El billar a tres bandas consiste en hacer carambolas. Se considera carambola cuando la bola jugadora golpea las otras dos bolas en la misma tirada. Pero para que sean válidas, la bola jugadora tiene que haber tocado como mínimo tres bandas, que pueden ser diferentes o repetirse, antes de golpear la segunda bola. Dicen los expertos que en el billar a tres bandas no hay carambola fácil: para jugar este tipo de carambola de una forma sistemática y consistente, se requiere una técnica depurada para saber dónde apuntar.
En la política argentina el Gobierno nacional quiere hacer una carambola a tres bandas. ¿Cómo? La propuesta que va a elevar para jueces de la Corte Suprema pretende dejar a todos los bandos contentos con una sola jugada. Javier “Sinley” y su ministro de Justicia tratarán de contentar al mismo tiempo a la corporación Comodoro Py, a Cristina, a los gobernadores peronistas y a Macri. ¿Así de fácil? Veamos.
El juez Lijo -uno de los dos propuestos- le habría hecho favores a más de un gobernador, como el caso de Insfrán con la causa judicial por eventuales negocios con el entonces ministro de Economía Boudou. Algunos de esos mandatarios tienen influencia sobre sus senadores, no sobre todos. Por lo tanto, tener un amigo en la Corte nunca está de más.
Un personaje ligado a CFK habría estado activo también en promover a Lijo. Se trataría del ex secretario de justicia Juan Martín Mena, que nunca obra solo si no es por orden de la doctora. Teniendo en cuenta que el cortesano Lorenzetti ha venido cerca de esa banda -en términos del billar, claro- la gestión cobraría sentido. Por último, el Sultán de Cumelén lleva años preocupado por la causa del Correo Argentino que está en el juzgado de… ¡adivinaste! Pues Lijo tiene congelado el expediente hace bastante, por las dudas. ¿El ex presidente dirá algo al respecto? ¿Operará por lo bajo para que se concrete la designación?
Como siempre, en los detalles está el diablo. El juez Maqueda efectivamente cumple 75 años el 29 de diciembre de este año. El cordobés no tenía ganas de seguir en el cargo… hasta ahora. Este manejo poco “polite” por parte del Poder Ejecutivo -es todo un estilo, como “Gancia batido”- obviamente molestó mucho en la Corte menos Lorenzetti. Maqueda, político experimentado y respetado, todavía tiene la opción de solicitar que se le extienda el acuerdo por 5 años más hasta que cumpla 80. Tiene 9 meses por delante, el tiempo de gestación de un bebé.
El otro punto es la ausencia de mujeres en la Corte pese a que existe un decreto al respecto. Para la militancia feminista cristinista en el Senado no es un dato menor, sobre todo con toda la pasión que la jefa le ha puesto al tema. Ni hablar si hay una ola de reivindicación de género en la Cámara alta.
Finalmente, el juez Lijo -con todo lo que se comenta en público y en privado sobre él- podría resultar incómodo para algunos senadores de Separados por el Cambio. No sería tan fácil conseguir los 2/3 para que salga la carambola. Por su parte, el otro postulado tiene prestigio profesional, más allá de su ideología. En principio, no debería tener mayores problemas para que su pliego se apruebe.
Dado que el radicalismo ha dejado de ser hace tiempo el gran actor opositor en la Argentina, y que la coalición cambiemita estalló, el usual canje del 1 x 1 -te doy uno y me quedo con uno- se estaría estableciendo ahora entre los libertarios y el kirchnerismo, con un efecto que podría beneficiar a Macri. Así se armaría la carambola que no es sencilla porque “los otros también juegan” y hay varios actores que no se van a quedar de brazos cruzados.
Una y otra vez volvemos sobre lo conceptual porque es lo más jugoso del asado. El “si no es todo, es nada” y el rechazo al “toma y daca” quedarían bastante relativizados con esta jugada. Sería un clásico arreglo entre corporaciones políticas y judiciales, de los tantos que ha habido desde el regreso a la democracia. Con la reiniciada conversación con los gobernadores y la oposición dialoguista, quizá la administración Milei haya entrado en una segunda fase de realismo político que se titularía “de cómo se puede llevar un plan ambicioso de reformas con un Poder Ejecutivo incompleto, 7 senadores, 41 diputados y ningún gobernador”. De a ratos da la impresión que el Gobierno estaría prestando atención a los que le dicen que para reencauzar la ex ley ómnibus, primero se deben arreglar con los diputados y luego con los gobernadores. Las fotos de la buena relación entre el presidente y la vice agregan condimento a la realpolitik (¿disidencia acordada en reportaje público y notorio?).
Surge entonces la pregunta: ¿esto lo perjudica al Gobierno en la opinión pública, porque podría estar incurriendo en una contradicción filosófica? No necesariamente. Obviamente, siempre se puede armar un escándalo que desactive todo el proceso si cobran volumen algunos detalles de la jugada y eso amilane a ciertos actores que en teoría deberían jugar a favor. Si el Gobierno tiene éxito en su lucha contra la inflación, por ejemplo, es más difícil que estas cuestiones institucionales lo desgasten. Ya lo vimos en las presidencias de Menem, Néstor y Cristina.
Si bien el libertario tiene problemas por doquier -varios por falta de profesionalismo político- el resto del espectro no está mucho mejor. El líder del Pro, un tanto desahuciado por la falta de incidencia en la gestión oficialista, quizá tuvo que conceder más de lo esperado en la conformación final de la nueva directiva partidaria. Por el lado de la banda peronista, la idea de una mesa política está generando cortocircuitos entre los gobernadores, Massa y la jefa (¿“Kichi” estaría algo distanciado de Ella?). Finalmente, el radicalismo podría entonar “lo que pasa que la banda está borracha…” (y seguimos hablando de bandas), dado el conflicto expuesto entre los mandatarios provinciales y el círculo de Lousteau (¿que piensa un armado con Horacio?).
“Sinley” tiene problemas con la carta de navegación, pero el resto aún está tratando de conseguir un mapa actualizado.