC). Así da inicio a la conversación que se transcribe a continuación de forma textual:
LP (Lucía Pérez) – Ran le voy a decir al loco que tengo 17
BM (Belén Mella) – Cm ran
LP – No se me pregunto la edad
BM – Xqe vas a dexir eso.
BM – Chamuyatelo ran no pasa nada
LP – Por que decir que tengo 16 no me cabejajaja
BM – jaja k hdp
Unos minutos después, las dos amigas intercambian mensajes que dan cuenta de que ambas estaban al tanto de la posibilidad de que se de un encuentro sexual entre Lucía y Farías. A las 14:58 Belén Mella le dice “Ran el loko no es bldo jajaja” y remata diciendo “yo le dije k vs le podrias llegar a caer” a lo que su amiga le contesta “sos una atrevida”.
Efectivamente, al preguntarle Farías su edad, ella le mintió diciéndole que era un año mayor.
MF (Matías Farías) – Y vos q onda cuantos años tenes
LP (Lucía Pérez) – 17 vos
MF – 23
LP – A bien
No es comprensible que Lucía haya mentido con respecto a su edad de no haber tenido ningún tipo de interés en la persona de Farías, algunos años mayor que ella. Resulta también llamativo que hayan arreglado un encuentro a solas en el domicilio de Racedo 4825, alquilado por él, cuando tranquilamente podrían haber acordado reunirse en un lugar público para la entrega del dinero. Lo cierto es que vía whatsapp y más de una vez Farías le dijo explícitamente cuáles eran sus intenciones, frente a lo cuál ella pareció consentir tener un momento de intimidad con él.
Farías – Es korta keres q nos veamos si o no
Farías – Lo d los 100p despues lo areglamos
Lucía – Si pero sin la plata ni me cabe
Farías – X si es para q estemos un toke junto
Farías – Nos tomamos un fernet
Farías – Y nos conosemos un poko mas
Farías – Y cuand t kieras ir t dejo en la puerta d tu casa
Lucía- Jaja con qur me dejes en la parada ya estoy joya
La actitud previa de Farías tampoco se condice con la de alguien que pretende abusar sexualmente de una adolescente. Antes de que el encuentro se concretara puso al tanto a varias personas de que se iba a ver con ella: entre ellas, a la pareja de propietarios a los que le alquilaba la vivienda de Racedo. Se trata de Mariana Almada y Daniel Olmos, a quienes había visitado el día viernes para hacerse un tatuaje, actividad a la que uno de ellos se dedica. Conforme estos declararon, no sólo los puso al tanto de que iba a verse con una joven, sino que incluso les mostró una foto. Estos sólo atinaron a pedirle que “no haga mucho quilombo” y que no ponga música fuerte.
Los acusadores plantearon que el encuentro sólo se concretó por la insistencia de Farías, dado que Lucía no tenía ninguna intención de verlo. No obstante, surge de las comunicaciones entre ambos que luego de pasar la madrugada del 8 de octubre conversando, es él quien cierra la conversación diciéndole “bueno, que tengas un lindo día” a las 8:27:05. Frente a esto, Lucía le dice “quedamos en 100?”, a lo que el primero contesta secamente “si”. En ese momento ella vuelve a instalar el tema del encuentro, diciéndole “Bueno si queres en un rato nos vemos y te los doy”. Así, alrededor de las 10 de la mañana, Farías pasa a buscar a Lucía en la camioneta Fiat Adventure en la que se había dado el intercambio de estupefacientes el día anterior. Esta era nuevamente manejada por Juan Pablo Offidani, que dejó a ambos en la vivienda de Racedo 4825 para marcharse inmediatamente.
Junta Médica
El 29 de agosto de 2016 se realizó una Junta Médica de la que participó la autopsiante Silvina Cabrera, junto a 5 peritos más de distintas especialidades en la que se analizó el material filmográfico de la necropsia. Las conclusiones de este peritaje no sólo sirvieron para demoler la versión instalada por la fiscal Sánchez sino que permitieron arrojar luz sobre las circunstancias en que se dio la muerte de Lucía:
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Se descartó el empalamiento. Según surge del informe, “no hay lesiones pélvicas, presentes casi siempre en las contusiones profundas como los empalamientos, donde elementos distintos al pene en erección son introducidos con violencia determinando lesiones contusas en cavidades y órganos aún pudiendo llegar a perforar los mismos” (…) “no se observan lesiones que indiquen un empalamiento, es decir, la utilización de otros elementos como palos o similares, que deberían dejar mayor cantidad de lesiones.
