Lo que importan son las sensaciones dicen por ahí. Y la sensación que uno tiene es que Patricia Bullrich no logra un golpe de efecto que la posicione como para entrar al ballotage. Es correcta, pero con eso no le alcanza. Se parece mucho, en ese sentido, a esos chicos de 16, 17 años que son “nice” con las chicas pero eso no termina de motivarlas para que salgan con ellos. Ellas precisan algo más jugado y no tan convencionalmente correcto.
En gran medida el mundo se ha vuelto un lugar “incorrecto” y las prolijidades que antes se premiaban hoy se tienen poco menos que por pusilanimidades que no pagan. Muchos personajes sin escrúpulos que dirigirían a las chicas de nuestro ejemplo por mal camino, ganan, sin embargo, batallas cruciales en las disputas cotidianas por el poder.
Bullrich identificó al kirchnerismo como el adversario (por ser yo el “correcto” aquí y no decir “enemigo” que, en realidad, es lo que creo que el kirchnerismo es del país) a vencer y objetivamente tiene razón: su rationale, como suelen decir los americanos, es completamente correcto.
Pero, de nuevo, no estamos aquí ante un electorado que sopese correcciones. Si ese fuera el caso, muy probablemente el kirchnerismo nunca debió llegar al poder y, sin embargo, hace 20 años que es la fuerza determinante del rumbo que ha tomado la Argentina.
Por eso Bullrich está frente a una disyuntiva: ¿Adopta una estrategia electoral de “incorrección” (a la manera de una táctica) para, desde allí, llegar a la “corrección” (ella lo llama “orden”) a la que quiere llevar al país o se mantiene con su estrategia “correcta” para ser coherente entre lo que propone y lo que hace?
Hasta ahora la preferencia por esta última estrategia no parece estar dándole resultados prácticos. Y la pregunta es por qué.
A mi juicio, el peronismo arruinó la mente argentina si por “mente argentina” entendemos un conjunto de valores, principios y creencias que, con independencia de la condición social de los ciudadanos, todos sostienen de manera más o menos generalizada. Ese consentimiento social alrededor de un set de convicciones comunes se ha perdido.
Uno de esos valores era precisamente la priorización de la racionalidad sobre la irracionalidad.
Este tema, a mi juicio, no tiene que ver con el contenido emocional del voto que todo el mundo coincide en atribuirle. Se trata de algo más profundo y que el peronismo ha roto.
La exitosa instalación de la idea de que detrás de cada necesidad hay un derecho (que es algo así como la quintaesencia de la irracionalidad porque las necesidades son infinitas y los recursos para satisfacerlas son finitos) rompió la regla de pensamiento lógico de los ciudadanos. A partir de que hoy es efectivamente cierto que mucha gente cree que, no solo es posible satisfacer cualquier necesidad, sino que es deber del Estado hacer cumplir esa regla, no se puede decir que estemos frente a un pueblo cuyos ciudadanos piensen con la cabeza.
Si la audiencia a la que me estoy dirigiendo no tiene la capacidad para pensar con la cabeza, está claro que una campaña montada sobre la prolija estrategia de la “corrección” estará destinada al fracaso.
Ese mismo orden de ideas es el que explica, por otro lado, el enorme impacto de Milei. El líder de la Libertad Avanza ha recorrido el país “dando clases” masivas de economía. Ha reunido en plazas de diversas ciudades lotes de 20 mil o más personas que lo escuchaban hablar de “curvas”, “demanda de dinero”, “flujos”, “activos” y otros tecnicismos parecidos. La mismísima naturaleza de esos temas es la contracara del escenario en el que eran expuestos. Pero ese escenario tenía otros agregados.
El mundo de los recitales, de la música y del rock le había dado al muchacho que decía cosas “nice” el toque de locura que deslumbra a toda chica. Milei encontró un envase que puso al contenido en un segundo lugar. Jamás renunció al contenido (y estoy seguro que en algún rincón de su corazón él aspira a que esos chicos que se desesperan por llegar a sus “recitales” en realidad entienden lo que él explica) pero fue lo suficientemente astuto como para darse cuenta que si asumía la postura de un correcto profesor de economía que explica lo obvio no llegaría a ninguna parte.
Si le costó mucho o poco configurar ese personaje o si no es ni siquiera un personaje porque él es así, es otra discusión. Lo que importa aquí es que Milei descubrió una manera políticamente incorrecta (que es lo que atrae la atención de enormes franjas del electorado) de transmitir un mensaje correcto. El mensaje correcto es que Estado destruyó a la Argentina y que, de ahora en más, el país deberá hacer “negro” donde hasta ahora hizo “blanco” y hacer “blanco” donde hasta ahora hizo “negro”: la solución reside en hacer todo lo contrario de lo que se hizo.
Es muy probable que Bullrich tenga muchas coincidencias con el enunciado genérico de esa idea.
Es más, es muy probable que ella en lo personal tenga esas coincidencias pese a que sabe que hay muchos en su coalición que no están tan convencidos.
Y es por acá por donde podría empezar a dilucidarse este intríngulis. ¿Si Bullrich no debiera rendirle cuentas a nadie y no debiera complacer a ningún sector de su alianza se jugaría un poco más? ¿Hay sectores en JxC que “moderan” lo que Bullrich haría si estuviera sola? ¿Coinciden esos sectores con los que moderaron a Macri para que no adoptara una estrategia de shock en 2015?
Estas preguntas quedarán para el análisis, pero lo cierto es que el seguro triunfo que hace un año todo el mundo le auguraba a JxC para las presidenciales de este año ahora está en serias dudas.
La aparición de una fuerza que supo desentrañar los “envases” que cuentan en unas elecciones ha venido a cambiar el escenario que muchos daban por seguro.
La pregunta final es qué es lo que cuenta en una campaña, ¿el resultado que se busca o la fidelidad a unas determinadas formas?
Alguna vez Menem dijo que si hubiera dicho lo que tenía pensado hacer nadie lo habría votado, en una especie de cumbre del “resultadismo” que muchos avalaron luego cuando el riojano empezó a seguir el rumbo de la racionalidad económica.
Aquí no estamos frente a un caso igual porque el candidato que ganó las PASO y que aparentemente lidera las encuestas (con perdón de la palabra) dice con crudeza lo que va a hacer y eso que va a hacer es tan revolucionario como sus propias formas en una tribuna política.
La estrategia de JxC debería observar más este fenómeno antes que elegir al kirchnerismo como adversario. Elegir al kirchnerismo como adversario es lo correcto. Pero esta elección no se ganará con corrección. De ser la “corrección” un valor importante para los argentinos Sergio Massa no podría siquiera presentarse y, probablemente, el kirchnerismo no habría existido nunca.
El kirchnerismo se montó en un momento sobre la furiosa “incorrección” argentina para ganar el poder e instalar una enorme maquinaria de robo para sus propios bolsillos, como la realidad lo prueba más allá de toda duda. Usó la incorrección para hacer lo incorrecto.
Esta vez habrá que ver quién es el más inteligente para usar la “incorrección” para llegar al poder y, una vez allí, hacer lo correcto.