Sin dudas, la manera de manejarse políticamente de los Kirchner es muy particular; no sólo desde que desembarcaron en Buenos Aires, sino que es una metodología que vienen cultivando desde cuando Néstor era Intendente de Río Gallegos, algo que luego profundizó durante su gobernación en la Provincia de Santa Cruz y finalmente consolidó una vez lograda la Presidencia de La Nación.
Para poder interpretar en profundidad la patología psicofísica del matrimonio Kirchner, hemos entrevistado a prestigiosos profesionales —psicólogos y psiquiatras que obviamente prefirieron permanecer en el anonimato— y así, quizás, entender el por qué de su accionar político.
Estas son las conclusiones que hemos recogido:
Néstor Kirchner tiene una personalidad psicopática, lo que lo lleva a accionar sin culpas. Mas bien se lo define como un borderline (un marginal), que lo ha llevado a actuar en la vida como un extorsionador profesional.
Recordemos que su pasado no está ligado a ningún movimiento guerrillero, sino más bien al chantaje originado en la llamada Circular 1050 del Banco Central argentino y las ejecuciones hipotecarias en épocas del gobierno militar, época en la que inició su fortuna. No actuó jamás como abogado defensor de reprimidos, sino como extorsionador a beneficio propio de deudores con imposibilidad de pago.
En el aspecto clínico, es bueno aclarar que no padece de cáncer de colon como erróneamente se ha difundido, sino que tiene un colon sangrante, lo que es fácilmente controlable con la medicación adecuada y una dieta más o menos estricta.
La señora Cristina Fernández padece, en efecto, de una enfermedad complicada que es la bipolaridad. Está permanentemente medicada con ansiolíticos, antidepresivos, anorexígenos y sedantes, lo que no obsta a que le afecten esporádicos episodios de pánico, que la llevan a encerrarse por períodos más o menos prolongados en su lujoso complejo de El Calafate, como cuando recién asumió el gobierno, o cuando la afecta algún problema serio en su país y que se siente incapaz de resolver.
No hay “doble comando” como suele difundir el periodismo, sino un solo comando: Néstor Kirchner. Cristina, lamentablemente por su enfermedad, es atímica e inhábil para enfrentar a ese verdadero extorsionador. En otras palabras: aún si pretendiera sacárselo de encima, jamás lo lograría. Pero se siente segura aún en esa jaula de oro porque a la pareja la une la ambición desmedida por el dinero y el poder.
En términos distintos, él es como un caballo desbocado que se lleva todo por delante sin importarle a quien arrolla a su paso. Ella, en cambio, es como una vaca que no se sabe nunca hacia donde se dirige, va de un lado para otro sin rumbo fijo.
No tomemos esto como un infundio, sino como una realidad que explica muchos motivos que los argentinos desconocen, razón por la cual no sabremos si saldrán de esta tremenda situación política, que no es meramente coyuntural, en corto plazo.
Las nuevas instancias paroxísticas de nuestra pareja presidencial en sus aparentemente exacerbados egos, los está alentando a insistir en su política vengativa contra quienes consideraron y/o consideran un obstáculo para sus ambiciones políticas, ya sean militares, obispos, terratenientes, cobistas, pejotistas y/o todos aquellos que osaron sacar los pies del plato.
¿Mitómanos o mentirosos?
Si bien la mentira es un comportamiento social bastante frecuente en la política, para medrar, el mitómano se caracteriza por recurrir a ella (la mentira) contínuamente, sin valorar sus consecuencias.
El mitómano suele ser una persona insatisfecha con su vida. Si llega al Poder, fantasea para hacer a la política más atractiva a los demás, mientras destruye cuanto controles y frenos puedan afectar sus propósitos. Imagina cada detalle de su historia para causar una buena impresión, porque no se siente seguro de ser aceptado como es. Esconde un yo muy débil compensando ese déficit, con este tipo de pensamiento fantástico.
Generalmente es muy rencoroso, sólo accesible a los aduladores que convaliden su mundo ilusorio. Jamás se pone en el lugar del prójimo al que desprecia cuando no le es más útil. Margina automáticamente a todo aquel que no baje la cabeza ante él.
El mentiroso (o la mentirosa) compulsivo/a, como más le guste, sabe que está mintiendo y planifica lo que va a decir. El mitómano, en cambio, miente por impulso, sin darse cuenta de lo que está haciendo, creyéndose él mismo incluso lo que inventa. Actúa su fábula en la sociedad y puede llegar a convertirse en el personaje que su imaginación creó.