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No se encontraron lesiones compatibles con un abuso sexual. Si bien se describe una equimosis del labio izquierdo y en paredes de la vagina y una equimosis en el margen anal izquierdo, estas son compatibles con una relación consentida realizada con brusquedad.
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La muerte fue por una asfixia tóxica provocada por el consumo de cocaína. Esto no significa necesariamente de una sobredosis, aunque esta la misma no está descartada. Una de las peritos explicó en el juicio oral que existían una serie de factores de riesgo que incrementaban la posibilidad de una muerte por consumo de cocaína. Estas eran la actividad física intensa, el estrés y el estómago vacío, supuestos que podrían haberse dado en este caso.
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Se descartó el posible lavado del cuerpo. Los elementos que condujeron a los peritos a concluir esto fueron los siguientes:
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El pelo y la ropa de Lucía estaban secos.
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Poseía polvos de origen indeterminado en todo el cuerpo y rastros de cocaína en su nariz, que habrían desaparecido si hubiese sido lavada.
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Se encontraba correctamente vestida y con un apósito femenino colocado. En el juicio, los forenses explicarían lo difícil que resulta vestir un cadáver. Esta circunstancia es sumamente relevante, ya que sugiere que previo a entrar en un estado de inconsciencia, Lucía Pérez se habría vestido por sus propios medios.
“Se me dio vuelta”
Según declaró Farías, luego de llegar la joven comenzó a fumar marihuana que ella misma había llevado, tras lo cuál tuvieron relaciones sexuales. Se quedaron sin preservativos y tuvo que bajar al almacen a comprar un paquete de tres, que se agotaría con el pasar de las horas. Frente a esto, le solicitó a su amigo Offidani que le acercara una caja más, pedido que este atendió, comprando una caja y dirigiéndose al domicilio de Racedo en la Fiat Adventure. Todo esto en compañía de Gustavo Maciel, un amigo suyo que se encontraba durmiendo en su casa desde hacía tres días.
Offidani recordó que al llegar se acercó a la puerta y gritó “Farmacia”, haciendo un chiste, para que Farías lo escuchara, y que en esos momentos lo oyó bajar gritando el nombre de Lucía. Allí, este lo pone al tanto de la situación: la chica se había quedado inconsciente. Intentaron reanimarla y le pidieron ayuda también a Maciel, que le tomó los signos vitales y verificó que los mismos eran muy débiles. En algún momento Offidani tuvo la idea de despertarla tirandole agua, proceso en el cuál se mojó el cuello de la prenda superior, lo que posteriormente sería interpretado como un indicio de que el cuerpo había sido lavado. “La cargan en la camioneta, discutimos ahí un poco con Juan si la llevamos al UPA o a la sala de Serena”, recuerda Maciel en su declaración. Finalmente la llevaron a Plaza Serena, pero cuando para cuando arribaron ya era demasiado tarde.
El joven de 23 permanecerá en el lugar y le brindará al personal policial todos los datos necesarios para contactar a la familia de la joven: de hecho, el primero en enterarse de su muerte será Matías Pérez, quien fue contactado gracias a una amiga de Lucía cuyos datos Farías brindó. Los otros dos, en cambio, pondrán en marcha la camioneta y se marcharán casi inmediatamente.
De su narración no queda muy claro en qué circunstancia la joven consumió cocaína, pero lo que niega tajantemente es haber sido él quien se la suministró. “En la salita me dijo Farías que ella había llevado la droga, la bolsa, no se qué cantidad”, refirió Offidani en su indagatoria. Existe un dato que corrobora la versión de que la joven fue la que llegó con su propia droga al domicilio de Racedo: Lucía Pérez contaba con una dosis de cocaína por lo menos desde el día anterior. Esto surge de una foto enviada desde el teléfono de la joven a un amigo de nombre Esteban, en donde puede verse la palma de su mano con una bolsa de contenido desconocido y una piedra blanca. La misma fue tomada el día viernes por la tarde, horas después de que ella y Farías se viesen por primera vez.
Desde la defensa de este último niegan que le haya vendido la cocaína, reconociendo solamente el intercambio de marihuana. De todos modos, ya sea que se la haya vendido el día anterior o que la joven la haya conseguido por otro medios, resulta plausible a la luz de este dato que Lucía haya concurrido al domicilio de la calle Racedo con su propia droga, tal como Farías le habría dicho a Offidani.