Cuando en las pantallas matinales de televisión irrumpió la imagen del sempiterno caudillo de los bancarios Juan José Zanola esposado el lunes 30, saliendo de Quintana 54, portando un saquito que tapaba las mismas, pocos daban crédito a lo que estaban presenciando. E incluso, no faltó quienes adujeron estar sufriendo algún tipo de alucinación desencadenada por el despertar. Pero también, para otros escépticos dicha puesta en escena temprano en la mañana, aducía lamentablemente a una cortina de humo de las tantas que aparecen en estas vapuleadas playas.
Y para seguir especulando al respecto, esta mañana le tocó el turno a la viuda de Sebastián Forza, Solange Bellone. Semejante comienzo de semana de veras que tomó de sorpresa a varios, sobre todo a los imputados en esta causa denominada de los medicamentos truchos. Entre quienes no daban crédito a lo que estaba sucediendo revistaba el mismo Zanola, quien cuando era arrestado inquirió acerca de su eximición de prisión, respondiéndole al punto de que había sido revocada. Tarde piaste.
Es que bastante tiempo transcurrió desde aquella otra mañana quien lleva adelante la causa, el juez federal Norberto Oyarbide, ordenó aquel espectacular allanamiento del Policlínico Bancario, en el ya lejano septiembre, buscando pruebas incriminatorias. Luego sobrevino la contraofensiva del ahora caído en desgracia Zanola, quien junto a su mujer Paula Aballay recusó al juez y declamó torpemente que todo esto era una campaña sucia en su contra. Seguidamente, la justicia ordenó la suspensión en octubre de las elecciones internas en su gremio, pero luego hubo marcha atrás y nuevamente el ahora preso fue reelegido. A pesar de que existen evidencias de un fraude tamaño catedral, sus partidarios se dieron el lujo de burlarse de la oposición encabezada por Hugo Desall, y del Grupo Clarín, el permanente crispado Kirchner dixit.
Zanola arrasó, alegaban algunos carteles de dudoso gusto, en otra flagrante muestra del criterio en boga de tomar al resto de la ciudadanía como perfectos imbéciles.
Botón de muestra
Dejando de lado todo criterio pesimista, algunos analistas infieren que la detención y el eventual procesamiento de Zanola es sólo el comienzo de una ofensiva en gran escala contra el grueso de los gordos popes de la CGT. Otrora líderes sindicales, a partir de los odiados 90 se travistieron en megaempresarios semejantes a los nashastalvo soviéticos, la antigua elite que desde 1917 a 1991 se enriqueció a costa del sufrimiento de millones en la ex URSS.
Casi igualados tanto en riqueza como en desmesura, su decadencia comienza cuando pierden el eje y razón de su existencia al vender su honra en el altar de la codicia extrema. En estos tiempos de muertes insensatas casi diarias y estadísticas falseadas desde arriba, que enmascaran el dolor y el sufrimiento de millones, su modo de vida constituye un insulto para quienes alguna vez creyeron ser sus representados.
Más allá del suceso criminal en sí, debe desprenderse del mismo una profunda lectura acerca no solamente de la urgente modificación del modelo sindical vigente, sino también de plantear seriamente un final a la espuria alianza entre ciertos elementos corruptos de la dirigencia nacional con el submundo del delito, sobre todo a aquel ligado con la salud de la gente.
Por eso, es preciso establecer un voto de confianza hacia el juez citado, por más ingenuo que pueda parecer, para que de una vez por todas se vaya terminando esta trucha cadena de la felicidad de quienes pretendían tener siempre muchas voluntades y futuros comprados.
Fernando Paolella