Un sorpresivo baño de moderación se dieron en el Gobierno este viernes, cuando bien temprano se conocieron las declaraciones del Papa Francisco en las que entre otras cosas cargó contra uno de los paradigmas de esta administración, el protocolo antipiquetes, y además lanzó aquello de que “en vez de pagar justicia social, pagó el gas pimienta”. Una referencia encolumnada en los dichos del kirchnerismo y la izquierda luego de la represión de la semana anterior.
Recordemos que en la campaña el actual presidente llegó a definir al Pontífice como “el representante del Maligno en la Tierra”, pero en un acto inhabitual en él, Javier Milei dio vuelta la página cuando le pidió personalmente disculpas.
Los comentarios de Francisco -que en la semana se había mostrado con la dirigencia cegetista, Pablo Moyano incluido, y el mismo día recibió a la ministra Sandra Pettovello, a la que dijo palabras que no hacían anticipar lo que expresaría más tarde- causaron sumo desagrado en Casa Rosada, donde se descartó de entrada una réplica contundente. Resolvieron no contestar oficialmente y dejar que lo hicieran de manera individual quien lo deseara, mas sin representar la voz presidencial. Por eso fue moderado el vocero Manuel Adorni al ser consultado al respecto, mientras otros miembros del oficialismo se permitieron ir más lejos, como el diputado José Luis Espert, que le sugirió a la Iglesia “dedicarse a las cosas de Dios”; o Lilia Lemoine –quien para muchos dice lo que su amigo Javier no puede-, que le lanzó esta recomendación: “Done el oro del Vaticano, padre”.
Sorprendió semejante declaración papal desprovista de rodeos eclesiásticos; con un modo directo que no tuvo con anteriores administraciones y mucho menos con el kirchnerismo. Ni hablar de Venezuela, de cuyo gobierno en última instancia y a regañadientes -y sin abandonar nunca la diplomacia-, alcanzó a referirse como “dictadura”.
No fue el único gesto de moderación presidencial. De cara al viaje para participar por primera vez de la Asamblea de la ONU, quienes diagramaron la agenda neoyorquina se preocuparon por evitar esta vez que el presidente se cruce con su admirado Donald Trump. A poco más de dos meses de las elecciones presidenciales en EE.UU., con un final abierto a diferencia de hace pocos meses, mejor morigerar favoritismos.
Hasta fue “suave” (a su modo) en el acto del domingo en el Congreso, donde apenas si dejó escapar un “ratas”, dirigido a quienes en el futuro vayan a votarle en contra: “Será la ciudadanía quien los coloque en la avenida de los justos o en la esquina de las ratas miserables que apostaron contra el país y contra su gente”, lanzó sobre el final, fuera de libreto -la frase no estaba en la versión oficial que se difundió promediando su presentación-, una “licencia” que el presidente se permitió para no defraudar a su feligresía.
Dicho sea de paso, causó malestar en el Gobierno la baja performance que tuvo la transmisión del domingo en materia de rating. Se ilusionaban con hacer 50 puntos como el 1° de marzo, pero la sumatoria no alcanzó ni la mitad. Peor, al comenzar la cadena el rating de la televisión abierta se desplomó, con una caída de 10 puntos, equivalente a un millón de televidentes que prefirieron no ver al presidente. El Gobierno acusó el impacto, sino no hubiese hecho después esfuerzos por dejar claro que la sumatoria del aire y el cable fue mayor a lo difundido, o que los canales de Youtube de las emisoras de noticias midieron mucho más alto que los dos domingos anteriores.
Sin despertar por ahora una gran preocupación en la Rosada, esa baja comienza a advertirse también en los sondeos de opinión. Al cierre de la semana se conoció un trabajo de D’Alessio Irol Berensztein que midió que la evaluación positiva de la situación económica actual respecto del año pasado mostró su primera caída desde la asunción de Milei, descendiendo al 37% (5 puntos menos que el mes pasado). Este movimiento se explica por una caída en el optimismo de los votantes de LLA (de 64% a 58%), y un mayor pesimismo entre los votantes de UP (89% cree estar peor que antes).
