La Argentina necesita una profunda reforma liberal. Tenemos un Estado descomunal, sobre todo si lo relacionamos con nuestro nivel de riqueza, además de una burocracia altamente ineficiente. Asimismo, los ciudadanos poseen enormes dificultades para ahorrar, invertir, progresar y hallar empleos en blanco y genuinos. Nuestra economía produce poco y no crea suficiente trabajo.
Ahora bien, el liberalismo tiene dos caras o dimensiones que se apoyan y fortalecen mutuamente: la liberalización económica y la política. Salvando las distancias, el menemismo fue un intento de liberalización económica (por lo menos parcial), aunque sin liberalización política. Allí estuvo su principal y grave error: sin instituciones adecuadas, la economía de mercado no puede prosperar, o solo lo hace de manera parcial y limitada. La democracia se transforma en caudillismo, los incentivos en corrupción y el capitalismo en un sistema arbitrario de prebendas y padrinazgos.
La gran pregunta es, entonces, ¿repetirá Milei el error de Menem? ¿Tendremos, finalmente, la revolución liberal que necesitamos? ¿O continuaremos rebotando indefinidamente entre la extrema izquierda y la extrema derecha, entre el populismo de izquierda y el de derecha?
Nadie duda de que, hasta el momento, a grandes rasgos, Milei ha cumplido con lo que prometió. Realizó un duro ajuste que había anticipado con innegable claridad (a lo sumo, quizás, dibujándolo un poco con la idea de que recaería sobre la casta). Solo el hecho de que los ciudadanos sienten que fue sincero explica su alta popularidad, a pesar de la contracción económica, que está pegando muy duro en gran parte de la población.
La inflación y el riesgo país han empezado a bajar notoriamente y es probable que, en el corto plazo, la economía comience a responder. Los riesgos, en todo caso, (todo gobierno los tiene) se vinculan con el mediano y largo plazo.
En lo económico, varios expertos han planteado dudas por el atraso del dólar y por la brusquedad del ajuste, que podrían incubar nuevos problemas. En lo político, el peligro tiene que ver con una posible desviación autoritaria que, por lesionar las instituciones, acabaría impactando también, tarde o temprano, en la economía. Los inversores también se fijan en la calidad institucional de un país para deducir su seguridad jurídica, previsibilidad y clima de negocios.
Detengámonos en este último punto. ¿Cuán real y probable es el riesgo de que se desarrolle un proceso autoritario o caudillista en el gobierno de Milei? Para responderlo, se deben analizar todas las dimensiones de dicha fuerza política: ideología, estructura, fuente de poder y fuente de financiamiento.
En cuanto a la ideología, hay aquí cierta contradicción o ambivalencia. Por un lado, el componente liberal y la inspiración en pensadores como Alberdi, tal como señaló Benegas Lynch, debería promover el respeto por la división de poderes y la república. Empero, por otra parte, el elemento libertario-anarcocapitalista lleva a una fuerte desconfianza, deslegitimación y descreimiento hacia la democracia.
De hecho, solo así se explica la sintonía de Milei con líderes populistas de derecha como Trump, Bolsonaro o Bukele. Estos han protagonizado intentos de procesos autoritarios en sus respectivos países. Los primeros dos, fallidos y, el último, exitoso. La agresividad e intolerancia del oficialismo para con los periodistas y referentes sociales críticos, potenciada con masivos y agresivos trolls, sería reflejo de esta tendencia; de una vena autoritaria que, por mucho que se intente esconderla, sale a la luz recurrente y repentinamente. En este sentido, la psiquis o temperamento del propio Milei abona más el costado autoritario que el democrático de su plexo ideológico. No por casualidad ha reclamado al Congreso una fuerte delegación de facultades.
En relación con la estructura partidaria, el hecho de haber alcanzado el poder por medio de una coalición sería un pequeño factor favorable al pluralismo. Sin embargo, dentro de La Libertad Avanza, la información disponible hablaría de un fuerte verticalismo. Adquiere extrema relevancia aquí la figura de Karina Milei, la “armadora”, “el jefe” y con quien se debe acordar y simpatizar de forma obligada para sobrevivir dentro del espacio.
Como expresó en una nota Gabriel Ziblat: “La libertad que se pregona hacia afuera choca con el verticalismo cuasi militar que reina hacia dentro del gobierno y las filas de La Libertad Avanza. Es cada vez más claro, para todos los actores de la política, que la influencia de Karina Milei en las definiciones centrales del gobierno es total”.
Karina presenta un patrón de conducta excluyente, manipulador (¿incluso del propio presidente?), monopolizador de los resortes de poder y netamente verticalista y autoritario. En el armado que está haciendo en estos tiempos, los aliados de La Libertad Avanza se han sentido fuertemente marginados. Asimismo, logró frustrar la conformación de la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados porque Marcela Pagano, quien había sido ungida para presidirla, aparentemente con el aval del propio Javier Milei, no era de su estricta confianza y simpatía. Algo similar sucedió con la jefatura de bancada de Oscar Zago.
