Sr. Director Periodístico Tribuna de Periodistas

Sr. Christian Sanz

S / D

Me dirijo a Usted, en referencia a su nota de fecha 30/8/2023 titulada “El nuevo curro del gobierno con las vacunas que beneficia al cuestionado Hugo Sigman”.

A ese respecto, me veo obligado a dividir la nota –con cuyos contenidos concuerdo plenamente- en varias partes.

En primer lugar, me referiré a la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH).

Dicha vacuna tiene el dudoso “honor” de haber sido la primera donde las campañas publicitarias orquestadas en medios masivos de difusión inundaron las mentes de familias, siempre preocupadas por el bienestar de sus miembros, y convencidas que todo lo que se divulga en medios periodísticos (e, incluso, las publicidades), es necesariamente cierto…

Podríamos homologarla a lo tristemente sucedido con las vacunas “contra” el SARS COV2 y –más recientemente- con el virus del herpes.

“Donde hay una necesidad, hay un derecho”, reza el viejo jingle. Pero ¿qué pasa cuando la supuesta necesidad es sólo el producto de un bien elaborado marketing?

Cada año, en todo el mundo cerca de 47.000 casos nuevos de cáncer se encuentran en partes del cuerpo donde frecuentemente se encuentra el virus del papiloma humano (VPH).

El VPH causa cerca de 37.000 de estos cánceres.

La infección por el virus del papiloma humano (VPH) es la infección de transmisión sexual más frecuente.

Se estima que aproximadamente un 75% de las mujeres sexualmente activas y alrededor del 85% de los hombres se infectan por el VPH a lo largo de su vida.

Existen más de 200 genotipos descritos, de los que cerca de una tercera parte tienen la capacidad de infectar las mucosas.

Pudo observarse por primera vez en 1950, en imágenes obtenidas con microscopio electrónico en muestras de papilomas de piel, y fueron clasificados inicialmente como una subfamilia de los Papovaviridae en 1962, siendo luego reclasificados como una familia aparte (Papillomaviridae).

La mayor parte de las infecciones causadas por el VPH no causan síntomas en las personas, por lo que pueden pasar incluso inadvertidas y ser combatidas por el sistema inmune del organismo.

En una gran proporción de casos (90 %), la infección por VPH se autolimita, y en menos de 10% de los pacientes se presenta una infección persistente.

Volvamos al primer dato epidemiológico.

La población mundial alcanzó en 2023 los 8.000 millones de personas, creciendo aproximadamente a un ritmo de 80 millones de habitantes cada año, según los datos de Naciones Unidas.

Asumiendo que la mitad sea “sexualmente activa”, estaríamos hablando de 4.000 millones de personas.

Si el VPH afecta a un promedio de 80 % de esa población, habría alrededor de 3.200 millones con VPH.

Si asumimos –caprichosamente- que el “nacimiento” del VPH fue en 1950 (cosa inverosímil, ya que esa fecha sólo hace alusión a su aislamiento), la detección de 47.000 nuevos casos anuales de cánceres ligados al VPH es insignificante.

Eso no quita que –para quien es diagnosticado con cáncer- los fríos números generales no significan nada.

Pero, desde el punto de vista del sanitarismo ¿se justifica vacunar a toda la población?

Las vacunas para el VPH están envueltas múltiples críticas, las cuales podrían haberse evitado si se hubiesen seguido los pasos éticos de formulación de nuevos compuestos médicos.

En efecto, los efectos negativos a corto, mediano y largo plazo son enormes, y sólo se mantienen ocultos al público por una constante inversión monetaria de la industria farmacéutica para conservarlos “bajo la alfombra”.

Esa inversión incluye: impedimento de publicación en medios masivos, refutación inmediata por supuestos expertos, colusión con fundaciones y asociaciones médicas que –lejos de perseguir el bien común- sólo pretenden el bien individual y económico de sus integrantes, etc.

Y todo eso, sin mencionar que no hay estudios globales que garanticen la eficacia a largo plazo de esas vacunas para evitar los daños del VPH persistente…

Pronto, veremos lo mismo con respecto al virus del herpes; ya comenzó la campaña mediática, casi comparando al HV con un azote bíblico.

Es cierto que el HV permanece en el organismo luego de haber padecido varicela; pro no es menos cierto que la incidencia del zóster (culebrilla), es infinitamente menor que lo esperado.

A eso, debe añadirse que suele presentarse ante casos de deterioro inmunitario, lo cual significa que –en condiciones normales- el organismo se basta a sí mismo para mantenerlo a raya.

Y, además, no olvidemos que el zóster tiene tratamiento simple y eficaz…

Pasemos –muy sucintamente- al segundo punto.

El Estado está inhibido de adjudicar al mayor precio; la Ley de Contabilidad expresa claramente que debe hacerlo al menor valor, el cual debe estar enmarcado en lo que se ha dado en llamar el “justiprecio”.

Sólo si se objetase la calidad del producto ofrecido podría soslayarse este precepto.

¿Quiere decir que los suministros de la OPS son defectuosos?

Nadie, en su sano juicio, se animaría a tanto; para hacerlo –como para cometer cualquier delito- hacen falta motivo, oportunidad y medios.

La oportunidad la da la impunidad.

Los medios son el abuso de poder.

Y el motivo es, siempre, la coima.

Eso nos lleva directamente al tercer punto.

La industria farmacéutica es –junto con la venta de armas, el petróleo y las drogas- una de las más redituables a nivel mundial.

Y comparte con aquellas los mismos malos hábitos.

La colusión con las autoridades, el cohecho, los sobornos, la publicidad engañosa, la masificación de productos como de “venta libre”, etc., son sus herramientas preferidas.

Y hay otras, no tan “glamorosas”, que posee en un submundo donde el crimen no está ausente.

El personaje mencionado en su nota, una suerte de Steve Jobs del subdesarrollo, es –seguramente- el ejemplo más conspicuo.

Al igual que Bernardo Neustadt con “El hombre que se inventó a sí mismo”, ha sabido estar con todos los gobiernos y –en mucho casos- tomar decisiones que sólo le competían a aquellos.

Típico comunista de La Recoleta, férreo defensor del reparto de lo ajeno, se puede ubicar al lado de todos los gobernantes de los últimos 25 años (con sólo buscar su nombre, y añadir el del gobernante deseado, Google escupirá tantas imágenes como queramos…).

Uno puede decir que lo mismo sucede con los grandes magnates de otras áreas.

Es cierto; pero eso no hace sino confirmar la ubicuidad maliciosa de quienes buscan sólo su provecho.

En este caso particular, a expensas de la salud de la población… Muy atte.

Héctor E. Carvallo

D.N.I. 12.580.675