Al momento que esto se escribe, la información que tenemos nos indica que Eduardo De Pedro y Juan Manzur será la fórmula presidencial con la que Unión por la Patria se presentará a las elecciones de este año.
Y aquí ya hay que hacer una aclaración. No está claro si esta agrupación (a la que el propio Scioli, en una presentación ante la Justicia, llama “provisoria”) va a tener PASO o no.
El ex vicepresidente y ex gobernador de la provincia de Buenos Aires quiere dar batalla, -estimulado por el presidente- para empiojarle el terreno a los planes de Cristina Fernández de Kirchner.
La vicepresidente ya había dicho (sin hacer nombres) que el candidato del espacio kirchnerista debía ser alguien descendiente de lo que ella llamó “la generación diezmada”.
Con ese nombre Kirchner pretende hacer referencia a los guerrilleros terroristas que enfrentaron a los gobiernos peronistas de los ‘70, a raíz de lo cual, dichos gobiernos ordenaron su aniquilamiento.
Esa lucha entre el peronismo ortodoxo y el peronismo socialista (cuyo epítome inicial podemos encontrarlo quizás en la Masacre de Ezeiza en la que al día de hoy -50 años después- no se sabe cuánta gente murió, algunas de ellas, como pedía Perón en los ‘40, colgada de los árboles con alambre de fardo) le costó al país más de 15 años de una guerra civil de hecho con miles de muertos y atentados de toda naturaleza.
El actual ministro del interior es, ciertamente, un descendiente de aquellos sediciosos.
Su madre y su padre formaron parte de la banda de delincuentes terroristas autodenominada “Montoneros”.
En el marco de la guerra declarada a las instituciones democráticas por ese conjunto de insurrectos, Lucila Révora, madre de De Pedro, asesinó a sangre fría a Paula Lambruschini de 15 años, a Margarita Obarrio de 82 y a Ricardo Álvarez mediante una bomba que, con su pareja de ese momento, Carlos Guillermo Fassano, colocaron en un departamento vecino al de los Lambruschini.
Otros 10 vecinos resultaron heridos gravemente y el edificio corrió peligro de derrumbe por el tremendo impacto.
Las versiones sobre la muerte de Revora son diversas. La que ha difundido el kirchnerismo a través de una cuidadosa edición de las páginas de Wikipedia, es la de un secuestro llevado a cabo por un grupo de tareas en una casa de Flores desde donde se llevan a la madre de De Pedro (embarazada en ese momento) al “Olimpo” (uno de los lugares de detención ilegal cuyo origen debe buscarse en el tipo de respuesta que estos mismos sediciosos forzaron) en donde finalmente fue asesinada.
Otras versiones dicen que, aún embarazada, murió enfrentándose a los tiros con efectivos de la gendarmería. En ese momento, de acuerdo a esta versión, Révora iba en un auto con su hijo Eduardo De Pedro de dos años. La misma versión dice que fue uno de los gendarmes quien logró poner a Eduardo a salvo de la balacera.
Pero más allá de las diferencias todo aquello fue un horror. El gran responsable fue, una vez más, Perón que creyó en un momento que podía tener lo mejor de los dos mundos (la fuerza de choque de los guerrilleros por un lado y su indiscutido liderazgo por el otro) y que pifió esa especulación porque los sediciosos cuestionaron su liderazgo. Es cuando eso ocurre que Perón los manda a aniquilar a cómo dé lugar.
Efectivamente, De Pedro es un descendiente de uno de los bandos de aquella guerra. Muchos dicen que su persona es independiente de la de su madre y, mucho más de lo que su madre hizo. Y eso es muy cierto.
El problema de estos muchachos es su permanente doble estándar. Esa característica es como su marca en el orillo: cuando se pretende vincular a De Pedro con el accionar de su madre se levanta (correctamente) el argumento de que él no tiene nada que ver ni con su madre ni con lo que su madre hizo. Pero a la hora de cobrar U$S 250000 dólares porque supuestamente su madre fue víctima del “terrorismo de Estado” allí sí De Pedro tiene todo que ver con su madre.
Para poner ese dinero en los bolsillos de De Pedro primero hubo que sacárselo de los bolsillos a la gente que no tiene para comer o que pasa por muy serias privaciones. Esa doble moralidad asquea.
De Pedro, más que alguien descendiente de la “generación diezmada”, es un descendiente de alguien que perteneció a una de las principales orgas que diezmaron el país, que lo sumieron en un océano de sangre, que mataron a inocentes simplemente porque a ellos se les ocurría.
El solo hecho de que alguien que reivindica todo aquel desastre sea candidato a presidente debería ser suficiente para avergonzar al país.
Y que la vicepresidente (a cargo del gobierno real) lo considere el hombre indicado, habla de su catadura moral y de lo que realmente le importa la ley y la vida de los argentinos.
Se dice que no será ella la que anuncie la fórmula, como ocurrió aquel 19 de mayo de 2019 cuando ungió a Alberto Fernández a través de un posteo en Twitter. Muchos interpretan que, como sabe que va a perder, no quiere hacerse cargo del nombramiento de los mariscales de la derrota. Otra marca en el orillo del kirchnerismo y, en particular de la familia Kirchner: la cobardía. Jamás se hicieron cargo de nada, ni pusieron la cara en los malos momentos (inundación en La Plata, Cromagnon, Once). Siempre se escondieron.
Quizás sin saberlo, hayan heredado de la “generación diezmada” también esas costumbres: tirar la piedra y esconder la mano… poner las bombas, matar y huir. ¡Ah… y años después cobrar indemnizaciones millonarias!