Tamaño grado de intolerancia hacia la independencia de acción y de criterio, incluso entre los miembros de su propio partido, daría cuenta de una estructura mental y de un proyecto político inclinado invariablemente hacia el autoritarismo. ¿Tendrá éxito la hermana del presidente en su armado político? No lo sabemos, pero hasta ahora nadie le ha puesto límites, ni siquiera el propio primer mandatario, con quien parecen fusionados como si fuesen una sola persona.
El verticalismo, a su vez, genera espacios para el abuso. No pueden desestimarse sin una seria investigación las detalladas denuncias de diversos ex referentes o integrantes de La Libertad Avanza sobre acoso, amenazas, nepotismo, venta de candidaturas e, incluso, intercambios de favores sexuales por nombramientos. Baste mencionar las valientes denuncias de Mila Zurbriggen, Vancis Roda, Carlos Maslatón, Mariela Pérez Cesaratto o Juan Carlos Blumberg. Queda flotando la pregunta: ¿Estos abusos se ven potenciados, acaso, por una suerte de “vale todo” propiciado por la ideología anarcocapitalista?
Si nos detenemos en la fuente de poder, por lo mediático de su candidato y por la velocidad de su crecimiento, cabría esperar que La Libertad Avanza sea una fuerza ajena a las redes clientelares y de corrupción tradicionales de la política argentina. Esto presionaría a favor de la autonomía de las bases y de la distribución del poder.
Ahora bien, también hay que mencionar que Milei ejerce un liderazgo muy personalista, con un núcleo duro de seguidores altamente cohesionados e ideologizados, capaces de una lealtad casi a prueba de todo. Asimismo, ha sabido tender puentes con actores y aparatos de la “vieja política” cuando le fue necesario. Se puede mencionar aquí a Barrionuevo, los Menem, Scioli, entre otros.
Por ende, si bien la fuente de poder de La Libertad Avanza no presentaría, por el momento, connotaciones autoritarias y sus bases serían autónomas, existen gérmenes autocráticos en esta dimensión que podrían crecer a futuro. Ello dependerá de cómo se relacione este aspecto con los otros.
Finalmente, en cuanto al financiamiento, se trata hoy en día de una incógnita. No está del todo claro cuán transparente, diversificado y honesto es o será. Es de suponer que esto empiece a aclararse a medida que avance y se consolide su estructura política. Sí existen, en efecto, algunos ruidos que hablan de cierta desprolijidad en el financiamiento. Asimismo, el aparente deseo de Milei de desregular por completo el financiamiento de las campañas políticas favorecería la concentración de los aportes y un mayor poder para lobbies y corporaciones, en desmedro de la ciudadanía.
En definitiva, tenemos que, en relación con la propensión hacia el autoritarismo o la democracia, la ideología del gobierno de Milei es ambivalente (aunque con una psiquis aparentemente más inclinada hacia el autoritarismo), la estructura interna parece estar tendiendo hacia el autoritarismo también, la fuente de poder es democrática con algunos gérmenes de potencial autoritarismo a futuro y el financiamiento es una incógnita.
Si se consolida una construcción política autoritaria, como parece estar sucediendo hasta ahora, es probable que el financiamiento y la fuente de poder se adapten a ella. En ese caso, seguramente se echará mano a los componentes autoritarios de la ideología libertaria-anarcocapitalista al efecto de justificar la concentración del poder.
Lamentablemente, cuando el poder se concentra en exceso, proliferan los espacios para el personalismo, la corrupción, el abuso y el capitalismo prebendario. Así, por más que en lo formal se quiera promover una economía libre, sin instituciones adecuadas, la libertad acabaría brillando por su ausencia.
Mucho de esto tuvo que ver con el fracaso del menemismo. Es cierto que, a diferencia de Milei, el riojano no redujo el gasto público, pero también lo es que lo elevó del 22% al 25% del PBI cuando en 2022 fue del 37%. Es decir, muy difícilmente Milei pueda tener un gasto menor al de Menem. Otra diferencia es que el autoritarismo y caudillismo de Menem era mucho más desideologizado o sui generis que el de Milei y, por ende, menos peligroso en el plano potencial.
Concluyendo, la deriva autoritaria del gobierno de Milei es factible, incluso probable, aunque no inevitable. Para torcer y asegurar el rumbo a favor de una democracia de calidad, un paso importante sería que se consolide una organización interna pluralista, transparente, competitiva y democrática en dicha fuerza política. De no suceder eso, el límite deberá ponerlo la sociedad. Mantener las PASO, en todo caso reformadas y mejoradas, sería de gran ayuda.
Lamentablemente, por la información que tenemos hasta ahora, la construcción de Karina y Javier Milei no parece ir en ese sentido. Si esto se confirma, quizás la Argentina se condene a sí misma a continuar rebotando entre populismos autoritarios de izquierda y derecha (Alfonsín-Menem-Kirchner-Milei, con el breve interregno de Macri), en vez de construir una democracia de alta calidad, como la de las sociedades más avanzadas.