La revista satírica española Mongolia le dedicó la tapa de su número más reciente a Javier Milei. La publicación emparenta al presidente argentino, próximo a viajar a Madrid para un acto de la extrema derecha, con uno de los protagonistas más siniestros de la guerra civil de 1936: José Millán-Astray.
El título hace un juego de palabras entre el apelllido del militar ultraderechista con el del economista y la palabra inglesa ashtray (“cenicero”). El Milei caracterizado aparece manco y tuerto, como lo era Millán-Astray. Y proclama la argentinidad de Gibraltar (con el clásico “carajo” del cierre de sus arengas), territorio en disputa entre España y el Reino Unido desde que los británicos se quedaron esa porción de la península y el control del acceso al Mar Mediterráneo a comienzos del siglo XVIII. El “¡Viva la concordia!” enlaza el negacionismo de la dictadura con la vocación de no investigar el pasado franquista por parte de la derecha española.
“Javier se fue a la guerra”, reza la bajada, y se agrega: “Antes los argentinos nos enviaban psicólogos. ¡Ahora ya nos mandan a los locos! En el uniforme intervenido se ven las Malvinas sobre una bandera británica, un símbolo de la aceptación de Milei de la ocupación inglesa sobre las islas.
Millán-Astray combatió en la guerra de Marruecos a comienzos de los años 20, donde Francisco Franco fue uno de los oficiales más destacados. Allí sufrió las heridas por las cuales perdió el brazo izquierdo y el ojo derecho. Cuando años más tarde estalló la guerra civil, se enroló en el bando franquista.
En los primeros meses de la contienda protagonizó, fuera del campo de batalla, el hecho por el cual es más recordado. El 12 de octubre de 1936, en el aniversario del descubrimiento de América, se realizó un acto en la Universidad de Salamanca. La ciudad estaba bajo control de las fuerzas sublevadas el 18 de julio anterior contra el gobierno de la Segunda República.
Un grupo de falangistas lanzó gritos exaltados ante el discurso nacionalista de un profesor, que denostó a vascos y catalanes, y Millán-Astray proclamó consignas de esa índole. Luego le tocó el turno de hablar a Miguel de Unamuno, que había apoyado el alzamiento fanquista.
El autor de Abel Sánchez afirmó que pensar en una España sin catalanes y vascos era como imaginar un cuerpo incompleto, “manco y tuerto”, en obvia referencia a Millán-Astray
Siguió así: “El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor.” A lo que el general respondió con la tristemente célebre consigna “¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!”
Inconmovible, Unamuno replicó: “Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”. Y se fue, en medio de insultos. Moriría el último día de ese 1936.
Millán-Astray murió en 1954 a los 74 años. En La Coruña, su ciudad natal, detrás del Ayuntamiento se estuvo durante años un monumento en su memoria. El militar es uno de los tantos ultraderechista que reivindica VOX, el partido español al que irá a visitar Milei este mes.