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El día que perdimos la vergüenza

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EVOCANDO MALVINAS
EVOCANDO MALVINAS

Fue un 2 de abril de 1982 cuando

 

Fue un 2 de abril de 1982 cuando comenzó la guerra de Malvinas. Fue esa misma tarde cuando gran parte de la sociedad argentina victoreó a un gobierno de facto. Fue un día después cuando los diarios informaron con bombos y platillos la “Reconquista de las Islas”. Así al menos tituló diario Clarín.

Una vez más los medios gráficos, en conjunto con los radiales y televisivos, hacían de bufones del poder de turno. Frente a un hecho doloroso y lamentable como es siempre una guerra, estos medios eligieron una vez más dar por normal una noticia que debería haberse dado a conocer al menos de otra manera; con la gravedad del caso que significaba enfrentarse bélicamente a una potencia militar como Gran Bretaña.

La Argentina por capricho de un gobierno inconstitucional y genocida comenzaba una guerra que se sabía perdida de antemano. Un manotazo político de un gobierno que se derrumbaba a pedazos por todos sus rincones, hecho que todos los analistas conocían y sobre todo la mayoría del periodismo. Sin embargo quienes debieron informarlo, en su no lo hicieron. Es cierto que mucho no se podía esperar de ese periodismo que era el mismo que había silenciado el genocidio cometido a partir del Golpe de Estado de 1976.

Seguramente este hecho es poco importante al momento de hablar de lo que en verdad fue la guerra de Malvinas. Todo suena hueco y sin sentido frente al dolor que causa el recordar a los 655 muertos en las islas del Atlántico Sur. Todo huele a absurdo si pensamos en los más de 1000 heridos en la guerra. Jóvenes que con solo 18 años se vieron con un arma en la mano con la obligación de matar, con el instinto de resguardar sus vidas y con el temor, nada inocente, a ser castigados por sus máximas autoridades de guerra. Sin duda que solo ellos son los que importan. Quienes allí dejaron su juventud, su vida y también todos los que volvieron y aún hoy conviven con el desprecio de una sociedad. Los más de 400 veteranos de Malvinas que se han suicidado y lo siguen haciendo aún hoy.

Pero si estos jóvenes y valientes soldados han caído en ese infierno, si por estos días continúan quitándose la vida, no ha sido solo por una gobierno genocida, como el de Leopoldo Fortunato Galtieri y sus escoltas tan despreciables como él: el Ex Comandante Militar Mario Benjamín Menéndez y el Canciller Nicanor Costa Méndez, sino también, y —al que le quepa el poncho que se lo ponga— a gran parte de una sociedad que victoreó en la Plaza de Mayo a un dictador ebrio que enviaba al matadero a distintas generaciones.

Ese 2 de Abril más de 10.000 personas aclamaron a “su presidente” para que salga al balcón al grito de: “Leo, Leo”. El mismo “Leo” que unos días antes reprimió brutalmente a trabajadores de la CGT. El que sostenía un aparato de desaparición y tortura a lo largo y ancho del país. Esa porción de la sociedad argentina que se disputaba quien la tenía más grande, quien improvisaba el mejor canto contra Margaret Thatcher. Imbéciles que se creían patriotas y héroes de una guerra de película. Cobardes que volvieron a sus casas, creyéndose “machotes”, agitando sus banderas, mientras nuestros jóvenes sentían como el frío y el miedo les calaba los huesos, tan solo porque eran pibes…

Mediocres que eligieron taparse los ojos ante el hecho cierto de que la guerra solo causaría desgarro y muerte a nuestro pueblo.

Medios de comunicación que vendieron un delirio asesino como un acto patriótico, hombres y mujeres que se reunían en los bares, en las oficinas, a contar cuantos aviones habían sido derribados y cuantos “Principitos” habían matado, como si todo fuese un juego de niños. Insensibles e insensatos que hicieron de las muertes humanas un PRODE de domingo.

Los mismos que pocos días después de culminar la guerra les dieron la espalda a los combatientes de Malvinas. Hoy estos combatientes, porque aun siguen siéndolo, son marginados, despreciados, mirados de reojo por muchos de los que aquella tarde festejaban en la Plaza, y por muchos otros que han preferido destacar sus imposibilidades a su dignidad.

La herida de Malvinas sigue abierta, no sólo porque nos pertenecen y nos han sido arrebatadas, sino, y por sobre todo porque en esas islas yacen “nuestras víctimas”, las víctimas de la soberbia argentina, las víctimas de un pueblo que el 2 de abril de 1982 perdió la vergüenza, si alguna vez la tuvimos.

 

1 comentario Dejá tu comentario

  1. Pocas veces leí un comentario tan claro, crítico y concreto sobre la lamentable sociedad argentina, al cual por supuesto me adhiero. Gracias Fernando por pensar así.

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