En sus rasgos ominosos, tanto el fabulador (mitómano) como el mentiroso/a, niegan tenazmente la realidad.
En la actividad política pueden llegar a asegurar reivindicaciones que no son tales, una justa distribución de “la riqueza”, progreso y educación para todos que solo caben en la imaginación de ellos (y en las estadísticas del Indec) y aseverar que tanto ellos como quienes colaboran con ellos, son los mejores de todos los tiempos.
Obviamente, no reparan en sus dichos, como por ejemplo que para poder redistribuir riqueza, hay que primero generarla, y para eso hay que tener inversores y productores, de lo contrario lo que seguro distribuirán es pobreza.
Tanto en el mitómano como en el mentiroso/a consuetudinario/a, sus mentiras son de tal magnitud que el ciudadano común no puede menos que pensar que lo que están diciendo tiene que ser cierto.
Algunas perlas de la realidad kirchnerista
La Presidenta, apoyándose en estadísticas oficiales, anuncia, mientras un sector del periodismo recoge, con títulos rimbombantes, la reducción de los índices de pobreza que habrían caído del 23,4% al 20,7% entre octubre de 2007 y marzo de 2008. En el mismo período, según ella y sus estadísticas, la indigencia se habría reducido de un 8,2% a un 6%.
Según datos de analistas privados que difieren sensiblemente con los guarismos oficiales, ubican al nivel de pobreza actual en el orden del 30%, es decir que afectaría a unos 12 millones de personas (tendríamos hoy tantos pobres como en el 2001).
Cada mes caerían en la pobreza unas 100.000 personas (que no pueden aspirar a consumir una canasta básica). De la exclusión social al aislamiento hay sólo sutiles señales.
Mientras la pareja —o la Presidente— viaja a inaugurar escuelas o aeropuertos ya inaugurados, el drama del hambre duele: en nuestro país cerca de 2.100.000 personas no acceden a los alimentos básicos, y 260.000 menores de 5 años están desnutridos.
El 60% de los chicos menores de 17 años vive en hogares del tipo “económicamente vulnerables”.
8 de cada 10 niños que repiten, pertenecen a hogares empobrecidos, hecho este que sin ninguna duda compromete seriamente sus oportunidades futuras de inserción social (según UNICEF “uno de cada dos jóvenes provenientes de hogares pobres no logra terminar el nivel medio”).
Gracias a la mentira, la invisibilidad social con que el Indec y Cristina condenan a una buena cantidad de pobres, libera a nuestros sacrificados y nunca bien remunerados funcionarios de ocuparse de ellos y los excluye de los planes sociales.
Cuando se mira a futuro en un país productor de alimentos como el nuestro, la situación se vuelve cada vez más dramática e incomprensible, porque de persistir la inequidad distributiva actual, la pobreza no mostrará reacción positiva alguna.
Los sistemas educativos y de salud, enfrentan debilidades estructurales significativas que se traducen en más desigualdades. Los niveles de salud psicofísica siguen siendo deficitarios para el 52% de la población. En el estrato socioeconómico más bajo, el acceso a la salud presenta un déficit que involucra al 58% de la población y el 12% carece de cobertura educativa.
La inseguridad y la inflación son para la pareja y sus ministros una cuestión de “sensación”, mientras que para el común de los ciudadanos la altísima inseguridad, cada día más grave, se condice con un país que se debate entre una enorme e impune delincuencia sin freno y la corrupción institucional. En ese panorama su dinero, mes a mes, rinde menos, porque cada cual remarca los precios según sus peores presunciones y la “inflación de bolsillo” deja de ser una presunción para transformarse en una realidad dolorosa.
Atento a los números que imagina o le dibujan a la señora de Kirchner, aseguró en EE.UU. que la crisis financiera internacional, a la que irónicamente llamó “efecto jazz”, no llegaría a afectar a la Argentina porque nuestro país está “desacoplado” o “desenganchado” de la crisis.
Ahora resulta que nuestro país es uno de los más afectados por dicha crisis. Nuestra economía está en terapia intensiva porque el contexto político contribuye a elevar la incertidumbre, y aquí, una vez más, también aparecen los fantasmas de un pasado muy reciente.
Otro que hace diagnósticos virtuales y se moja con Cristina! jajaja