En cuanto a imagen, este sondeo verificó una caída de 4 puntos en la imagen del presidente en el último mes, con un 42%, que lo ponen en el tercer lugar detrás de Victoria Villarruel (48%) y Patricia Bullrich (46%).
Lo que siempre se dice en estas circunstancias desde hace 9 meses es que esos números elevados se dan en un contexto de fuerte ajuste y recesión. Según un informe de Scidata, Javier Milei apostó por un mensaje con alta negatividad, con fuerte anclaje en la necesidad de bajar el tasto para ordenar las cuentas públicas, en un contexto de baja dela inflación.
En el análisis de los temas más presentes en el discurso, lo económico se quedó con casi el 50% de la narrativa. En segundo lugar, se ubicó lo político, con poco menos del 29%; mientras que las finanzas sumaron alrededor del 9%. Cuestiones como la gestión, la justicia y la producción quedaron en un plano muy relegado, por debajo del 5% de influencia.
En cuando al sentimiento del discurso del presidente ante el Congreso, predominó la negatividad. Ese sentimiento sumó casi el 58% de las palabras usadas por Javier Milei contra el 42% de términos positivos.
“Déficit”, “deuda” e “inflación” fueron las palabras de sentimiento negativo más presentes en el discurso presidencial al presentar el Presupuesto 2025. “Superávit”, “verdad” y “estabilidad” fueron los términos positivos más utilizados por Milei en su alocución.
Según Scidata, Milei apostó por un discurso con una impronta negativa manifiesta, fruto de su convicción de que los problemas económicos de la Argentina están en línea con el gasto fiscal desmedido aplicado por los gobiernos que los precedieron. Una estrategia del presidente que, además, apunta a poner en orden las cuentas públicas para priorizar los compromisos financieros que el país tiene con sus acreedores, tanto internos como externos.
En este sentido se enmarca el estudio de Pulso Research correspondiente al mes de septiembre que hace especial foco en el ajuste y en cómo la opinión pública se posiciona frente al mismo. El estudio revela que es notoria la validación del ajuste por parte de la sociedad como condición necesaria para salir de la crisis económica. Seis de cada diez encuestados afirma que es necesario el ajuste para que la situación mejore. Por otra parte, la disposición a esperar para ver resultados económicos se mantiene muy alta: un 65% dice que está dispuesta a esperar por lo menos hasta fin de año.
Finalmente hay conciencia de que lo peor lo estamos viviendo ahora, o que está por venir; tan solo el 15% dice que lo peor del ajuste ya pasó.
Esta es, para Pulso Research, una combinación de factores que el oficialismo utiliza en su favor y que hace posible que continúe manteniendo los niveles de apoyo que tenía cuando asumió.
Que no fue la mejor semana en materia comunicacional lo terminó de corroborar el asado del miércoles en la quinta presidencial. Propios y extraños coinciden en que el impacto social de esa comida fue altamente negativo, más allá de que se buscó acotar el efecto enfatizando que cada asistente abonaría 20 mil pesos por la cena.
Como sea, con la cena el presidente buscó mostrar un gesto hacia aquellos legisladores que le dieron el alivio de ratificar el veto presidencial a la movilidad jubilatoria, pero sobre todo garantizarle que la oposición en su conjunto ya no tiene los 2/3 para avanzar incluso en un juicio político.
Es verdad que ese tercio reunido no está galvanizado, pero la realidad es que si se logró ese número con un tema tan delicado como es el de los haberes jubilatorios, difícilmente vaya a romperse en otras circunstancias. No lo hará, por ejemplo, cuando se debata el veto contra la Ley de Financiamiento Universitario, que todavía no se ha firmado pero que se descuenta saldrá antes que pasen diez días de su aprobación.
Para el radicalismo ese es un tema muy caro, pero todo indica que los cinco miembros que se diferenciaron para apoyar al Gobierno lo harán también con eso. El tema generó un cimbronazo en el partido centenario, cuyo bloque de diputados estalló el miércoles, en una reunión celebrada luego de que la Convención suspendiera a quienes se reunieron con el presidente, más sin oficializar una ruptura que ya existe puertas adentro.