La primera acepción de rata en el diccionario de la Real Academia Española nos
dice que “es un mamífero roedor, muy fecundo, voraz y destructivo”.
Es tan fecundo este animalito que el período de gestación es sólo de un mes. La
hembra entonces pare de media docena a más de 20 individuos que a su vez en un
mes y medio llegan a la madurez sexual y entonces en 30 días más de gestación
cada una de las hembras vuelve a repetir el ciclo. Como se puede apreciar, el
crecimiento de la población de estos roedores, sino se la controla, es realmente
exponencial.
Dado el caso del asentamiento de colonias de estos roedores en los centros de
concentración humana, a lo que son muy proclives pues es allí donde encuentran
con mayor facilidad lo que necesitan para sobrevivir, nuestro accionar para
controlar el crecimiento desmedido de estos animalitos, sería ubicar sus nidos y
así neutralizarlos.
Si solamente actuamos sobre los que vemos cometiendo sus actos destructivos,
estaríamos gastando dinero y corriendo inútilmente , ya que en los nidos
seguirían gestando más individuos a la velocidad que ya nos referimos.
Llegado a este punto diremos que la cuarta acepción de rata en el mismo
diccionario dice: “persona despreciable” o sea el ser humano que por su accionar
no es apreciado por el resto de la sociedad.
Es tal la similitud entre un ser humano delincuente y aquel pequeño roedor, que
éste también se asienta dentro de las grandes concentraciones urbanas (de ahí,
que según publicaciones periodísticas en el “conurbano bonaerense” se comete el
73 % de todos los delitos de la provincia de Buenos Aires).
Pero vemos aquí con sorpresa que los funcionarios encargados de controlar la
proliferación de las “ratas de la cuarta acepción” distraen recursos humanos y
económicos imprescindibles en otras áreas de seguridad interna (por ejemplo: el
control de las fronteras).
Es así que corren detrás de los delitos casi siempre después que se han cometido
en lugar de utilizar pequeños grupos de profesionales de la inteligencia
policial junto con personal de la justicia que emita rápidamente las órdenes de
allanamiento y usar entonces todas las herramientas que nos ofrece nuestra
recuperada democracia para combatir a “estas ratas” en su nido y antes que
produzcan el daño irreparable en el sensible y delicado tejido social.
“Recordemos que no sirve de nada identificar y encontrar rápidamente a los
culpables de los viles asesinatos de personas inocentes. Lo único importante
para una sociedad que quiere trabajar y progresar en paz es que estas muertes no
se produzcan”.
Ricardo Alfredo Rey